En 1979, Jose Afonso incluía en su álbum “Fura, fura” una pieza titulada “As Sete Mulheres do Minho”, basada en un hecho histórico al que en Portugal se denomina Revoluçao de María da Fonte aunque, paradojicamente, ninguna de aquellas mujeres sublevadas se apellidase así.
La rebelión estalló durante el Gobierno de Costa Cabral, en el año 1848. Cabral había decretado una reorganización fiscal en la que, como siempre, las más perjudicadas eran las clases menos pudientes, particularmente el humilde campesinado del norte del país. Y sin embargo, la chispa que encendió la hoguera no residió en las medidas económicas propiamente dichas, sino en una nueva ley que ordenaba la prohibición de los entierros en las iglesias, y obligaba, en el registro del óbito, a obtener licencia sanitaria, abonar el precio del entierro y realizarlo en los cementerios construidos a campo abierto. En las aldeas minhotas, estas normas, sobre todo la última, fueron recibidas como una afrenta, al considerar que el sepelio de seres queridos en tales recintos era algo así como dejarlos desprotegidos en su camino hacia el otro mundo.