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Refugiados en busca de un hogar

Cinco personas de diferentes orígenes relatan cómo han sido sus experiencias de abandonar sus países y solicitar acogida en Galicia

De izquierda a derecha: Fadile Charmi, Vajdhid, Juman, Brahim Ben Kazel y Austin Bruel Curtis

“Llega un momento en que tienes que decidir entre escaparte de tu país o quedarte y morir, no un día, sino morir cada día”. Así resume Juman, iraní de 27 años residente en Vigo los motivos que le llevaron a abandonar su tierra de origen y viajar a Turquía para pedir asilo hace ya seis años. Él tuvo “suerte”, al igual que su compatriota Vajdhid, porque consiguieron llegar a España a través de ACNUR, la agencia de la ONU encargada de los refugiados, y como beneficiarios del programa del gobierno español de protección de asilados, del que obtuvieron apoyo durante su primer año y medio de estancia en su país de acogida a través de Provivienda, la entidad encargada en ambos casos de aplicar ese programa gubernamental.

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También fueron “afortunados” Austin, perseguido en Costa de Marfil por su orientación sexual y que ahora reside en A Coruña subsistiendo de momento con una pequeña ayuda de la RISGA (Renta de Integración Social) y sobre todo gracias al apoyo de la Asociación Alas de defensa de derechos de las personas LGTBI, y Brahim, un beréber de origen marroquí que llegó como MENA (Menor no Acompañado) y ahora con 20 años vive, trabaja y estudia en Ferrol.

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Los tres que llegaron de adultos consiguieron entrar en el programa gubernamental de refugiados, que hasta 2010 “fue un fracaso”, según sostiene Fadile Chami, presidenta de la asociación sirio-gallega Swat. La alternativa para otros que buscan acogida es peor, ya que si solicitan en España el asilo le esperan años de trámites en una situación de desprotección. Y si se les deniega, se quedan en el país por motivos de arraigo laboral o social, algo que se consigue como norma general con un año de contrato o tres de residencia.

Un largo proceso

En general, las personas que proceden de países en guerra o discriminadas por su orientación sexual suelen conseguir el estatus de refugiado. Situación diferente les aguarda a los que proceden de estados latinoamericanos: a los venezolanos se les suele otorgar un permiso de residencia por circunstancias internacionales especiales y razones humanitarias mientras que a los de otras nacionalidades como colombiana o peruana, que huyen de las maras y la violencia, se les suele denegar, según indican fuentes de ONG consultadas que trabajan con solicitantes de refugio.

Unos y otros viven un largo y dificultoso proceso que les lleva a escapar de sus hogares y buscar uno nuevo donde emprender un proyecto de vida.

"Cuando en ACNUR me ofrecieron España me preocupaba si aquí me iban a aceptar o cómo me iba a ganar la vida"

Vajdhid - Iraní kurdo refugiado en Vigo

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Vajdhid, refugiado iraní de etnia kurdaen el local de Provivienda en Vigo. Alba Villar

“Nací en un país islámico en un momento en que estaba en guerra con Irak. Vivíamos en la frontera, así que nos bombardearon a lo largo de ocho años. Cuando acabó la guerra, como mi familia era afín al otro régimen, nos perseguían por nuestras creencias religiosas”, relata Vajdhid, kurdo chií de 33 años, cuyo primer recuerdo de su infancia se remonta a cuando acudió con su madre a inscribirse al colegio, con siete años, y le obligaron a identificarse como islamista o chií. “Ahí me pregunté qué problema tenían con nosotros, luego crecí y me fui dando cuenta de que no nos aceptaban como ciudadanos ni respetaban nuestros derechos humanos, de que nos obligaban a hacer el servicio militar, de que pese a que estudiábamos mucho no podíamos trabajar como funcionarios -aunque mi hermano mayor estuvo catorce años de profesor en la universidad porque aceptó por escrito la religión. Yo no podría-”, relata.

Tras estudiar informática en la universidad cercana y trabajar durante mas de diez años como contratista de obras, Vajdhid huyó a Turquía y solicitó el asilo a ACNUR. Pasó tres años y cuatro meses en una ciudad al norte del país otomano, donde se ganó la vida en varios trabajos. “El primer año me iban a mandar a Estados Unidos, pero se canceló, al siguiente me ofrecieron Canadá, que también falló. Finalmente me plantearon España y dije que sí, aunque me preocupaba cómo era la cultura aquí, si me iban a aceptar, si hay racismo, si iba a tener vivienda, cómo aprender el idioma o cómo me iba a ganar la vida”, relata.

"Quiero emprender mi propio negocio y cuando esté estabilizado traer a parte de mi familia"

Vajdhid - Iraní kurdo refugiado en Vigo

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Vajdhid - Iraní kurdo refugiado en Vigo Alba Villar

Vajdhid llegó a al aeropuerto de Barajas el 31 de julio de 2019 y allí le dijeron que le mandaban a Vigo. “Llegué y me recibieron de Provivienda, me llevaron a un piso compartido con otras tres personas y me explicaron cómo iba a ser mi proceso aquí, lo que me tranquilizó y por lo que les estoy muy agradecido. No sabía nada de español, solo decir señor y señora. Me pasé los primeros meses intentando aprender el idioma, conocí gente y se pasaron algunas de mis preocupaciones”.

Ahora Vajdhid habla un castellano perfecto -”es un idioma muy dulce”, dice-, vive de alquiler y hace cinco meses que ya no percibe ayuda del programa de refugiados. Es el momento de perseguir el sueño de emprender su propio negocio -del que prefiere no hablar hasta que se haga realidad-. Y de intentar traerse a los suyos con un programa de extensión familiar. Y es que su hermano mayor fue despedido hace dos meses de la universidad donde trabajaba y tuvo que escapar a Turquía con su cuñada. En ese país también viven sus otros tres hermanos -dos mujeres y un varón con síndrome de Down-, a los que él llevó cuando su casa de Irán quedó destruida por un terremoto-. Con sus padres, que continúan en Irán y están enfermos, se comunica lo justo. “Es complicado porque internet está capado y temo que les persigan si contacto mucho con ellos”, dice.

"Llega un momento en que tienes que decidir entre abandonar tu país o morir cada día"

Juaman - Iranípersa en Vigo

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Juman, refugiado iraní de 26 años, en as oficinas de Provivienda en Vigo. Alba Villar

Aunque es persa, la etnia mayoritaria en Irán, Juman, de 26 años, comenta que en su país vivía sin derechos debido al régimen fundamentalista que gobierna. Por eso con 21 años cogió un avión a Turquía y pidió asilo. Al igual que su compatriota Vajdhid, con el que más tarde compartiría piso en Vigo durante unos meses, pasó cuatro años en el estado otomano -vivía cerca de Ankara- esperando un país de acogida, que primero parecía ser Estados Unidos, más tarde Canadá y finalmente fue España.

Durante ese tiempo trabajó en lo que pudo: de aprendiz en una peluquería, donde tuvo que decir que tenía 14 años para que le contrataran como menor y cobrar diez liras (1,5 euros) al día por quince horas de trabajo, de camarero, de repartidor de comida a domicilio hasta que le robaron la moto que se había comprado para poder tener ese trabajo, y de barista en varias cafeterías.

“Llegué a España el 10 de septiembre de 2019, en Madrid nos separaron en grupos de cinco y a mí me dejaron solo, me dijeron que me había tocado Vigo y que tendría que cogerme un tren desde Santiago”, relata recordando la preocupación que sintió -en español solo sabía decir hola-. Por suerte para él, en Compostela ya le esperaban trabajadoras de Provivienda en Vigo que lo trajeron a la ciudad y le acomodaron el piso compartido que fue su residencia durante los nueve primeros meses de su estancia en la ciudad olívica.

"Si hablas mal español y no tienes nóminam no te escuchan ni para alquilarte un piso ni una habitación compartida"

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Juman, refugiado iraní de 26 años Alba Villar

“Los de Vigo nacemos donde queremos”, bromea Juman, que dice sentirse como pez en el agua en la ciudad y utiliza expresiones muy coloquiales al hablar, tales como “chao, pescao”.

De carácter muy abierto, con la sonrisa siempre en sus labios, que se le nota en los ojos cuando tiene la boca tapada por la mascarilla, Juman arranca risas cuando habla por su indudable vis cómica. Relata que la mayor dificultad con la que se topó fue la de conseguir una vivienda en alquiler. “Si hablas mal español y no tienes nómina, no te escuchan, ni siquiera para alquilarte una habitación en un piso compartido”. Consiguió el apartamento donde vive por mediación de una española que explicó al dueño que era refugiado y tenía ingresos por estar en el programa de protección de asilados.

Vajdhid y Juman, dos jóvenes iraníes refugiados en Vigo Alba Villar

Tras acabarse la ayuda económica, Juman ha conseguido trabajar de recepcionista en las piscinas municipales de Vigo. También estudia un ciclo medio en la Escuela de Joyería del Atlántico y cuando acabe su formación espera poder abrir su propio negocio.

"El programa de refugiados que hubo España de 2015 a 2019 es un programa fracasado comparado con otros países de la UE"

Fadile Chami - Presidenta de la asociación galaico-siria

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Fadile Chami - Presidenta de la asociación galaico-siria Carlos Pardellas

Fadile Chami es la más veterana de los cinco entrevistados en este reportaje. Nacida en Venezuela donde sus padres eran inmigrantes sirios, fue a su país de origen con su familia con nueve años, cuando estaba finalizando la guerra del 73 con Israel. Veinte años más tarde, en 1992, tuvo que huir en cuanto empezaron a encarcelar a sus colegas comunistas y la persiguieron por sus ideas. Se fue a Suecia, embarazada y sola, y pidió asilo político, pero se lo denegaron por tener nacionalidad venezolana. Tras dar a luz se fue a Venezuela y vio el primer intento de golpe de estado de Hugo Chávez, según relata. Vivió allí diez años y en 2002 decidió regresar a Siria, a As Suwayda, a 60 kilómetros de Damasco, donde quería establecerse con sus dos hijos y divorciarse de su marido. “Me detuvieron al llegar al aeropuerto y estuve 43 días en prisión. Al salir, supe que la familia del padre de mis hijos quería quedarse con ellos porque la ley dice que, al divorciarse , los niños se quedan con la familia paterna. Cogí a los niños y pedí asilo en Inglaterra, donde viví hasta 2006, año en que me vine a España”.

Desde su casa de Santa Cruz, en Oleiros, Fadile explica la situación de los refugiados sirios en Galicia, aunque ella no lo es, pues a los cuatro años de vivir aquí consiguió la residencia por arraigo social y más tarde la nacionalidad española.

“El programa de refugio que ha habido en España de 2015 a 2019 ha fracasado y es malísimo comparado con otros países de la UE”, afirma tajantemente. La situación económica del país, que ofrece escasas ayudas a los asilados, y la falta de experiencia de las entidades que tuvieron que encargarse esos años del programa son los principales motivos de ese fiasco, según dice. “Las asociaciones como Accem o Cruz Roja no tenían en ese momento personal preparado para atender a refugiados, había gente con muy buenas intenciones y muy entregados a las familias, pero poco podían hacer con ese programa fracasado”, sostiene Chami, quien comenta que ahora la situación ha mejorado y también las entidades que atienden a refugiados en Galicia.

El programa de apoyo al refugiado del que habla tenía una duración de 18 meses, con fases de seis meses cada una. En la primera se les daba vivienda y se cubrían las necesidades; en la segunda se tenían que mudar a otro piso, les pagaban el alquiler y empezaban a tener ayuda económica para toda la familia. “Ahí ya empezaba a fallar, les daban 90 euros a la semana, cantidad que no les llegaba a los que tenían cuatro o cinco hijos. Además, las familias no se entregaban a la asociación que les acogía, no aprendían el idioma, no inscribían a sus hijos en colegios y no recibían programas para integrarse”.

Esa situación hizo que muchas familias sirias no aguantaran y decidieran irse a Alemania, donde la ayuda económica no tiene límite de tiempo, inscriben a los niños en un colegio privado, pagan al refugiado mientras aprende el idioma y tiene diferentes programas educativos y sociales. “Allí les dan 400 euros al mes por persona adulta y una cantidad menor por cada niño, aquí era 50 euros mensuales a los adultos”, dice Fadile. Los que intentaron vivir en Alemania no tuvieron suerte ya que fueron devueltos a España aplicando el acuerdo de la UE mediante el cual un refugiado acogido en un país miembro no puede ser aceptado en otro. Además, al regresar a España perdieron los beneficios que tenían antes.

"Es increíble que Galicia rechace extranjeros cuando ha sido una tierra de emigrantes que necesita gente joven para su futuro "

Fadile Chami - Presidenta de la asociación galaico-siria

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Fadile Chamien su casade Oleiros CARLOS Pardellas

En Galicia hay actualmente unas 18 familias refugiadas sirias, según dice Fadile Chami. Sus principales problemas son el idioma y la integración. “A las mujeres se las rechaza por su vestimenta -van tapadas, no están acostumbradas a trabajar fuera de casa y por eso desde la asociación les damos cursos de empoderamiento para animarlas a integrarse y a que salgan de casa; conseguir trabajo es complicado tanto por ser extranjero como por la gente que piensa que vienen a quitarle su empleo; y además la sociedad gallega les niega el alquiler porque creen que no les van a pagar”, enumera esta representante de los refugiados sirios.

Para Fadile Chami, que es integrante de la red Acampa, hay que buscar alternativas de programas de refugiados. “Tenemos que educar en colegios y universidades, explicar a los estudiantes qué es un refugiado y por qué vienen. Es increíble que Galicia rechace a extranjeros cuando ha sido una tierra de emigrantes y hay gente que en la guerra civil tuvo que meter a sus hijos en un barco sin saber a qué país los llevarían. Por una parte necesitamos gente joven para el futuro de una población envejecida; y por otra parte rechazamos a los que vienen”.

Perseguido por ser gay

"Quiero trabajar, pero me piden experiencia que no me dan, y traer a mis hijos de un matrimonio impuesto por mi familia que no aceptaba mi orientación sexual"

Austin Bruel Curtis - Refugiado de Costa de Marfil en A Coruña

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Austin Bruel Curtis.

Austin Bruel Curtis abandonó Costa de Marfil, su país natal, porque su orientación sexual es peligrosa en África. “Nos persiguen, nos encarcelan, nos insultan o nos matan”, explica. A sus 31 años vive en el barrio coruñés de Monte Alto, en un piso compartido con un compañero y alquilado por un precio inferior al existente en el mercado inmobiliario, gracias a la intermediación de un conocido de la asociación LGTBI Alas A _Coruña, que le presta apoyo también con trámites y formación. A sus 31 años y después de cuatro viviendo en España, ha conseguido hace mes y medio el asilo que pidió el 22 de diciembre de 2018 en Madrid, y subsiste con los 400 euros mensuales que percibe de la RISGA, pues las ayudas del programa de refugiados se le agotaron hace años.

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“He trabajado de camarero y en la construcción por temporadas. He hecho un montón de cursos de capacitación laboral -ahora estoy con uno de construcción- pero es complicado encontrar trabajo, me piden experiencia pero no me dan la oportunidad de tenerla. O me piden carné de conducir, que voy a sacar ahora”, explica.

Para llegar a España, Austin voló primero desde Costa de Marfil a Marruecos y de ahí partió en patera a Tarifa, pasando una travesía de doce horas de navegación. En Madrid solicitó el asilo y viajó a la ciudad gallega donde reside. “Aquí encontré una nueva vida, soy feliz excepto por una cosa: quiero traer a mis hijos conmigo”, comenta. Y es que, según relata, se casó por imposición familiar y tuvo tres hijos, dos gemelas de nueve años y un niño de cinco. “Ahora viven con mi madre porque la suya se casó otra vez y se las dejó a ella”. Por eso va a pedir la reagrupación familiar.

Un MENA en Ferrol

"Con 17 años decidí abandonar Marruecos porque buscaba un futuro mejor"

Brahim Ben Kazel - Marroquí de origen beréber en Ferrol

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Brahim Ben Kacem, de 20 años, llegó a Ferrol con 17 siendo MENA (Menor no Acompañado). “Estaba estudiando el equivalente a cuarto de la ESO, veía que en Marruecos la gente estudia pero no tiene salida y decidí venir a España. Se lo comenté a mi familia: a mi madre no le gustó la idea, pero mi padre y mi hermano -que trabaja de mecánico en Bilbao- me ayudaron a organizar el viaje”, recuerda. Y dejó su pueblo, en el sur de Marruecos, viajó hasta Tánger y de ahí a Málaga en un pesquero. Luego se desplazó a Madrid y se compró un billete a A Coruña porque un conocido de su padre tenía un hijo en un centro de menores de esa ciudad. “No pensaba a dónde quería ir, solo buscaba un futuro mejor”, relata este joven beréber de padres agricultores.

“En Marruecos no hay clase media, si no eres de una familia poderosa, no encuentras trabajo”

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Bhrahim Ben Kazel

Al llegar a A Coruña acudió a la Policía y le derivaron a un centro de menores en Ferrol, donde vivió dos años, hasta septiembre de 2020, mientras estudiaba la ESO y realizaba labores de voluntariado en Protección Civil y otra asociación donde conoció a una integrante de la Rede Galega de Apoio a Personas Refuxiadas, entidad que le apoya. “Gracias a una profesora conseguí trabajo y puedo hacer mi vida independiente”, comenta Brahim, que a partir de este mes combinará su empleo en la construcción con sus estudios en un ciclo de informática, aunque en realidad le gustaría ser técnico de integración.

“Cuando llegué no sabía nada de español, el primer año fue bastante complicado, aunque soy abierto y me gusta conocer gente y culturas nuevas, sentía un conjunto de emociones, era como si el Brahim antiguo hubiera muerto y el nuevo, que estaba lejos de su familia, era incapaz de hacer las cosas que quería porque no sabía el idioma”, explica. Hace poco más de un mes viajó con su hermano a Marruecos a visitar a su familia. “Al vernos lloramos juntos y al irme, mi madre también lloró, aunque intenté demostrarle todo el tiempo que estuve allí que aquí estoy muy bien”, dice el menor de la familia, el último de los hermanos varones que abandonó Marruecos. Sus dos hermanas mujeres siguen viviendo allí. “Para ellas es diferente, por cuestión cultural piensan que su mejor salida es casarse. Y que el hombre tiene que buscarse la vida”, explica.  

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