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Mujeres fuera de serie

La joyera que engarza talento y superación

Carmen Álvarez, joven coruñesa con Síndrome de Down, cosecha premios y clientela con las creaciones de bisutería que vende en internet con la firma Carmelamola. A pesar de sus grandes dificultades, ha cumplido su sueño de ser joyera y empresaria y, como forma de agradecimiento, participa en eventos solidarios e imparte talleres en residencias para que los ancianos mejoren su psicomotricidad

Carmen Álvarez, en el taller de joyería que tiene en su casa de A Coruña. Víctor Echave

En joyería, una pieza de más o de menos puede hacer que el resultado no sea atractivo. En la vida de Carmen, sin embargo, el cromosoma de más con el que nació le provocó Síndrome de Down, pero el resultado es plenamente armonioso.

Carmen Álvarez Rodríguez tiene 20 años y ha cumplido su sueño de ser empresaria. Sus joyas, que llevan el sello ‘Carmelamola’, se venden con gran éxito en España y el extranjero y la joven disfruta durante horas en su taller imaginando y dando forma a nuevas piezas. Con el apoyo de su familia, Carmen ha ganado varios premios para emprendedores y, en su afán por agradecer todo lo bueno que le ha pasado, quiere impartir nuevos talleres de joyería en residencias de mayores, una iniciativa que ya realizó antes de la pandemia.

  • ¿Quién soy?

    “Una chica presumida y alegre. Soy empresaria y me gusta mucho hacer joyas en mi taller y que la gente se las ponga”

Carmen nació en A Coruña y su inesperada llegada revolucionó la vida de sus padres, los periodistas Ana y Manuel. Durante el embarazo no hubo señales que anunciaran que el bebé tenía un trastorno genético ni tenían antecedentes familiares. “Aunque tardaron bastante en confirmarnos el diagnóstico, el silencio absoluto que hubo en la sala de partos nos hizo sospechar lo que ocurría”, recuerda Ana, que es otra mujer fuera de serie. Además, se trata de un caso poco habitual, un síndrome de Down por translocación, que sucede cuando un cromosoma 21 se rompe y alguno de esos fragmentos (o el cromosoma al completo) se une de manera anómala a otra pareja cromosómica, generalmente al 14. Esto hace que el síndrome se manifieste con algunas características especiales “que ni siquiera los médicos pudieron adelantarnos cuáles podrían ser”, añade la madre, que resultó ser la portadora sana de esta translocación tras el análisis genético al que se sometieron ambos padres.

Tras la noticia, confiesan que se les cayó el mundo encima. “Éramos padres primerizos, muy jóvenes y llenos de proyectos y, de golpe, te llega un bebé que no sabes cómo debes de tratar”, recuerda Rodríguez. Sin embargo, la pareja reaccionó con rapidez: “Era nuestro bebé y teníamos que sacarlo adelante como fuese, así que lo primero que hicimos fue acudir a la Asociación de Síndrome de Down de A Coruña en busca de asesoramiento”.

Carmela, como la llaman en casa, fue al colegio ordinario, ya que sus padres apostaron por la integración total. Cursó Primaria en Jesuitinas y Secundaria en la Compañía de María. “Fue una experiencia fantástica no solo para ella, sino también para sus compañeros”, relata la madre, aunque advierte que al crecer todo se complica. “De pequeños no se distinguen demasiado, pero cuando crecen surgen las lógicas diferencias y las relaciones son más difíciles”, añade.

Desde muy pequeña, la niña recibía intensivas sesiones de estimulación y atención temprana. “Utilizar la tijera, romper papeles, abrir botes… Son actividades muy mecánicas que necesitan ejercitar para ganar agilidad en las manos y mejorar la motricidad fina”. Actividades imprescindibles pero, advierte Ana, “tremendamente aburridas y monótonas cuando van creciendo”.

Fue en la adolescencia cuando a la entregada progenitora se le ocurrió buscar fórmulas alternativas a estos ejercicios que pudieran ser más estimulantes. “Como Carmen es muy presumida y siempre le gustaron las joyas, pensé que practicar ensartando bolitas y otros abalorios en hilos podía motivarla”, explica. Y dieron en el clavo. Carmen se entusiasmó con esta nueva actividad. Primero probaron con bolas grandes, de madera, después de otros materiales, colores, luego con otro tipo de piezas… Y la joven veía que su trabajo tenía una finalidad: embellecer a quien lo llevaba, lo que a ella la motivaba enormemente.

Ana fue la primera clienta de su hija. Lucía con orgullo sus pendientes, pulseras y collares y sus compañeros de la Televisión de Galicia se asombraban al enterarse de que las había hecho su hija: “¡Cómo mola Carmela”!, decían. Y así fue como bautizaron a la marca cuando decidieron comercializar las piezas. “La gente empezó a encargarle cosas y una amiga nos dio la idea de crear la página web y la empresa”, cuenta la madre.

Carmen ha cambiado totalmente desde que crearan la empresa. “Estaba pasando un mal momento; repetía muchas veces que ella no podía hacer nada porque tenía Síndrome de Down. Ahora su autoestima ha mejorado un montón; siente que es útil y feliz”, asegura Ana con satisfacción.

Lo cierto es que Carmen pasa horas en el taller que han montado en su casa insertando con sus menudas manos los abalorios. Lleva en el bolsillo la llave de este espacio. Su espacio. Su empresa. Y dice con orgullo que ella es “joyera y empresaria”. Y mientras clasifica las piezas, las introduce en botes, elabora las piezas y ordena todo realiza, casi sin darse cuenta, un ejercicio súper completo y beneficioso para ella. La ilusión y entusiasmo de Carmen es tal que sus grandes problemas de visión -tiene 12 dioptrías y cataratas- no han sido impedimento para cumplir su objetivo. Una lámpara y una lupa son sus pequeñas armas para superar estas dificultades. “Su oftalmólogo no puede entender que sea capaz de hacerlo, ya que le cuesta mucho fijar la atención en algo. Es el ejemplo de que cuando a alguien le gusta algo, supera todas las dificultades”, asegura su madre.

Carmen Álvarez, en el taller de joyería que tiene en su casa de A Coruña Víctor Echave

La joven coruñesa lleva casi tres años al frente de esta iniciativa que tuvo una acogida excepcional. “Cuando salió en prensa y televisión, creció como la pólvora y también algunas tiendas se pusieron en contacto con nosotros. Nunca hubiéramos imaginado lo que iba a pasar”, admiten.

Carmen cuenta con el apoyo de toda su familia. Su hermana Sara, de 18 años y que acaba de empezar Arquitectura, le diseñó la página web donde se presentan los productos y también es la autora del logotipo, que refleja los tres cromosomas que hacen a Carmen única. También es ella quien gestiona las redes sociales y graba los vídeos para el canal de YouTube de Carmela. Las fotos de las piezas las realiza el padre, que es técnico en la TVG y miembro de la directiva de Down Coruña. Y su madre es su más cercana colaboradora: “Yo estoy a su lado, pero ella cada vez está más suelta, autónoma e innovadora”, advierte Ana.

Carmen, en la gala solidaria Trece Luzes FDV

El trabajo de Carmen ha recibido varios premios como el Ewoman 2019 al menor negocio online y el de Xuventude Crea 2018, donde quedó finalista en la especialidad de diseño de joyas. “Fue seleccionada a sobre cerrado, es decir que nadie sabía que detrás de aquellas piezas de bisutería estaba una persona con Síndrome de Down, y eso nos alegra porque significa que la valoran por su trabajo”, afirma la madre. “La gente compra sus joyas porque les gustan y, después, descubren a su autora y las lucen incluso más felices”, añade. También acaba de participar en la gala solidaria Trece Luzes, a favor de la fundación Meniños, siendo una de las 13 embajadoras del evento. Los galardones y los recortes de prensa lucen en su taller y Carmen los muestra con orgullo.

Carmen Álvarez, en el taller de joyería que tiene en su casa de A Coruña. Víctor Echave

La vida de Carmelamola será todo lo larga que su creadora desee. “Nunca vamos a obligar a Carmen a mantener este proyecto, solo mientras ella lo disfrute”, advierten los padres. Mientras tanto, la joven coruñesa compaginará su arte con un módulo básico de formación Profesional que está a punto de iniciar. Además, quiere retomar la realización de talleres en residencias de la tercera edad que tuvieron que cancelar por la pandemia. “Fue una lástima porque era una experiencia alucinante y Carmen tiene muchas ganas de volverlos a hacer”, destaca su madre, que advierte que el Covid ha supuesto un “enorme retroceso” para las personas con discapacidad.

El aislamiento obligado fue muy complicado también para Carmela, pero poco a poco su vida va volviendo a la normalidad. “Es una adolescente y le encanta la música, salir con sus amigos y, sobre todo, ir al piso que tiene la asociación Down Coruña, donde practican para independizarse el día de mañana, que es su objetivo”, describe Ana.

El ejemplo de Carmen ha sido inspiración para muchas familias con hijos con discapacidad, que se han puesto en contacto con ellos en busca de asesoramiento. “Nosotros no somos expertos, tan solo hemos ido aprendiendo junto a ella, pero si podemos ayudar a otras familias a que sus hijos logren dedicarse a lo que realmente les gusta y, quién sabe, llegar a tener una salida laboral, pues encantados”, destacan.

"Todos tenemos un potencial; solo hay que descubrirlo”, asegura Ana, madre de Carmen

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La historia de Carmela la resumen sus padres perfectamente en una sola frase: “Todos tenemos un potencial; solo hay que descubrirlo”. Y Carmela sonríe con esa sonrisa franca y abierta que derrite a todos.

Las pioneras: Judith Scott, la escultora outsider

Judith Scott WikiArt

Judith Scott (Ohio, 1943-California, 2005) nació en una familia de clase media junto a su hermana gemela Joyce. Judith nació con Síndrome de Down y durante la infancia sufrió escarlatina y perdió la audición. Hasta los siete años vivió junto a su gemela, pero cuando llegó el momento de asistir a la escuela, la familia decidió internar a Judith en una institución para personas con discapacidad, una separación que afectó mucho a las hermanas.

Tras 35 años y largas negociaciones, Joyce Scott asumió la tutela legal de su hermana.

En 1987, Scott comenzó a asistir al Creative Growth Art Center y allí descubrió su pasión y talento por la escultura. Sus dones creativos se reconocieron rápidamente. Tomaba los objetos que encontraba, los envolvía en hilos de colores y creaba esculturas de formas diferentes.

Su primera exposición fue en 1999 y su trabajo se volvió muy popular en el mundo del outsider art o arte marginal. Su obra se encuentra en las colecciones de muchos museos, entre ellos el MOMA.

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