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El artista que dialoga con la madera

“El árbol es mi principal fuente de inspiración; es un ser sabio que conecta la Tierra con el cosmos” afirma Frank Buschmann desde su “refugio gallego” de Corcubión.

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Frank Buschmann, el artista que dialoga con la madera Xoán Álvarez

“Este es nuestro sexto año en Corcubión; buscábamos un sitio donde vivir y trabajar de forma íntegra; huíamos Madrid, la ciudad no te permite accionar sino que te obliga a reaccionar, mientras que el rural –aunque yo la costa la veo como una urbe con diferentes barrios- te ofrece una escala más humana que no te deja tomar atajos que te corrompen, te permite el retorno a la idea de integridad que busco en mis proyectos y te devuelve la visión de lo que significa la producción, algo que perdemos en las urbes con tanto desplazamiento y la deslocalización ”, explica Frank Buschmann, el artesano y artista alemán nacido en Sudáfrica cuyos diseños de muebles son considerados obras de arte y están presentes en exposiciones y galerías y en las tres últimas ediciones de la Feria de Arte Contemporáneo ARCO.

Frank Buschmann, en su taller de Corcubión. Xoán Álvarez

Un bajo alquilado de una casa es el estudio provisional – pretende mudarse pero la pandemia ha retrasado su intención- donde diseña, crea y construye sus piezas. Tanto él como su mujer, María Bellas, una productora cultural madrileña de origen gallego con la que realizó durante años proyectos para la sala madrileña El Matadero, tenían claro que querían vivir en la Costa da Morte: la elección de Corcubión fue coincidencia al encontrar colegio para sus hijos. “Esto me aporta un ritmo más calmado y hay dos anécdotas que lo ilustran bien: cuando nos estábamos mudando pedimos un teléfono para llamar con un mes de antelación y pedir autorización para la descarga. Nos dieron el teléfono de Manolo, el policía municipal, que nos dijo que le avisáramos un día antes y él ya pondría la valla (en Madrid pagas unos treinta euros, tienes que avisar un mes antes y probablemente no esté organizado el día que quieres). La otra anécdota es que aquí te dicen “voy un momento a hablar con Lado”, que es el alcalde”.

Reconexión con la naturaleza

Otro factor importante que le ofrece la villa gallega es poder contemplar el horizonte, observar la naturaleza, una fuente de inspiración importante para poder reflexionar, sobre todo en tiempos de crisis. “Me han dicho que en la ciudad romantizamos el rural y yo les digo que los del rural romantizan la ciudad ¿Quién en el rural se ha muerto por estrés o por ruidos? En metrópolis como Tokio o Seúl la muerte fuera del lugar del trabajo está relacionada con el entorno laboral, en el metro caen como moscas”.

Nacido en Sudáfrica donde se crio hasta los doce años y de pasaporte alemán, Buschman ha trabajado en cuatro continentes (América, Asia, Europa y África). “Si me peguntas por mi nacionalidad, te diré que burocráticamente soy alemán, pero ahora me considero más español; en la pandemia nos ha salvado el espíritu de unidad que en Alemania no existe”, expresa, a la vez que confiesa que cada país le ha regalado algo. De Japón, donde realizó proyectos relacionados con el diseño y el arte performativo, le fascina el valor social que se le confiere al artesano; de Alemania ha heredado la base técnica sólida de la escuela de oficios donde se formó como ebanista; de Países Bajos, donde estudió y fue docente de la Escuela de diseño industrial de Eindhoven, el pensamiento conceptual y el pragmatismo; y de Sudáfrica, su parte menos intelectualizada ya que la vivió de niño, captó la conexión del ser humano con la tierra y aprendió a agradecer lo que uno tiene.

simbiosis de artesano y artista

Con este bagaje, Buschmann se muestra como una simbiosis de artesano y artista que combina sus facetas de ebanista por encargo –hasta realiza obras en casas de sus vecinos de Corcubión y recientemente ha creado dos renos para las navidades de Fisterra- y creación de piezas para exposiciones de arte. “Diría que artesano y artista buscan la perfección, pero el primero quiere producir un objeto perfecto mientras que el segundo también quiere transmitir un mensaje a través de ese objeto”, explica. Y eso es lo que hace cuando crea sus piezas e intenta transportar a ellas la idea de la integridad y cómo el ser humano trata la materia. “Me inspiro en muchas fuentes, que pueden ser textos como “Fausto” de Goethe hasta en la biomecánica, pero sobre todo en el árbol, de donde viene mi materia prima, que es una maestro de ingeniería y de sostenibilidad: se alimenta de lo que hay en un radio de cien metros y llega a ser el ser más alto del planeta, es un ser sabio y paciente que conecta la Tierra con el cosmos y podríamos aprender mucho de él, de toda la naturaleza en general”.

Frank Buschmann, en su taller de Corcubión. Xoán Álvarez

Tanto en términos técnicos como artísticos, Buschmann muestra en su trabajo el diálogo que mantiene con la dinámica de la propia madera en todos sus estados: formando ramificaciones que hacen que el árbol no se rompa con el viento y transformándose incluso cuando está cortada y seca en función de la humedad del entorno. En esa relación entre artesano-artista y madera “ella siempre tiene la última palabra”. “Para mí las uniones de la madera son metáforas sobre la libertad y la colaboración, en dos piezas conectadas, una siempre controla a la otra y entrega parte de su libertad de movimientos para, juntas, formar una nueva estructura”.

¿Una silla es una obra de arte?

En su proceso creativo, el diseñador emplea la intuición, desecha dibujar en papel o en ordenador su proyecto y emplea restos de maderas de su taller para realizar maquetas en las que busca formas, como si se tratase de un escultor. En su silla #3, expuesta en ARCO buscaba una silla basada en secuencias de diferentes sillas de la historia, criticando al diseño y siguiendo su práctica habitual de crear a través de un traspaso de planos, en el cual cada plano existe en el anterior y también en la suma de todos. “¿Una silla es una obra de arte?. No intento convencer a nadie de que lo es, la cuestión es que un galerista lo ha visto así. Siempre digo que mi obra no es el mueble, sino la manera de hacerlo; la pieza es el vehículo, el testigo de cómo lo he producido. Para el espectador resulta más accesible acercarse a una silla, sentarse en ella y si quiere, luego escucha la historia que hay tras ese objeto”.

Frank Buschmann, en su taller de Corcubión. Xoán Álvarez

Premios en Galicia

La prensa de flores “Monas” le dio el Premio Artesanía Galicia en 2019, por su calidad, sutileza, poesía y la evocación de la naturaleza gallega para llegar a una pieza conceptualmente rotunda y hermosa”, según valoró el jurado. “Mi propuesta era ofrecer una herramienta, en un entorno de cambio climático-para reconectar con la naturaleza, encontrar la capacidad de observar y cultivar la paciencia para prensar una flor, que cambia su estructura respecto a cuando la coges en el campo y habla de la relación entre el micro y el macro; de ahí el título, que proviene la palabra griega que significa la partícula más pequeña del universo, que a su vez refleja el universo entero”, comenta Buschmann. Un año más tarde, el ebanista consiguió el XIII Premio Antonio Fraguas de Artesanía de la Diputación de A Coruña. En esta ocasión presentó la silla contemporánea “Samba de uma Nota Só” realizada en pino y castaño, las dos únicas materias primas que encontró en Galicia y que le situaron ante un reto semejante al de un escritor que tiene que escribir un texto con dos palabras o un pintor dispuesto a hacer un cuadro con dos pigmentos. “Me vino a la cabeza la canción de Carl Jobim que compuso en los 60 una canción basada en una sola nota y me dije que tendría que ser capaz de hacer un mueble con castaño, que es una madera rústica de construcción”, explica.

Frank Buschmann, en su taller de Corcubión. Xoán Álvarez

Maderas y máquinas

Aunque por su filosofía de vida, trabajaría con maderas gallegas, confiesa que hay pocas adecuadas para sus muebles y emplea sobre todo nogal y cerezo, aunque también fresno y en los últimos años pino de Oregón. “Las máquinas me fascinan, pero no las uso”, confiesa. En eso coincide con la comunidad religiosa shake de los EEUU, cuya parte más conocida son los amish, cuando afirman que las máquinas regalan tiempo. “El problema es cuando las máquinas empiezan a controlar mi manera de hacer; en mi trabajo diario prefiero tocar la madera, tratarla en un grado que ninguna máquina podría hacer”.

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