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Enoque, que te fuiste tan solo

Enoque, a la derecha, con ”O Rei” Pelé. FdV

Lo hallaron muerto días antes en su cama, tras saltar el propietario del piso y el portero del edificio vigués por una ventana, extrañados por su desaparición demasiados días. Estaba boca abajo, víctima quizás de un infarto en una soledad por fortuna no consciente en la que sigue, congelado en la morgue de un tanatorio vigués, a la espera de un familiar que lo reclame. Todo lo contrario de lo que había sido su vida, siempre con la sonrisa y carcajada puesta y rodeado de gente. Enoque de Meneses. Difícil que lo reclame lo que reste de su familia en Salvador de Bahía, donde nació junto a otros siete hermanos, con un padre que murió cuando él tenía seis años y una madre hemipléjica. Por ello fue eso que llaman “niño de la calle”.

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Nadie de los que conocían a este bahiano agitador que llegó a Vigo a principios del siglo XXI, podrían haber imaginado que hoy estaría ahí, tan solo y en ese “rigor mortis” tan contrario a su vida llena de pasión y enamoramiento. Yo fui testigo de su primera boda en Vigo, en la que debería estar de padrino el entonces alcalde Ventura Pérez Mariño, que no pudo por fin asistir por la crisis política que vivía entonces su alcaldía. Dije unas palabras ante él y su entonces mujer, Susana, periodista venida de Argentina que luego adquiriría la nacionalidad española de sus mayores. De Argentina había llegado también él, tras emanciparse de sus padres en la niñez, vivir como niño de la calle y haber llegado al país andino por esa increíble capacidad de supervivencia de quienes nunca tuvieron apoyo alguno. Allí llegó a trabajar en punteros programas de la televisión como Showmatch pero circunstancias de la vida o su afán de aventura lo trajeron a España, concretamente a Vigo.

Físicamente bien estructurado cuando llegó, derrochando una alegría infinita y una inteligencia muy despierta, empezó repartiendo publicidad de un restaurante, fue relaciones públicas en la noche, tuvo sus propio local con sus camisetas “Buraco”, el alcalde Pérez Mariño le consiguió un kiosco en Montero Ríos y hasta tuvo un restaurante propio allí mismo, que abrió lleno de ilusiones.

Los problemas de un segundo matrimonio se sumaron a los originados por la pandemia en la hostelería y a aquel ser de luz de tez oscura, que había superado un accidente que a punto estuvo de dejarle inmóvil, se le vio irse derrumbando psicológicamente, hasta esa deriva fatal de la muerte en su casa. Tenía mucha química, grande, sonriente y con una energía sin límites. Dejó muchos amigos... y pocos enemigos. Estuvo a punto de romper el cliché de que, un niño de la calle, acabará de mayor en la calle.

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