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Mujeres fuera de serie

Una defensora de derechos innata

Carmen Álvarez-Basso trabajó durante años en la protección de los Derechos Humanos en la ONU. Creó un programa de televisión para las mujeres de El Salvador y, tras superar grandes dificultades, se formó como ‘coach de vida’ y apoya a mujeres en sus etapas más adversas

Carmen Álvarez-Basso, recientemente en Nicaragua.

La vida de Carmen Álvarez-Basso podría ser el guion de un buen libro. Y la protagonista, de hecho, ya trabaja en ello. La viguesa fue durante años especialista en desarrollo de Naciones Unidas y otros organismos, se enamoró locamente de un comandante guerrillero de Nicaragua con quien, rompiendo todos los esquemas, se casó y tuvo tres hijos. Fue presentadora de televisión, autora de libros y, actualmente, coach de vida, especializada en apoyar a mujeres que, como le ocurrió a ella, se enfrentan a grandes cambios.

¿QUIÉN SOY?


“Una mujer aventurera y a la vez morriñosa. Como la canción, solo pido que ni la vida, ni la guerra ni las injusticias me sean indiferentes”

La excepcional mente abierta de esta viguesa se fraguó ya en su infancia gracias a la educación progresista que recibió de sus padres, el cardiólogo Darío Álvarez Gándara y la profesora Gisela Basso. Nació en Caracas y con 9 meses sus padres se trasladaron a Madrid para que su padre cursara la especialidad de cardiología. La pequeña vivía largas temporadas en casa de sus abuelos en Coruxo. “Fui muy feliz allí”, recuerda. En 1969, cuando tenía 6 años, sus padres se instalaron definitivamente en Vigo. “Fue un contraste grande, porque en ese momento España estaba todavía muy atrasada y bajo una dictadura, que además represaliaba directamente a mi familia”, destaca Carmen.

Ella y sus tres hermanos se criaron en un ambiente politizado. “Mi padre y mi abuelo nos contaban un sinfín de anécdotas sobre la represión franquista que sufrió mi familia (su bisabuelo fue fusilado por Franco y su abuelo y sus hermanos, perseguidos) y que les obligó a dejar Tui y trasladarse a Vigo. Desde que teníamos 8 años, mi padre nos explicaba desde el significado del socialismo a cómo prevenir el embarazo y, sobre todo, nos decía a las chicas que podríamos alcanzar todo lo que nos propusiéramos en la vida”, agradece.

Los cuatro hermanos – a Carmen se unen el pintor Darío, María Xisela, que trabaja en el ámbito sanitario, y la gestora cultural Carlota, “muy distintos pero muy unidos”- estudiaron en el colegio Martín Codax, uno de los más progresistas de Galicia es esos años y donde su madre era socia y profesora. “El colegio era una marca de compromiso social, cultural y político y yo conservo aún grandes amigos. Esta formación me impulsó a enfocar mi esfuerzo profesional hacia el bienestar de los demás”, asegura Carmen.

La viguesa estudió Derecho en Salamanca. Tras la carrera, cursó un máster en Administración Pública en Nueva York gracias a una beca. Su primer trabajo fue en las oficinas de la Autoridad del Puerto de Nueva York y Nueva Jersey, pero a las dos semanas de empezar recibió una llamada de Naciones Unidas. “Necesitaban una licenciada en Derecho bilingüe inglés-español para hacer el análisis de la legislación electoral nicaragüense que acababa de aprobar el Gobierno Sandinista”. Carmen aceptó sin dudarlo. “Realicé un análisis comparativo con otras legislaciones similares y elaboré un manual para los funcionarios que irían a supervisar las elecciones en 1990. Fue uno de los veranos más intensos de mi vida”, recuerda.

Tras terminar el máster, Carmen iba a regresar a España, pero el que había sido su jefe en las elecciones de Nicaragua le anunció que se iba a conformar una misión para supervisar los acuerdos de Paz que se estaban negociando entre el Gobierno y la Guerrilla de El Salvador y que la quería en el primer contingente que enviaran. El 1 de agosto de 1991, Carmen salía de Nueva York con el primer equipo de ONUSAL (Misión de Verificación de los Acuerdos de Paz, en El Salvador) como observadora de Derechos Humanos.

Era una misión peligrosa, ya que en El Salvador circulaban amenazas de muerte contra el personal de Naciones Unidas, además de asesinatos brutales de monjas, curas y población civil. Pero a Carmen le merecía la pena el riesgo: “Trabajaba por una buena causa, la supervisión de los Derechos Humanos”, justifica.

Carmen Álvarez-Basso trabajó durante años en la protección de los Derechos Humanos en la ONU

Carmen Álvarez-Basso trabajó durante años en la protección de los Derechos Humanos en la ONU

El julio de 1991 se firmó el primer acuerdo de respeto a los Derechos Humanos entre el Gobierno y la guerrilla. Era el primero de los seis que concluirían con la firma de la paz. “Nuestro trabajo era muy intenso y pronto la población empezó a presentar sus denuncias de violaciones a los DDHH”, cuenta la viguesa, que fue destinada a Chalatenango, uno de los frentes más activos y donde parte del territorio estaba bajo control de la guerrilla.

Su labor consistía en hacer seguimiento de las denuncias ante el ejército y la guerrilla y en una de esas visitas Carmen conoció al comandante Facundo Guardado, alias “Esteban Cabrales”. “Mis compañeros estaban impresionados de conocerle porque era un legendario líder social de los años 80, secretario General del Bloque Popular Revolucionario, el movimiento de masas más grande de América Latina”, recuerda.

Entre sus planes no estaba enamorarse, pero durante aquellos meses las reuniones entre ambos continuaron y Facundo se declaró a Carmen. “Me asusté, porque siempre he tenido miedo a las personas armadas, pero empecé a fijarme en él”, admite. Y comenzaron los encuentros románticos, “todos a escondidas, muy románticos y peligrosos”, detalla la funcionaria.

Después de 5 meses, se firmó la paz, y Carmen regresó a Vigo para celebrar la Navidad. “La firma de los acuerdos fue un hecho histórico, muy emocionante. Yo me sentía feliz”. Carmen contó a sus padres lo que estaba pasando con Facundo. “Siempre fueron muy liberales y solo me preguntaron si estaba segura”, destaca. En enero regresó a Chalatenango y Facundo volvió del frente ya como una persona legal.

Para avanzar en su relación, Carmen tuvo que renunciar a su trabajo en la ONU. “Entrábamos en una época muy complicada de los Acuerdos de Paz. Mi jefa me llamó la atención ya que había muchos rumores sobre Facundo y yo, aunque mi enamoramiento no implicaba la pérdida de imparcialidad, tan necesaria para mi labor. Me trasladaron a otra región y me impidieron hacer visitas de campo. Al final de mi contrato, Naciones Unidas quería enviarme a Camboya. Renuncié y decidí quedarme en El Salvador. Meses después, Facundo y yo comenzamos a salir formalmente”, relata.

“Les dije que podría recuperar mi nivel profesional en algún momento, pero un hombre como este no lo iba a volver a conocer”

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Los padres de Carmen temían perder a su hija para siempre, pero la viguesa lo tenía claro: “Les dije que podría recuperar mi nivel profesional en algún momento, pero un hombre como este no lo iba a volver a conocer”.

Entre 1993 y 1995, Carmen trabajó en la Fundación Nacional para el Desarrollo, en temas de derechos humanos. Justo después, la UNESCO inició un Programa de Cultura de Paz en El Salvador y volvió a contar con ella. Había recuperado su trabajo, pero la convivencia con Facundo, que fue candidato a la presidencia en 1999, tampoco era sencilla. “Tener guardaespaldas continuamente y vivir con armas a mi alrededor no era lo ideal”, admite. La pareja se casó discretamente y vivieron juntos 22 años en San Salvador, donde nacieron sus tres hijos: Gisela, Carlota y Esteban, que hoy tienen 25, 22 y 19 años.

Profesionalmente, la viguesa también dio un giro a su carrera. Terminado el contrato con la UNESCO, puso en marcha un programa de televisión que sirviera para informar a las mujeres salvadoreñas sobre temas que eran tabú en ese momento. El programa lleva activo 19 años.

En 2013 decidió trasladarse a Estados Unidos con sus hijos para salir de una situación financiera complicada y a la espera de que su marido se uniera a ellos cuando consiguiera el visado. “Cuando finalmente se lo dieron, decidió que profesionalmente le iría mejor en El Salvador que en Estados Unidos. Eso generó una situación de distanciamiento que se fue agudizando hasta el divorcio”, explica.

En medio de este cambio Carmen recibió una noticia que le hizo replantearse muchas cosas: padecía cáncer. “Después de pasar por la quimioterapia aprendí a manejar mi energía vital y a identificar a las personas y relaciones que me robaban esa energía. Mis prioridades cambiaron y me concentré por primera vez en mi bienestar. Fue determinante para decidir que había llegado el momento de separarme”, afirma.

"Ayudar a otras mujeres a afrontar los cambios me aporta mucha satisfacción”

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En los últimos diez años, Carmen ha experimentado cambios difíciles, desde su diagnóstico de cáncer al despido de su trabajo (ambos durante la misma semana, hace 4 años); el alzhéimer de su madre, el divorcio y la salida de los hijos del hogar. Una amiga le sugirió contratar una ‘coach de vida’ que le ayudara en el proceso. “Ni sabía lo que era esta figura, pero estaba tan perdida que le hice caso y gracias a su ayuda yo misma me fui abriendo puertas y sentí que mis experiencias podrían ayudar a otras mujeres”, afirma.

Carmen logró recomponerse y después se formó ella misma como ‘coach de vida’. Desde el año pasado ofrece conferencias sobre cómo enfrentar los cambios, lanzó un blog sobre estos temas y acaba de publicar el libro “El cambio es crisis y oportunidad”. “Mi vida dio un salto de calidad increíble, porque no solo tengo un nuevo propósito vital, sino que con él puedo ayudar a otras personas y eso me aporta una gran satisfacción”, considera.

Mientras escribe un libro de sus memorias, Carmen empieza a plantearse el regreso a sus raíces. De momento, sigue residiendo en Washington con sus hijos. “Me siento muy orgullosa de ellos; todos tienen una gran sensibilidad social y política, son cariñosos, íntegros y creativos”, admira. Su herencia es digna de ello.

Las pioneras: Vijaya Lakshmi, primera presidenta de la ONU

La diplomática india Vijaya Lakshmi Dutch National Archives

La diplomática india Vijaya Lakshmi Nehru Pandit (1900–1990) se convirtió en 1963 en la primera presidenta de la Asamblea General de Naciones Unidas. También fue la primera mujer india que asumió un puesto de gobierno en la India preindependiente. Sirvió como embajadora en la Unión Soviética, Estados Unidos, Naciones Unidas, México, Irlanda y España. Fue también Alta Comisionada de la India en el Reino Unido y durante su estancia en Londres fue clave en las relaciones indo-británicas de la época. Nació en el seno de una influyente familia en la política de la India. Se casó en secreto con un joven periodista musulmán, un matrimonio que fue anulado porque Nehru y Gandi consideraron que tendría serias implicaciones en el Movimiento Nacional.

En 1921 se casó con Ranjit Sitaram Pandit, un abogado y erudito clásico con quien tuvo tres hijas.

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