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El Santi, Verín y ‘a raia’ no tan seca

Santi cortando el pelo a Natalio Corina Arranz

Camino de Verín y de la llamada raia seca. Una luz prodigiosa, yendo hacia Galicia, la tarde de un 2 de diciembre y escuchando los cuartetos de cuerda de Schubert. Los árboles desnudos, otros de un amarillo agónico, en su último estertor de belleza antes del más crudo invierno.

Frontera de Couto CORINA ARRANZ

En Verín. El hotel tiene un gran rótulo vertical de letras rojas que no parpadean, pero no por eso dejan de lado cierta ambigüedad. Vamos a la casa de Luisa y Beni, levantada por Julián Toubes (1796-1870), que fue diputado conservador en las Cortes, en Madrid, y corregidor de Xinzo de Limia, y que desecó la laguna Antela. La casa, de dos plantas, sólida, de buen granito gallego y maderas de carballo y castaño, es imponente, pero hacia adentro. Tiene 168 gallardos años, y dentro arde el fuego siempre fascinante y reparador de la chimenea. ¿Cómo no acordarme de Os dous de sempre al reencontrarme con mi primo? Luisa me enseña la biografía que del ilustre propietario escribió un historiador de Xinzo, Edelmiro Martínez Cerredelo, del Grupo Pedro González de Ulloa de Estudios Históricos da Limia.

De bares, nos encontramos con el librero e impresor Paco Luis Dasairas, que lo sabe todo y promete más. Como Luisa, nos cuenta cuando venían las mujeres embarazadas de café Sical y para orillar la aduana, que estaba donde ahora se levanta el concello, y burlar a la Guardia Civil, iban por las leiras. Forradas de paquetes bajo las saias. Cuando venía el guardia tras ellas se le daban 50 pesetas, y adiós.

El librero e impresor Paco Luis Dasairas y su mujer CORINA ARRANZ

Mañana hemos quedado a desayunar con El Santi, el abuelo de Raquel Fernández Novoa, ex alumna del Máster de ABC, que publicó su historia en la revista fronterad con este arranque: “La historia de Verín, un pueblo marcado por su frontera, en plena dictadura, narrada a través de la figura de un taxista con una labor atípica: ayudar a los emigrantes a pasar la frontera y llegar a su destino. Desde mediados de los 50 hasta los 80, Verín encontró en el estraperlo un modo de vida”. A veces las historias empiezan de la manera más insospechada, o por un ángulo agudo, lateral, en el que no solemos reparar a primera vista, que en este caso podía referirse a las guerras de ultramar. Guerras como las de Angola, Mozambique o Guinea Bissau, que propiciaron que muchos jóvenes portugueses que, tras tres años de servicio militar, obligados a ir a combatir en África, tomaran la decisión de desertar, y para evitar que fueran demasiado lejos no les daban pasaporte.

Escaleras del Balneario de Cabreiroá CORINA ARRANZ

Hablamos en su peluquería de la Avenida de Cabreiroá de Verín con Santi, taxista y peluquero, El Santi, nacido en Verín en 1944, “el día de San Judas, el 28 de octubre”. Nieto e hijo de peluqueros: “Mi padre era barbero y sargento. Mi padre hizo la guerra entera. Hizo la mili en el 34 y cuando estalló la Guerra Civil le movilizaron. Estuvo en todas partes, en Asturias, Bilbao, Zaragoza, El Ebro, la sierra de Espadán, en Valencia... Le hirieron dos veces”. Sus clientes le encuentran leyendo el diario provincial por antonomasia: La Región. Tras años sentado, ahora está siempre de pie.

Santi cortando el pelo a Natalio CORINA ARRANZ

Cuando cierre Santi cierra la peluquería, que está en los bajos de la casa donde su mujer, Tere, tenía el comercio de telas, Trapos, y viven en el primer piso. A sus 74, recién cumplidos, su cabeza rige como un reloj bien aceitado. “El taxi era de mi suegro, y así confluyeron el taxista y el peluquero”. Tinín (¿o Chinín?), su suegro, era muy amigo de Beni, mi primo, la otra parte de aquellos dous de sempre a los que la vida separó. Tenía la parada frente al psicotécnico y tomaba café todas las mañanas con él.

Un aula del colegio Amor de Dios CORINA ARRANZ

Hizo dos millones de kilómetros. Pocas averías, la caja de cambios y el motor, que se gastaron. “Muchos pinchazos. Arreglábamos las ruedas en las gasolineras. Llevábamos cámaras preparadas”.

Muchos clientes que vienen a que les sache la cabeza. “Es un buen jardinero”. Entra Natalio, zamorano, cliente del Santi. El Santi me recuerda a John Berger. Elegante, fibroso, de palabras justas, bien conservado, lúcido. Volvemos a hablar de una guerra que no fue la nuestra, al menos no esta, no las que libraron los vecinos portugueses. Cada uno arrastra los pecados de sus antepasados. “Guerra de África, trataban de escapar. Los contactaban desde Chaves, adonde iba mi suegro, que tenía amigos allí. Iba todos los días allí. Venía un pasador y a veces traía a 15 personas que quería cruzar a Francia. Nos daban 3.000 pesetas por cada persona, y metíamos a cinco en el coche. A veces íbamos en dos coches. Casi siempre. Los dejábamos en Hendaya y allí subían al tren y tiraban hasta París o quien sabe qué otras ciudades. Empecé en el 67”.

“Al llegar me daban medio billete o media foto, que yo tenía que llevar de vuelta para entregárselo al pasador y poder cobrar. Estuve desde 1967 a 1985, 14 o 15 años, a veces hacía tres y hasta cuatro viajes a Hendaya, en ocho horas, zumbándole, no me quedaba a dormir. Ocho para ir, ocho para volver. Después empecé a llevar a las familias. Y se corrió la voz. Los recogía en Feces, junto al río Pequeno, o el Támega. Recorrí toda Francia, pero no la conozco. Un día llevé a un cliente hasta Milán. En el aeropuerto le dejé junto a un buen coche. A mí me dolía mucho una muela. Me dio dos pastillas. Me dijo que tomar una con la cena y si no me pasaba la segunda. Me tomé las dos y fui hasta Benavente como si me acabara de levantar, despejado y lúcido. Hasta que me desplomé de golpe. Me dio tiempo a arrimar el coche y dormir. Debían ser anfetaminas. Cuando pasaba por algunos lugares donde cenaba les pedía a las telefonistas que llamaran a la Tere. Por eso les regalaba flores y chocolates”.

El Santi recuerda como si estuviera comentando una película muda, en super-ocho, proyectándose en el cine en blanco y negro, o en aquellos colores desvaídos de los años sesenta, que yo asocio a mi propia infancia. Aparece la Tere. Recia, simpática, bienhumorada, aunque toma 18 pastillas al día. Nació en Mixos, en el monte, en una finca que era un molino. Pero de niña se fueron a Verín. Él gustaba mucho a las chicas. Ella gustaba mucho a los chicos. “Verín está morto. Hay más vida en Xinzo o en Allariz”.

Calculamos: debió trasladar a unos 6.000 portugueses hasta Francia. 25.000 kilómetros al mes. “Apenas hablaban. Tenían miedo. Muchos no habían salido nunca de su pueblo. En Viajes Oliva, en Ourense, donde les comprábamos los billetes de tren, les dibujábamos un reloj con la hora y el lugar donde se tenían que bajar y subir. Hablaban poco o portugués cerrado. No me gusta el café. Fumaba hasta cuatro cajetillas al día. Tenía que fregar el techo del Mercedes, que se quedaba negro. Tomaba Coca-cola y carajillos. Y ponía la quiniela con papel adhesivo en el volante e iba rellenando cada partido con un bolígrafo. Así me entretenía. Escuchando Radio Nacional”.

El Santi no cree en Dios, pero va todos los sábados a la iglesia porque cuando creyó que podía ser cancerígeno el bulto que le salió a Tere prometió que iría a misa si se curaba. Se compró un Lancia a escondidas, y casi le da un ataque cardiaco porque no se atrevía a contárselo cuando lo hizo en Navidad. Pero después se compró una Kawasaki y Tere le montó una escena y se pasó una semana entera durmiendo en el Lancia.

N-532. Chaves-Verín. Hacia Feces de Abaixo. Nubes de invierno, tarde suave. Camino de la raya seca que no lo es tanto. El Santi al volante del Dacia de Tere. Él tiene un Audi. Le gusta conducir. Suave. El Torrón, zona previa a la frontera. Clubs de alterne del lado español. Cruzamos. Frontera vacía, sobre el río Pequeno, entre pinsapos altos. Un regato, o río pequeño. A veces la frontera cerraba de noche y se formaban colas de hasta cinco kilómetros.

De 69 comercios que llegó a haber en los buenos tiempos quedan siete en Feces. Hablamos con el hijo de un contrabandista. “Vendía más para allá que para aquí. Era un negocio alegal, más que ilegal. Por aquí exportaban wolframio para los nazis, para blindar los tanques. Y entraban piezas para Barreiro. Se ganaba dinero en cualquier sitio, como en Vilagarcía con los narcos. Hace 50 años. Éramos bancos, cambiábamos dinero. La frontera era una universidad”.

Antonio Dos Santos, abuelo portugués, nació en Feces. “Había buena relación con la Guardia Civil, y conocían los almacenes, y les dábamos una contrapartida para que hicieran la vista gorda. Se vendía y compraba de todo. De aquí para allá: sobre todo alimentos, calzado, pantalones…

De allá para aquí: café, revistas pornográficas, plásticos, piedras de mechero, lingotes de estaño y plomo, y luego televisores, perros de caza, whisky. Pero cambiaba el sentido a veces. El mercado oscila. La tripa. Vivíamos todo, y vivíamos bien. Era una mafia blanda la Guardia Civil. Y en Navidad les dábamos cestas. Porque para los guardias también había un beneficio. Ahora todo ha decaído. Y me temo que hay otros tráficos: drogas, prostitutas, armas…”.

El abuelo nació en Portugal. El padre en Feces. Se fue a trabajar a Alemania. Ahorró 200.000 pesetas en billetes de cien, y compró esta tienda y el bar de al lado. Hace 60 años. José dos Santos, Pepe. Que era antes el nombre del bar, que ahora se llama Paco. El supermercado que atiende Dos Santos se llama Toni. “El comercio de frontera es atípico. Tenemos de todo. Somos El Corte Inglés de la frontera. Ahora tienen mucha oferta en Portugal, pero sus salarios son más bajos. En Portugal lo que quieren, o lo que querían, era amante, coche, pistola. Estamos pegados, pero somos muy distintos. Aquí no cerrábamos nunca. En Verín vivían de espaldas a la frontera”. El rumor de la frontera.

María José González Freijo ayuda a su madre. Comercio Compratudo. Lo abrió su abuelo. La madre lleva 45 años al frente. Van liquidando todo el género. Este y el Felisinde son los más antiguos. Ella lleva cuatro años con su madre. Repostería creativa. Diseña tartas por encargo. Piezas únicas. Estudió Bellas Artes en Santiago. “Tres años para acabar haciendo tartas. Sesenta euros la pieza. Nos dedicamos más a la ferretería, hornos, estufas, que a la alimentación”. La madre va liquidando todo lo que queda. “Mi abuelo era un formiguilla y se dedicaba al contrabando. Metía por ejemplo piedras de mechero en pollos y lo llevaba a vender a Barcelona y allí compraba otra mercancía y la vendía aquí. Por eso le quedó el nombre de Compratudo: Augusto padre e hijo. “Soy artista, me gusta la vida tranquila”.

Justa Iglesias García (en el medio), Alfonso Armada (a la izquierda) y Raquel Fernández (derecha) CORINA ARRANZ

Justa Iglesias García tiene 93 años. Nació en Verín el 28 de mayo de 1925. Su padre, carabinero, estuvo destinado en Baltar, A Xironda… Había nacido en Feces. Ella estudió en Verín, donde era “la chichi”. Así lo recuerda: “Me gustaba mucho ir a bailar. Veía por las cortinas del Aurora y entraba a bailar. Era el casino de Verín. Grandes personajes de Verín pasaban por el Aurora”. Soltera, tuvo una vez un novio que era “un malandro”. Se explica: “Andaba conmigo y con otra, a la que dejó embarazada y se casó con ella. Tuve muchos pretendientes, pero nunca me casé”. Y lo dice como casi todo lo que dice, riendo. Su padre no era malo. “No era malo para la gente. Dejaba pasar a muchos políticos que huían del régimen, en Puente Baya. Pero no fue a la guerra, estuvo siempre en la retaguardia”. Justa trabajó la tierra, bordaba, cosía. El comercio Rola, que es de su familia, languidece, como casi todos los pocos que aguantan en Feces.

Moulin Rouge, El francés, Gran Rancho, Rolley Box, cuatro puticlubs iluminados. El 90 por ciento de los clientes vienen de Portugal.

Club de carretera, " El francés" CORINA ARRANZ

Paco Luis Dasairas, nacido en 1957, librero e impresor, como su padre, que “trabajó en la imprenta Fuentes, heredera de don Lino, de quien por cierto tenemos tipos”. En esa imprenta se tiraba El Alto Támega, periódico republicano. Su padre fue rojo y le mataron. Dasairas es amigo de mi primo Beni y de Luisa, y con eso ya está dicho todo. Así se abren las puertas y las almas. María Luisa Carballido, nacida en 1962, compañera de vida y de faena. Traspasaron la imprenta que tenían frente a la aduana. Hizo lo mismo que su padre: imprenta y librería. Su hermano, historiador, escribe en el FARO DE VIGO, vive en Cangas.

Vicente Rodríguez, el bibliotecario, nació en Verín en 1973. La Biblioteca Pública Municipal de Verín fue nombrada la mejor de España. Primer premio María Moliner de Animación a la Lectura. Los dueños de las imprentas, y había dos importantes en Verín, eran también editores y directores de los periódicos que allí se editaban. Vicente Rodríguez, que es de esos bibliotecarios que se desviven por lo que hacen, nos enseña ejemplares del Nuevo Támega, El Eco de Monterrey y Heraldo de Verín, bien conservados, con el nombre de su suscriptor en la primera página. El de don Lino, Lino García Vázquez, Nuevo Támega, republicano, se imprimía en la plaza de García Barbón, donde tenía su comercio el impresor. Fue juzgado y ejecutado, como casi toda la corporación municipal del Frente Popular. “Era una buena persona”, como declararon quienes fueron llamados a declarar en el juicio.

Vicente Rodríguez, el bibliotecario CORINA ARRANZ

El otro gran impresor era Eladio Fuentes Cid, editor de El Eco de Monterrey y Heraldo de Verín, los dos periódicos conservadores. “Entre la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX llegó a haber 14 semanarios en Verín”. ¿Cuántos hay ahora? “Ninguno”.

Portada del Nuevo Támega del 30 de abril de 1926, bajo el epígrafe Problemas gallegos. Le dedica toda la portada al mismo asunto: “El ferrocarril de Orense a Zamora y sus complementarios. El de Ginzo a Vigo. Trazado que propone el Sr. Luis André, pasando por Bande, Celanova, Rivadavia (Pegigueiro), Mondariz y Redondela”. Lo contó Alberto Ojeda en El Cultural a raíz del estreno en Madrid de Curva España, un montaje de la compañía de teatro Chévere. “La guerra civil y el franquismo no sólo dejaron cadáveres en las cunetas, también quedaron en las bibliotecas”, afirma Xron, de Chévere Teatro. “Hablamos de Curva España, que recuerda la muerte del ingeniero José Fernández España en un accidente de tráfico en 1927. Un hecho que tuvo gran impacto en el subdesarrollo socioeconómico de Galicia, pues este técnico se hallaba en la zona de Verín para estudiar el trazado que debía unir Castilla con el sur galaico. ‘El progreso que suponía ese tren no llegó, lo que causó un atraso de décadas para la zona, que perdió mucha población, siendo hoy otro rincón de la España vaciada’, explica Xron, autor y director de la obra, en la que reivindica a Eloy Luis André”.

A Eloy Luis André, nacido en Mourazá y criado en Vilardevós, no le ha olvidado el teatro ni el bibliotecario de Verín. “Era un gran intelectual”, recuerda Vicente Rodríguez. “Trae a España la psicología moderna desde Alemania, donde pasa una larga temporada y envía artículos a ABC. Se implica en la reforma educativa que se debate en las Cortes y Castelao llevó el asunto. No se conocían mucho. Erudito olvidado. Murió de un cáncer en 1935, no tuvo que sufrir la guerra. Se perdió su biblioteca de Madrid, se conservó la de Vilardevós. Era republicano federalista, no nacionalista. No tenía mala relación con Castelao y era amigo de Otero Pedrayo”.

Cruces en el cementerio de Tosende CORINA ARRANZ

Quique Rego, bancario, nacido en Xironda en 1963, es historiador aficionado de la raia. Dice que hay una cultura propia. “Los del sur de Portugal les llaman gallegos. Los del norte de Galicia les llaman portugueses. Hay una forma peculiar de hablar”. Los arraianos de los que habla Xosé Luis Méndez Ferrín en la novela del mismo nombre son de la zona de Limia. “Siempre fue muy permeable. Había más comercio con Portugal y con el otro. Couto Mixto eran tres aldeas. Era una zona apátrida, con un estatuto especial reconocido por las dos partes. Os promiscuos, así se les llamaba. Tenían dos patrias. O ninguna. Couto Mixto fue un refugio de los carlistas. Muy despoblado. Apenas quedan unos 400 habitantes”. Raia seca, frontera silenciosa, dos países, un mítico Couto Mixto que queremos explorar a vuelo de pájaro, pero a ras de tierra. Pedimos orientación:

“Por Os Blancos”, nos aconseja Paco Dasairas, el librero e impresor, “y Calvos de Randín”.

N-525, Verín-Xinzo da Lima-Couto Mixto

Niebla y otoño. El amarillo, el ocre, el magenta, el vino se difuminan, como el deseo y la voluntad, con la niebla. Antes de volver a Madrid hacemos una pequeña incursión por un utópico dominio político llamado Couto Mixto formado por Rubiás, Meaus y Santiago de Rubiás. Este micro-estado independiente de 26 kilómetros cuadrados entre Portugal y España desapareció con el Tratado de Lisboa, firmado en 1864, y perdió todos sus privilegios, como la posibilidad de escoger la nacionalidad, la exención de impuestos y de hacer el servicio militar, el poder negar el acceso a tropas o conceder asilo y portar armas.

Viladerrei. Suave día de otoño, en el que el paisaje gallego exprime toda su variedad que no es vanidosa. El nuevo propietario del restaurante/café junto a la torre de Chaves, periodista español, dice de Portugal que “es un país demasiado pequeño para tanta vanidad”.

Brillan los troncos blancos de los álamos y los abedules.

Lobás.

Pintás.

Feás.

Calvos de Randín. Fronteira portuguesa. Tourém. Río Salas, embalse de Salas. Un puente largo y estrecho sobre el embalse que no atesora mucha agua. Entramos en Tourém por una pista de adoquines. Son 80 vecinos, nos confiesa un indígena, ante una preciosa casa de piedra de cuyo balcón, como un escudo heráldico humilde, cuelgan mazorcas de oro. Rota do Contrabando, 11 kilómetros. El paisano nos dice que para comer hemos de volver a Calvos. Recomienda el Café-bar Taxi. Comida casera. Sopa, dos chuletas de cerdo, tarta de café. Dos comidas, 19 euros.

Tanta soledad como belleza.

Baixo Lima. Serra do Xurés. Otoño, cerros, arbustos, oteros. OU-303.

Randín

Los tres sitios del Couto forman una ele invertida, Rubiás a la izquierda, Santiago a la derecha, Meaus arriba.

Feces, Meaus: suena escatológico. Entramos en Meaus a través de una carretera escoltada por altísimos árboles desnudos. Llueve mansamente al llegar, como si las nubes mearan.

Contemplamos Verín desde la pasarela de la autovía, el cordón sanitario de la vía de alta velocidad, aséptica, camino de Madrid, y nos damos cuenta de todas las vidas e historias que nos perdemos por no pararnos a escuchar, a sentir el pulso lento y verdadero de la vida, de tantas vidas e historias que le dan sentido a la existencia. Ahora, cuando pasemos cerca de Verín, pensaremos en todos ellos.

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