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Noticias extraordinarias

Un OVNI en la superficie terrestre

Esta pandemia parece haber reforzado la idea de que a los periodistas nos encantan las malas noticias. Hay quien dice que explotamos los malos datos, sacamos de contexto estudios científicos, minimizamos el éxito de las vacunas y exageramos el peligro de las variantes (no digan “india”, digan “delta” para no estigmatizar, nos corrigen). Pues qué quieren que les diga. No es así. No todos los periodistas somos agoreros.

Lo que verdaderamente nos gusta a los plumillas no son las malas noticias, sino las sorprendentes, las inesperadas y las trascendentes. No que el perro muerda al hombre, sino que el hombre muerda al perro. ¿Por qué, estadísticamente, solemos dar malas noticias? Porque el mundo, en general, va bien. El progreso técnico y científico ha permitido que vivamos más y mejor. Lo excepcional suelen ser malas noticias (catástrofes, asesinatos, pandemias...), pero nadie duda de que cualquier periodista mataría por dar en primicia una buena noticia como el descubrimiento de la cura del cáncer o del alzhéimer.

Si hay una noticia verdaderamente extraordinaria que podemos imaginar es la entrada en contacto con una civilización extraterrestre. Esto es altamente improbable, no ya porque no pueda existir vida inteligente en otros planetas, sino porque es difícil que en la inmensidad del universo se encuentren a una distancia lo suficientemente corta como para poder comunicarse con nosotros.

  • Solo hay 29 planetas que, en caso de tener vida, podrían haber detectado nuestra civilización
    Una investigación del Instituto Carl Sagan calcula que en los últimos 5.000 años nuestro planeta ha estado a la vista de al menos 1.715 sistemas solares

Esa sería probablemente la noticia más fabulosa de la historia de la humanidad, aunque no sabemos si sería mala o buena: nuestros vecinos galácticos podrían ayudarnos con su ciencia más avanzada a curar las peores enfermedades, o bien aniquilarnos con el mismo reparo moral con el que nosotros matamos un mosquito, es decir, ninguno. Stephen Hawking apoyaba la segunda hipótesis, la pesimista.

Si esos extraterrestres serían, de existir, tiernos como el de “E.T.” o despiadados como los de “La guerra de los mundos” o “Alien” nadie lo sabe, aunque conviene ponerse en el peor de los casos. Lo mismo puede aplicarse a este coronavirus, sus variantes y las pandemias que vendrán. Quizá se acabe el alfabeto griego para nombrar variantes sin que supongan una amenaza importante, o tal vez surja una cepa que burle las actuales vacunas.

Los microbiólogos no descartan que después de esta pandemia llegue otra pandemia peor. No sabemos si las noticias que nos deparará la ciencia serán buenas o malas, pero nos veremos obligados a publicarlas. Aunque nos tachen de alarmistas.

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