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Estela

La empresaria con voz propia

Carmen Lence preside desde hace dos años el Grupo Leche Río, sexta empresa del sector en España. La lucense no se conformó con coger el testigo de su padre, sino que forjó su propio camino tras vivir en medio mundo. Este año entró en el ranking Top 100 Mujeres Líderes en España

La consejera delegada de Leche Río, Carmen Lence. Grupo Lence

Fue en la gasolinera familiar donde Carmen Lence aprendió los cimientos básicos del mundo empresarial. La consejera delegada de Leche Río, una de las grandes empresas lácteas españolas, nació en un pequeño pueblo de Lugo, O Corgo, en 1970, y desde muy pequeña el negocio -que se fue ampliando con cafetería y hotel- era donde pasaba la mayor parte del día y donde comenzó, los fines de semana, a trabajar, como si de un juego se tratara.

  • ¿QUIÉN SOY?

    “Una persona con verdadera pasión por lo que hago. Deseo crear un impacto positivo y vivir de acuerdo a mis valores y principios” "Dejar a mi familia en Boston para dirigir la empresa no fue fácil, pero sentía que era mi deber”

Su padre grabó a fuego a los tres hermanos desde muy pequeños la palabra “responsabilidad”. Los veranos los pasaban en San Vicente do Mar, pero el descanso duraba poco: al cabeza de familia solía entrarle la prisa por volver al trabajo y se llevaba a mujer e hijos con él.

“Nosotros lo veíamos muy injusto porque el resto de los niños seguían de vacaciones, pero mi padre nos repetía siempre que no éramos como nuestros amigos, que teníamos una empresa y una responsabilidad”

Carmen Lence - Consejera delegada de Leche Río

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El que fuera el empresario lácteo gallego más influyente, Jesús Lence, empezó en este sector casi de casualidad. Tras verse al borde de la quiebra en su primera aventura empresarial, aceptó tres camiones cisterna para transportar leche como pago de un cliente. Lo que parecía el fin, fue en realidad el principio de su mayor triunfo empresarial: el Grupo Lence.

Su hija Carmen, en cambio, soñaba con ser directora de cine. Le apasionaba también el mundo de la publicidad e hizo muy joven sus primeros pinitos rodando cortos. Sin embargo, la sombra de su padre era muy grande y la convenció para estudiar Empresariales en la Universidade de Santiago, carrera que el progenitor consideraba mucho más seria y adecuada para el futuro de la joven. Desde los 18 años, Carmen estudiaba por las mañanas y por las tardes trabajaba en el laboratorio de Leche Río siguiendo otra de las máximas de su progenitor: “A gestionar una empresa se aprende trabajando en ella”.

Jesús Lence C. Paz

Así es como se había criado él, que estudió perito mercantil mientras ayudaba a su propio padre en la estación de servicio, con mucho esfuerzo. Y así fue como los tres hermanos eran comodín allá donde hicieran falta, aunque habitualmente la hija mayor estaba en la administración, Carmen en el laboratorio y el pequeño, en la planta de envasado.

Sin embargo, Carmen observaba cómo funcionaban otras empresas a su alrededor y descubrió que “en las más exitosas, el liderazgo no se basaba en el ‘ordeno y mando’ y, además, contrataban a ejecutivos profesionales”. La joven pensaba que esas personas, que en el futuro serían sus competidores, estaban más preparadas que ella, y se empeñó en que necesitaba terminar la carrera fuera del país, aprender idiomas y trabajar para otras empresas.

Era muy consciente de que esa decisión no sería bien recibida por su padre, así que organizó todo para irse a estudiar el último curso a Inglaterra y solo avisó a su padre una semana antes de la partida. “Se montó una buena”, recuerda, pero ella no quería hacerle daño: “Consideraba que era lo mejor para nosotros”, justifica.

Tras los estudios, consiguió trabajo en una editorial de revistas financieras en Londres. “Fue durísimo, pero me sirvió de entrenamiento para la venta”, afirma. Lejos de regresar a Lugo tras el periplo británico, decidió continuar su formación en Madrid, donde realizó un máster Internacional MBA en el Instituto de Empresa y trabajó en una agencia americana de tecnología y publicidad con sede en Madrid. “Me encantaba el ambiente”, asegura con un toque de nostalgia.

Pero la empresa familiar no había renunciado a ella. “Mi padre seguía con la idea de que los puestos directivos quedaran en la familia. Mi hermana estaba en la administración y mi hermano sufrió un cáncer cerebral. Además, mi padre ultimaba la compra de Leyma. Me pidió que volviera para ocuparme de la parte comercial y la verdad es que me sentí honrada de que me apreciara y me necesitara”, cuenta Carmen.

La lucense admite que aprendió muchísimo trabajando junto a su padre: “Ir a negociar con él era toda una lección y aprendí a valorar lo que significaba la empresa para él”, relata. Pero pronto sus caracteres volvieron a chocar: “Era muy controlador y no me dejaba crecer y yo, que siempre he sido una inconformista, me sentía frustrada”, relata la empresaria. A pesar de todo, siguió creciendo por su cuenta como directiva de la Empresa Familiar de Galicia, que potenció con numerosas actividades formativas.

Pero había llegado el momento de cambiar de aires.

Carmen salía entonces con un chico suizo que había conocido en Madrid y que trabajaba en una multinacional farmacéutica. Le ofrecieron un puesto en Tokio y la pareja decidió casarse e iniciar esta nueva aventura juntos. “Ahí empezó la segunda parte de mi vida”, apunta la empresaria. Y fue una segunda parte repleta de vivencias. Quince años en los que Carmen recorrió junto a su marido varios países y, al mismo tiempo, se fue formando como consultora de empresas familiares y coaching.

Carmen Lence de niña

Carmen Lence de niña

De Tokio, la familia se mudó a Basilea -el primer hijo de la pareja nació en la capital japonesa y la segunda, en Suiza- y allí fue donde Carmen comenzó a trabajar como coach de expatriados. El siguiente destino fue San Francisco, ciudad en la que la gallega inició una interesante colaboración con la Universidad de Berkeley, impartiendo cursos de formación para ejecutivos, y después Atenas, donde siguió trabajando como consultora para empresas familiares. Milán fue el siguiente hogar de la familia, donde Carmen se reinventó y trabajó en varias multinacionales antes de hacer las maletas de nuevo para mudarse a Boston.

Un año después de instalarse en la ciudad estadounidense, el padre de Carmen falleció y la lucense tomó la difícil decisión de tomar las riendas de la empresa familiar. “Fue complicado, pero sentía que tenía que hacerlo… La cultura de responsabilidad que me inculcó mi padre es muy fuerte. Mi marido me animó a hacerlo, pero él no podía dejar su trabajo después de todo el esfuerzo que había realizado para llegar donde estaba”, justifica.

Así, decidieron que el padre se quedaría de momento con los niños en Boston -actualmente tienen 15 y 13 años- y ella viajaría una semana al mes para reencontrarse con ellos. “La pandemia lo paralizó todo y durante el confinamiento estuve cuatro meses sin poder verlos”, lamenta. “No ha sido fácil para nadie; ni para mi marido, que se quedó solo con dos adolescentes, ni para los niños, que aún así hicieron todo lo posible para que sintiera que estaba haciendo lo correcto”, agradece Lence.

El verano ha reunido de nuevo a la familia, que plantea iniciar una nueva etapa ya todos en España.

Desde que Carmen es la cabeza de Leche Río, la empresa ha experimentado algunos cambios, como la profesionalización de los responsables. “Mi padre era la empresa, se encargaba él de todo y llevaba el negocio con paternalismo; ahora tenemos un director financiero, un equipo directivo con distintos departamentos… Para mí era esencial empoderar a los mandos medios e implantar una cultura de meritocracia”, describe la directora.

Enfrentarse por vez primera a los grandes ganaderos tampoco fue tarea sencilla. “Al principio, parecía que en lugar de hablar del precio de la leche eran ellos los que me estaban entrevistando a mí para ver si podían confiar… Ser mujer y ser la hija del jefe creaba estas desconfianzas, pero aprendí a hacerme valer y a no importarme nunca lo que los demás piensen de mí”, asegura.

Su labor en la que es la sexta empresa de España en comercialización de leche UHT, con 165 trabajadores a su cargo, ha sido reconocida en numerosas ocasiones y este año Carmen Lence fue elegida una de las cien mujeres con liderazgo más influyente de España por la organización Mujeres&Cia.

Carmen habla rápido pero con una cercanía, seguridad y sinceridad que hacen sentir al instante a su interlocutor cómodo e irremediablemente seducido. Es fácil imaginarla haciéndose respetar en un mundo tan masculino como el sector lácteo. Una mujer, sin duda, fuera de serie.

Las pioneras: Caterina Llull i Sabastida, la mercadera del Mediterráneo

Caterina Llull i Sabastida nomecuentescuentos.com

Caterina Llull i Sabastida (Barcelona, 1440-1495) fue una mercadera que vivió entre Sicilia y Cataluña durante la segunda mitad del siglo XV. Aunque no era muy frecuente que en aquella época se enseñara a leer y escribir a las niñas, los padres de Caterina lo hicieron y la pequeña destacó pronto con los números.

Se casó con Joan Sebastida, mercader y funcionario real en Sicilia, y se fue a vivir a Siracusa.

Caterina tuvo cuatro hijos y gestionaba con facilidad las cuentas del hogar. Al fallecer su marido, ella pasó a ser la verdadera administradora de los bienes y las actividades comerciales. Para hacer valer sus derechos y los de sus hijos, Caterina emprendió largos pleitos que se dirimieron ante el Consulado de los catalanes en Siracusa o directamente ante la reina Isabel para conseguir el reconocimiento de los bienes y títulos que le confió su marido.

 

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