La apariencia de las cosas

Aspecto de una de las jornadas de la reciente Feria del Libro de Madrid

Aspecto de una de las jornadas de la reciente Feria del Libro de Madrid / Aladino Fernández

María Oruña

María Oruña

La apariencia de las cosas es el título de una novela de Elizabeth Brundage, ¿la conocen? Una mujer es brutalmente asesinada en su casa, a la que se acaba de mudar, y que la gente del pueblo cree que está encantada. En realidad, muchos sospechan que la ha matado su marido mientras la hija de ambos, de tres años, se encuentra durmiendo en otra habitación. Todos saben, pero se niegan a creer. Intuiciones, nada más. ¿Puede uno conformarse con la apariencia de las cosas?

Acaba de terminar la singular Feria del Libro de Madrid, y hay prensa que en sus titulares destaca que ha logrado más de 9 millones de euros de beneficios, mientras que otros recalcan, negativizando el resultado, que supone un 10% menos de ingresos que en el 2019. Ha sido llamada la feria del reencuentro, aunque algunos tiendan más al desencuentro absoluto. Un teatrillo que había que hacer y que solo beneficiaba a los grandes. Algunas pequeñas editoriales se han quejado de haber sido relegadas a una isleta central que funcionaba como un “experimento” que ha salido mal, pues por ahí aseguran que había menos flujo de gente y que eran tapados por las colas de las firmas.

Sin embargo, lo cierto es que han sido vendidos unos 460.000 ejemplares y que ha habido 4.500 firmas por parte de 1.700 firmantes. ¿Cuál es la verdadera realidad en este asunto, entonces? ¿Un éxito empresarial o una operación publicitaria que solo ha dado resultado a los poderosos?

Permítanme dar mi parcial opinión, pues he estado firmando en la Feria de Madrid sus tres fines de semana. Había errores organizativos, que creo que obedecían más a normas incongruentes anti covid que a la propia mecánica del evento. Un espacio abierto como El Retiro, vallado y limitado en una superficie muy inferior a la habitual. ¿No habría sido mejor utilizar el espacio más amplio posible para las 320 casetas, para así no tener que cerrar el perímetro? Las colas de los lectores para acceder al recinto eran impresionantes, y confieso que yo misma habría desistido de esperar en aquellas largas culebras bajo el inclemente sol madrileño. Curiosamente, a pesar de que lo que se buscaba era un flujo constante de público, dentro del recinto había algunos puestos de consumiciones con asientos.

"Es fácil detenerse en lo negativo. Yo pienso, sin embargo, en lo emocionante que fue firmar el primer fin de semana de la Feria del Libro de Madrid"

En las redes sociales las opiniones e imágenes brotaban sin cesar; de hecho, solo en twitter se mencionó la Feria en al menos 106.000 ocasiones. En una de ellas, con gran polémica al poder visualizarse a un conocido autor recibiendo a los lectores desde la distancia y sin mascarilla, permitiendo solo que los ejemplares a firmar llegasen hasta él tras pasar por la bayeta de una azafata, mientras dos guardaespaldas vigilaban.

Es fácil detenerse en lo negativo. Yo pienso, sin embargo, en lo emocionante que fue firmar el primer fin de semana de la feria, con avalanchas de lectores que no daban un respiro y a los que se les notaba con ganas de, por fin, cruzar miradas e impresiones; porque, ¿qué es la cultura, sino encuentro? Así, detengo el recuerdo en la esperanza que consiguió abrirse paso, en la alegría de volver a pisar El Retiro y en los aplausos con los que se cerraron las verjas el pasado domingo. Sabemos que este es un juego de matemáticas, de negocio y resultados, pero el caso es que estuvimos allí, y que yo misma pude dar la mano a lectores que lloraban de emoción y a libreros que respiraban profundo, agradecidos por volver.

¿Saben qué? En el libro que antes les comentaba de Elizabeth Brundage se citaba al pintor George Innes: “La belleza depende de lo que no se ve, de lo visible que existe sobre lo invisible”; y yo creo que tal vez esta Feria sí fue la del reencuentro, después de todo. 

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