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Lutieres, los artesanos de las melodías

Fabricantes manuales de instrumentos de cuerda y viento en Galicia mantienen en la sociedad de las nuevas tecnologías un oficio ancestral que se ha mantenido prácticamente intacto al paso de los siglos

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El Lutier Anxo Cabreira en acción Ricardo Grobas

Trabajan entre virutas y acordes, aportando sensibilidad a las maderas seleccionadas y tratadas con mimo, paciencia y minuciosidad para que se conviertan en el instrumento casi perfecto, el que permita a su propietario obtener el sonido que imagina en su mente. Los lutieres - término que designa a los fabricantes de instrumentos de cuerda- son artesanos herederos de un oficio ancestral cuya tarea manual no se ha visto aún superada por las máquinas.

Xaime Rivas, constructor de zanfonas, Carlos Corral, de gaitas, requintas y pitos, Anxo Cabreira, de violines, violas y violonchelos, y Jean Marc Van Loo, de bajos y guitarras eléctricas, nos relatan que les llevó a escoger esa dedicación profesional, tan inusual en la sociedad de las prisas y la producción en cadena, y cómo la ejercen en el mercado actual del siglo XXI, donde el trabajo artesano no siempre está valorado y lucha contra la robotización.

De carpintero y gaiteiro a lutier de zanfonas

Aunque no se promociona como artesano ni vive de ello, sino de las clases que imparte como profesor de construcción de zanfonas en la Escola Municipal de Artes e Oficios de Vigo (EMAO), Xaime Rivas fabrica este instrumento de cuerda en su taller de la parroquia viguesa de Sárdoma, en la planta superior de la carpintería paterna donde trabajó antes de encontrarse con la luthería. “Tocaba la gaita desde niño y a los 18, cuando comencé a ser profesor en centros culturales, me vi en la necesidad de conocer más en profundidad la construcción de ese instrumento para resolver cuestiones que me surgían en las clases”, relata. Esa curiosidad le llevo a matricularse en la EMAO como alumno de construcción de gaitas de Antón Corral en los años 90, pero una charla del maestro sobre la zanfona le hizo cambiarse de instrumento.

Xaime Rivas Dacosta con una zanfona en construcción en el aula de la EMAO de Vigo donde imparte clases. ALBA VILLAR

“En los 90 la zanfona estaba en desuso, había músicos esperando a que hubiera artesanos para que le hicieran una y en cuanto se comenzaron a dar clases de interpretación en la EMAO surgieron nuevos demandantes de instrumentos”, comenta. Treinta años después el panorama ha cambiado. Grupos de música tradicionales de diversas partes de España incorporan este instrumento de origen medieval cuyo antecesor es el enorme organistrum que debía ser tañido por dos personas: una para sujetarlo de un extremo y girar la manivela y otra para manipular el teclado.

“Nunca me consideré un mercenario de la artesanía”, declara Xaime Rivas, quien lucha por preservar la zanfona tradicional ibérica y se resiste a construir la europea, pese a ser la más demandada. “Las zanfonas que hago no tienen prácticamente salida, tengo varias esperando a algún romántico que las quiera, pero me resisto a hacer otras porque apuesto por la supervivencia de un instrumento”, confiesa.

“Es cuestión de mimar el material, tener paciencia y dar ese poco de más para que la pieza no quede casi perfecta, ya que si buscas la perfección no acabas nunca”

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La imagen de su taller no difiere de la de un carpintero, tiene los mismos bancos, sierras, de cinta y cepillos. De hecho “un luthier que previamente haya sido carpintero tiene muchas trazas de ser un buen artesano”, asegura. La selección de maderas -las de densidad alta, como boj, nogal o palo santo para los laterales, y las más blandas como pino abeto alemán o cedros para otras partes- es una parte importante del proceso. Luego viene la manera en la que se las trata. “Es cuestión de mimar el material, tener paciencia y dar ese poco de más para que la pieza no quede casi perfecta, ya que si buscas la perfección no acabas nunca”.

Sentir las vibraciones de las tablas, colocadas en un calibre determinado para que sean flexibles, maleables y adaptables a la caja armónica, y combinar maderas de diferentes densidades resulta fundamental para el resultado del trabajo, aunque “nunca vas a saber cómo suena hasta que empieces a encordar y afinar”, comenta. “La zanfona tiene muchos puntos débiles -el elemento más difícil de hacer es el teclado- que hay que dominar, como si fuera la mecánica del motor de un camión, hay que saber tocar en la dirección adecuada para aportar los sonidos que quieres”.

La fabricación de una zanfona le lleva de mes y medio a dos meses. Los precios oscilan entre los mil y diez mil euros. “Depende del modelo, de las maderas, de la cantidad de cuerdas y del sistema de amplificación que lleve”. Rivas construye dos modelos, uno más asequible para quien se quiera acercar al instrumento, y otro profesional, para conciertos. Su proceso de fabricación es todo manual, solo emplea el corte láser para la caja del teclado. Se puede mecanizar más el proceso, pero “el artesano se siente mejor cuando deja parte de sí en el instrumento que hace, por lo menos a mí me pasa”, sostiene.

Heredero del precursor de la gaita gallega

A Carlos Corral el oficio le viene de familia. Hijo del gaiteiro, maestro y precursor de los artesanos de gaitas gallegos Antón Corral, quien a sus 86 años aún continúa yendo por su taller, creció entre virutas y tornos. “En los 70 solo había dos artesanos en Galicia que se repartían el mercado; mi padre comenzó a hacerlas de forma autodidacta en un cuarto de nuestra casa en Lugo cuando por consejo médico tuvo que abandonar su trabajo de viajante-”, recuerda. Del taller doméstico pasaron al de la Diputación de Lugo, luego a Ortigueira, otra vez a la capitán lucense y, desde el 83, a diferentes ubicaciones en Vigo. En la actualidad su padre tiene el taller en Tui y él en Ponteareas, combinando la fabricación de gaita, pitos y requintas (instrumentos de la familia de las flautas con una digitación y afinación similares a las de la gaita) con su labor de docente en la EMAO de Vigo.

Carlos Corral con piezas de gaitas. Alba Villar

“Mi clientela es muy reducida, el mercado de gaitas en Galicia está muy saturado, en parte porque la EMAO lleva 36 años formando artesanos”, comenta. Por eso ha diversificado producto y trabaja más para otras zonas de España que para Galicia, para profesionales, grupos de música y particulares. Entre sus compradores figuran músicos orientales, uno de ellos Yuki Kojimo, un japonés admirador de Carlos Núñez que hace música gallega en su país vestido de gaiteiro y ganó con su grupo en el Festival de Ortigueira. “Contactó conmigo por internet, me encargó cuatro pitos y cuando vino a Galicia se pasó por mí taller a conocerme”.

"El mercado de la gaita en Galicia está saturado, por eso también hago requintas y pitos"

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Al ser artesano y hacer piezas manualmente, el trabajo es personalizado al gusto del cliente. “Los músicos suelen pedir elementos estéticos que los diferencien de otros, como anillados de plata, espigas metálicas o incrustaciones”, comenta. En cuanto a detalles más técnicos, “la gaita es un instrumento que ya está muy redondo, como mucho te pueden pedir que hagas un “furado” para conseguir dar con el pulgar esa nota que no consiguen; y en el caso de las requintas que incorpores una segunda o tercera llave”.

Tornos con los que habitualmente se trabaja el metal, maderas de boj, si se encuentran porque escasean, y de especies tropicales son su maquinaria y material de trabajo principales. Hacer una gaita le lleva una semana y su precio arranca en los mil euros para un uso profesional -las de iniciación son mucho más asequibles-; un pito, tres o cuatro días y cuesta desde 400 euros -”no es lo que vale, pero si le pongo el precio real no vendería ni uno” , indica-; y una requinta, entre seis y ocho días por una cantidad que oscila entre los 600 y 900 euros.

El Stradivari gallego

La combinación de sus dos grandes aficiones de infancia -la música y trabajar la madera- condujo directamente al vigués Anxo Cabreira a formarse como luthier, primero en su ciudad, donde completó la formación en la EMAO de luthería antigua y construcción de gaitas y zanfonas, y más tarde en Bilbao, donde se formó como técnico de luthería especializado en el cuarteto clásico de cuerdas, que considera la forma perfecta acústica.

Tras trabajar una larga temporada en el taller Hans Weshar de Los Ángeles, considerado la cuna mundial de la restauración de grandes instrumentos, Cabreira regresó a su tierra natal hace ocho años y en la actualidad se dedica a construir, restaurar y mantener violines, violas y violonchelos desde el taller ubicado en Navia en el que trabaja junto a su compañera, la alemana Lena Zum Egen. “Es un oficio que no ha cambiado desde hace trescientos años; mis herramientas de trabajo son cepillos, gubias, formones y sargentos”, comenta el luthier gallego de 35 años. Maderas de abeto para las cajas armónicas, arce para fondos y aros, arce para el mástil y ébano para el diapasón son los materiales que emplea para construir las nuevas piezas, para las que tiene una lista de espera de un año.

Anxo Cabreira y Lena Zum Egen en su taller de luthería de violines, violonchelos y violas en Vigo. Ricardo Grobas

Fabricar un violín le lleva unas trescientas horas de trabajo, para un cello emplea setecientas. Su trabajo es un conjunto de varios factores, por una parte “hay que tener sensibilidad acústica, entender lo que el músico te pide y traducir a la madera las sensaciones que está teniendo y las que quiera mejorar”. “También hay mucha matemática física y acústica, cosas que no tienen que ver con la magia”, añade.

"Hay que tener sensibilidad acústica, entender lo que el músico te pide y transmitir a la madera esas sensaciones que tiene o quiere"

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A la hora de realizar un instrumento por encargo, Cabreira trabaja casi como un sastre adaptando el tamaño de la pieza a la complexión física del usuario. “Buscas el confort del músico al usar el instrumento porque si está cómodo interpretando, sonará mucho mejor”, dice esta artesano, de cuyo taller salen instrumentos para diferentes países del mundo.

Comprender lo que el cliente demanda requiere experiencia, empatía, sensibilidad y observación. “En cuerda frotada el músico suele pedir el sonido que tiene idealizado en la cabeza y que resulta difícil de expresar con palabras porque no existen adjetivos propios del sentido del oído, casi todos se toman prestados de otros sentidos -hablamos de sonido redondo, dulce, áspero-, por eso para entenderlo y poder fabricar un instrumento que le permita dibujar con el arco lo que imagina tienen que saber qué necesidades tiene, con qué presión toca, si va a ser solista, etc”.

Devolver la vida a un violín de cuatro siglos

Si bien en la actualidad el reparto de tareas en el taller ha asignado las labores de mantenimiento y reparación a su compañera Lena y las de construcción de nuevas piezas a él, por las manos de Cabreira han pasado instrumentos muy singulares que necesitaban ser restaurados. Varios stradivarius y guarneris recobraron su vida acústica gracias a su labor, aunque de todas las piezas a las que devolvió la vida recuerda un violín Francesco Gobetti cuyas piezas más antiguas tenían 350 años. “Fue muy gratificante y emocionante volverlo a escuchar después de cuatro meses de reparación”, comenta. “Es un honor poder dejar tu huella en instrumentos así , además de suponer mucha responsabilidad. Como dicen los grandes violinistas: “No es mi violín, soy su músico”. Nosotros nos iremos y el instrumento quedará ahí para que otro continúe con él”. Otra pieza destacada con la que trabajó en Los Ángeles fue el violín Vieuxtemps, catalogado como el más caro del mundo, que pertenecía en aquel momento a la intérprete estadounidense Akiko Meyers.

Entre los proyectos de Anxo Cabreira se encuentra realizar la réplica del cello “el Bajo de España”, un modelo de la etapa dorada de Antonio Stradivari. “Llevo años queriendo poner me con ello, pero no tengo tiempo”, comenta. Y es que trabajo no le falta. El pasado verano tuvo que encerrarse en el taller para poder construir en tiempo récord un violín con el que acudió al concurso Antonio Stradivari en Cremona, donde obtuvo muy buenas críticas por parte del jurado. Otra de sus asignaturas pendientes es construir su propio violonchelo pues el que tenía se lo compraron. “Violín ya tengo uno propio, basado en las copias de Stradivarius para el Palacio Real con madre perla y ornamentación, pero no lo toco”, relata Cabreira.

Bajos y guitarras “made in Vigo”

Bajista desde que tenía dieciséis años, el holandés Jean Marc Van Loo tuvo su primer contacto con el mundo de la luthería cuando llevó su instrumento a una tienda de música para que se lo pusieran a punto y “salió peor de lo que entró, así que me puse a ajustarlo”. Su segundo acercamiento al oficio le llegó más tarde, en Vigo, ciudad a la que llegó por amor a su actual mujer y por la que dejó París y la empresa de productos audiovisuales (broadcast) que había montado tras estudiar Marketing y Ventas. “Pasé de trabajar doce horas al día a no hacer nada, así que me apunté a clases de luthería antigua con Ramón Casal en la EMAO, donde aprendí a hacer arpas”, relata. Durante esa etapa formativa, Van Loo se convirtió en alumno aventajado del maestro, quien le confiaba el remate de instrumentos a medio hacer, mientras mantenía en paralelo su trabajo de reparación de instrumentos - bajos y guitarras eléctricas y acústicas- .

Jean Marc Van Loo fabrica y repara guitarras y bajos eléctricos. Ricardo Grobas

Tras establecerse con un colega de la escuela, Van Loo montó su propio taller de fabricación en 2009. “Es un trabajo puramente pasional que me permite pagar las facturas del taller y realizar inversiones cuando las necesito, pero no vivo de ello porque tampoco le dedico ocho horas al día”, explica.

"Se pueden usar máquinas, pero el artesano se siente mejor cuando deja parte de sí en el instrumento que hace"

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Sus clientes de reparación y mantenimiento son locales, -“no puedo ajustar aquí algo que se vaya a tocar en otro sitio , por cuestiones meteorológicas”, puntualiza-, mientras que las guitarras y bajos eléctricos que construye se distribuyen por diferentes países de Europa, fundamentalmente España, Francia y Portugal. “La mayoría son profesionales o grandes apasionados, aunque con el confinamiento se ha descubierto un nuevo tipo de clientela: personas mayores con tiempo libre que dirigieron la vista hacia el instrumento que tenían olvidado y me lo han traído al taller a que se lo ponga al día”, explica.

Dos tercios de su trabajo en el taller los ocupa en reparaciones y  un tercio en fabricación de nuevas piezas. Tiene un modelo de guitarra de viaje, la Voo, que destaca por su potencia. “Suena enorme, pese a su cuerpo pequeñito”, comenta. El actor Luis Tosar tiene una. En cuanto a bajos eléctricos, esta desarrollando un modelo “definitivo” que será el cúmulo de modelos anteriores y concentra muchos años de experiencia como fabricante y restaurador. “Pretendo sacar el prototipo en tres meses y en noviembre de 2022 tener un par de ellos listos para la exposición que la Asociación de lutieres Contemporáneos, a la que pertenezco, celebrará en Barcelona”, dice. Mientras tanto ha creado expectación entre sus seguidores a los que ofrece cada semana un vídeo en su canal de Youtube donde presenta efectos para bajos y explica lo que le gusta (o no), transmitiendo su entusiasmo por el sonido.

Jean Marc Van Loo fabrica y repara guitarras y bajos eléctricos. Ricardo Grobas

En una sociedad tan tecnificada como la actual, Van Loo considera que el oficio de luthier “nunca desaparecerá mientras exista la música” y que no podrá ser sustituido por máquinas. “Hay un aspecto de revisión de cada elemento cuando trabajas a mano que una máquina no puede hacer, nunca podrá igualar la manera en que eliges la madera, cómo bovinas la pastilla electromagnética que recoge el sonido, el cuidado que aportas en cada fase, cómo ajustas el instrumento a lo que quieres. Si eso lo pudieran hacer las grandes marcas, costaría el doble o el triple”, explica.

"Este oficio no desaparecerá mientras exista la música"

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“Busco ofrecer equilibrio a todos los niveles, dar al cliente el instrumento que quiere, siendo humilde, es decir, diciéndole cuando no puedo hacer lo que me pide”, explica Van Loo, para quien su oficio tiene algo que ver con el de consultor de psicología. “Muchos vienen pidiendo algo que no encuentran en el mercado, ese sonido que tienen en mente pero no logran, a veces es posible, pero otras tengo que asesorarles y convencerles, por ejemplo, de que no tocarán mejor con una guitarra rosa -bromea-. A veces vienen con una idea, charlan conmigo y salen del taller con otra idea”.

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