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Las excusas para no romper

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Ay! Los quebraderos de cabeza que nos da el cambio, la ruptura, la disolución. Romper algo que hemos construido es complicadete; ya lo hemos hablado en anteriores artículos. Sin embargo, si usamos una metáfora relacionada con la construcción, me viene a la cabeza ese programa de televisión donde dos gemelos grandotes y muy estadounidenses rompen paredes y arrancan suelos y moquetas para luego dejarte una casa de revista del corazón, y qué gustito me da ver cómo esas paredes dejan paso a un open concept, que es una forma pedante de decir espacio abierto, algo sin obstáculos donde puedes disfrutar de una visión de amplitud y sensación de libertad. Cuando se trata de renovar muebles y casa, nos parece estupendo, pero cuando pasamos a otras cuestiones ofrecemos resistencia.

Hace unas semanas, mi compañera, amiga y fantástica editora Aurora Grandal me habló sobre la falacia del costo irrecuperable. Se trata de un error de pensamiento que nos lleva a tomar decisiones (o a no tomarlas) con las que objetivamente salimos perdiendo porque pensamos: “si paro aquí, el tiempo y esfuerzo que he invertido hasta ahora no servirá para nada”. Pero, si es un proyecto abocado al fracaso, es mejor saltar del barco pronto: cuanto más tiempo pasa, más y más pierdes.

A nivel científico, se ha estudiado en el contexto financiero con proyectos empresariales e incluso con proyectos históricos fallidos como el Titanic o los del Jet Concord, donde se perdieron millones de dólares por no dinamitar el proyecto a tiempo y seguir invirtiendo en él. Si llevamos el concepto a nuestro día a día, nos encontramos ejemplos como:

“Tengo en el armario un abrigo de marca que me costó 400 euros y que solo me he puesto dos veces en los últimos 5 años. Aun así, no pienso venderlo por 50 euros”

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“Voy por la mitad de la carrera de Informática y no me gusta. Pero, ya que la he empezado, tengo que terminarla, aunque no sea lo mío”

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En temas de pareja, y si hacemos el paralelismo con un proyecto empresarial, el tiempo y la energía que hemos invertido en el pasado nos hace mantener y aumentar la inversión, incluso aunque nos esté dando pérdidas, por motivos y excusas que seguro que os resultan familiares:

“Es que llevamos 7 años juntos y nuestras familias se llevan bien, aunque en la intimidad yo siento que me falta al respeto y no estoy a gusto con la relación. No creo que pueda cambiar nada, pero no podemos romper después de tanto tiempo”

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“Sé que mi pareja me pone los cuernos. Me hace mucho daño, pero tengo que mirar para otro lado porque tenemos dos hijos, una hipoteca, etc.”

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“Me costó mucho conquistar a mi pareja; yo pensaba que era de otra manera y resulta que no es como me lo había imaginado, pero claro, estuve casi 3 años detrás y ahora no voy a perderla”

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Este tipo de afirmaciones y pensamientos se ven influenciados por el pensamiento grupal. Hay teorías, como la de la identidad social, que describen cómo las personas tratamos de mantener una identidad social positiva y aceptada basada en la comparación con los demás. En el caso de una separación, si en mi entorno la mayoría están en pareja, será más complicado que decida romper. Un ejemplo actual es la forma en la que se maquillan las separaciones en la familia real: lo han llamado “interrumpir la relación matrimonial”. Cuando se separó la otra infanta, lo llamaron “cese temporal de la convivencia”. Tanto una expresión como la otra buscan alejarse del significado de ruptura, de que esa relación ha acabado, y buscan la aceptación social, porque tenemos la falsa creencia de que las princesas felices viven con príncipes felices.

Tomar la decisión de romper es compleja, y comunicarlo mucho más, seas de la familia real o no. Pero imagina por un momento que la decisión solo la tomas tú, que no existe el entorno: ¿qué harías entonces? Y, por otro lado, en vez de pensar en lo que vas a perder, ¿por qué no piensas en ganancias, que siempre las hay? Cierto es que ese abrigo te costó 400 euros, pero no lo usas y lo sabes; con 50 euros puedes irte a cenar con tu amiga o comprarte otro abrigo en las rebajas, y ambas cosas son ganancias.

Me acuerdo de un paciente que vino a la consulta porque acababa de romper su relación de más de 10 años, y me dijo que sentía que lo había perdido todo; estaba desolado. Le dije que se imaginase que tenía dos mochilas, y que en una iba a meter todo lo que tenía (hijas, trabajo, amigas y amigos, dinero, tristeza, etc.). Me dijo un montón de cosas, tanto positivas como negativas. Cuando terminó, me preguntó para qué era la otra mochila, y le dije que era una mochila trampa, porque en ella no puedes meter lo que no tienes. La relación perdida, la compañía, las dinámicas que tenía con ella… Todo eso ya no le pertenecía y, por lo tanto, no podía meterlo en ninguna mochila. Él había basado toda su desolación en lo que estaba perdiendo y se estaba olvidando de la otra mochila, que contenía lo real, lo que sí tenía. A partir de ese día, aunque triste y con la soledad acechando a ratos, se centró en su primera mochila, que contenía todas sus ganancias, y fue añadiendo otras nuevas.

A veces encontramos la inspiración en pequeñas cosas, y yo espero habérosla dado con estas líneas. Como siempre, podéis encontrarnos en nuestra web: www.saludplacer.com.

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