Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

¿Quién se ha llevado mis microchips?

Microchips

"En el año 2040 Europa se encuentra sumergida en plena Edad Media. Nadie sabe explicar cómo volvió la oscuridad a un continente antaño tan próspero. Durante los últimos veinte años los diferentes gobiernos de los Estados miembros debatieron de forma intensa cual debía ser el camino tecnológico de la Unión Europea, para ganar autonomía y reducir la dependencia con Asia, pero entre análisis y análisis, solo hubo parálisis. Y de repente llegó el Gran Conflicto: Europa se encontraba surfeando una profunda recesión económica originada por la progresiva desaparición de su tejido industrial, y optó por aplicar importantes aranceles a los productos chinos, como medida desesperada para proteger a sus últimas y escuálidas empresas manufactureras. China no tardó en responder e interrumpió el suministro de microchips al viejo continente. En cuestión de meses ya no era posible construir algo que tuviera un mínimo de electrónica: ni ordenadores, ni electrodomésticos, ni televisores, ni coches, ni aviones y, por supuesto, tampoco smartphones. Pero el conflicto fue en aumento, y China todavía dio un paso más. Nadie olvidará aquel 1 de octubre, cuando se produjo lo que, a la postre, se llamaría el Gran Apagón. De repente todos los microchips, que durante los últimos años habían sido fabricados en su totalidad bajo el estricto control de la República Popular, se bloquearon y dejaron de funcionar. El caos fue absoluto. Centrales energéticas paralizadas, coches averiados colapsando carreteras, equipos médicos esenciales inoperativos, centrales de coordinación de emergencias incomunicadas, … Una larga y oscura noche que todavía, años después, perdura, como un Universo sin estrellas”.

  • El colapso global de microchips se encona: esta es la medida que negocia Balaídos

    La falta de este componente amenaza la recuperación de Alemania o EE UU

Un buen optimista siempre debe esperar lo mejor en un futuro próximo, pero si además de optimista es sabio, entonces sabrá que también debería estar preparado para lo peor. Y ni en España, ni en Europa en general, nos estamos preparando para un futuro plagado de todo tipo de dispositivos tecnológicos, que para poder funcionar necesitarán una pieza clave: los chips.

  • ¿Mes y medio de parón en el auto vigués? La crisis de los chips se agrava

    La falta de este componente amenaza la recuperación de Alemania o EE UU

Fue Intel, con sede en Silicon Valley, California, quien sacó el primer microprocesador en 1971, aunque en la actualidad ya está prácticamente fuera de este negocio. La base de estos dispositivos son las obleas, láminas casi siempre de silicio, en las que procesos microscópicos dibujan microcircuitos por fotolitografía casi imperceptibles; y estas obleas se fabrican en Asia (entre China, Taiwán y Corea del Sur acumulan el 90% de la producción mundial), principalmente en las empresas TSMC y Samsung, las cuales utilizan diseños desarrollados por Qualcomm, Broadcom, Nvidia o AMD.

Intel lanzó el primer procesador en 1971

Construir una fábrica de microchips estándar, que requiere de gigantescas salas blancas con un ambiente muy controlado para evitar cualquier mínima contaminación, puede costar unos 10.000 millones de euros, más incluso que una Central Nuclear. Y si hablamos de chips de última generación, la factura puede subir hasta los 18.000. Pero no solo el dinero es necesario para desarrollar esta industria, es imprescindible disponer del saber-hacer y tener las patentes necesarias para poner en marcha el proceso de fabricación. Por eso Europa debería plantearse este reto desde la base, empezando por la financiación pública y compartida de I+D+i, para que en un plazo inferior a diez años todos los Estados miembros tengan la posibilidad de instalar en sus territorios un modelo de fábrica estándar con capacidad productiva suficiente para abastecer la industria y los servicios esenciales y estratégicos.

La demanda de estos componentes electrónicos aumentará de forma vertiginosa en los próximos años, principalmente por el despliegue de las redes 5G y el impulso de sectores como la inteligencia artificial, el internet de las cosas o el coche autónomo, el cual incrementará sustancialmente los más de 100 chips que actualmente incorpora un coche moderno. Y los países que tengan una dependencia total del exterior, quedarán expuestos a que su nivel económico, y en paralelo el bienestar de sus ciudadanos, se vean progresivamente reducidos.

Mientras escribía este artículo vino a mi mente aquel bestseller del escritor Spencer Johnson, Who Moved My Cheese?, una parábola sobre cuatro personajes que viven en un laberinto: los ratones Fisgón y Escurridizo, y los liliputienses (personas diminutas) Hem y Haw. Todo les va muy bien porque han encontrado una gran fuente de su comida favorita, el queso. Pero no se dan cuenta de que se está haciendo más pequeño, y se sienten desesperados cuando llegan al sitio una mañana y descubren que el queso se ha ido. Y aquí es donde la historia se divide en dos. Fisgón y Escurridizo aceptan rápidamente la pérdida del queso y se adentran en el laberinto en busca de otras fuentes. Los liliputienses, porque han construido su vida en torno al gran queso, se sienten víctimas de algún tipo de fraude o robo. Sin embargo, esta actitud solo empeora las cosas, ya que su parálisis hará que pasen hambre. Mientras tanto, los ratones siguen adelante y encuentran un queso nuevo. El mensaje de fondo es que, en lugar de ver el cambio como el final de algo, debemos aprender a verlo como un comienzo.

En la Unión Europea tenemos que ser conscientes de que el mundo está sufriendo una transformación radical, y que una nueva era ha comenzado. El bienestar de hoy, muy presente en nuestra acomodada sociedad, no es garantía del bienestar del mañana. La cuestión es si vamos a hacer algo para subirnos al último tren de la carrera tecnológica, o si bien preferiremos seguir quietos, inmóviles, y preguntándonos, ¿quién se ha llevado mis microchips?

Compartir el artículo

stats