Bachir Samb nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1997. Hijo de senegaleses, sus padres se divorciaron cuando él era un muy pequeño y una familia grancanaria lo acogió y lo cuidó hasta que con 8 años su madre le pide que viaje a Senegal a cuidar a su abuela enferma. Lo que iba a ser un viaje relámpago de tres meses se convirtió en una estancia de 14 años y, sobre todo, en un aprendizaje pare este joven de 24 años que hoy es actor, cantante y, desde hace unas semanas, escritor.
En este su primer libro, que lleva por título Una carta a Adelina, Basi, que es como lo conocen sus amigos, le cuenta a su “mami canaria”, la Adelina que lo crió de niño, todo lo que vivió en África en esos 14 años, además de reflexionar, como migrante de ida y vuelta, sobre “cómo fue llegar a África siendo negro”.
Dice Bachir Samb que darse cuenta de haber vivido “una realidad distinta a la estamos acostumbrados a ver en Europa” fue una de las principales razones que le animó a escribir este libro. “No todos los negros son inmigrantes y vienen a buscar oportunidades. Hay unos que llevan toda la vida aquí pero se les trata como si fuesen de fuera”, reflexiona este chico que actualmente reside en Madrid.
Hijo de dos senegaleses que se conocieron en Gran Canaria, “mi madre era estudiante”, dice, “y mi padre ya estaba aquí desde mucho tiempo antes”. Él es empresario y actualmente viaja entre Reino Unido, Estados Unidos y Tenerife. La pareja tiene a Bachir pero la relación se acaba y el matrimonio se rompe, momento en el cual irrumpe la Adelina a quien alude en el título del libro.
Ella y el resto de su numerosa familia acogen a Bachir en su casa del Puerto, a pocos metros de Playa Chica, donde el niño se cría como uno más correteando por las calles aledañas a Las Canteras. “Recuerdo mi infancia con la normalidad de cualquier otro niño”, rememora . “Vivía con una familia española y nunca me faltó de nada porque supieron darme el amor y el cariño que un niño se merece, pero es verdad que en la escuela solo hice el primer curso y llegué a sufrir racismo desde muy temprana edad aunque eso sucedía fuera de casa. Dentro me sentía muy mimado con los hijos e hijas de Adelina o comiendo paellas los fines de semana”, explicaba horas antes de volverse a tirar a coger olas en la playa de su infancia.
Basi reconoce que otro de los motivos que le empujaron a contar su vida en Una carta a Adelina ha sido poder relatarle a ella tantas cosas que le preguntaba cuando él estaba recién llegado a Senegal nada más abandonar a su familia española. Entre que era un niño y no sabía expresarse bien cuando Adelina le llamaba por teléfono a Senegal y le preguntaba por hambrunas o guerras, sumado a que, además, el chiquillo no sabía hablar ni francés ni wolof —“si en Senegal no hablas wolof no eres nadie”, explica—, Basi nunca pudo contarle a su “mami canaria”, como la llama, tantas y tantas cosas que ella, preocupada, preguntaba. Además, con el paso del tiempo se dio cuenta de cuántos estereotipos preconcebidos existían en la sociedad europea con respecto a África, y por eso durante el confinamiento se puso manos a la obra para escribir los primeros diez años de su vida y su experiencia como chico negro en España “y chico no tan negro”, dice, en África.
“Nunca pasé hambre ni vi guerras ni explosiones”, cuenta. “Digamos que los medios de comunicación sólo nos venden en Europa las imágenes que ellos quieren que veamos” del continente africano. “Yo recuerdo que aún siendo un niño tuve siempre muy claro que tenía que comprobarlo con mis propios ojos antes de creerme” lo que escuchaba del país del cual eran originarios sus progenitores. “No soy de los que juzgan un libro por su portada”, añade rotundo.