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Gallegos a la vanguardia

“Los políticos no van a cambiar porque la ciencia no les afecta en votos”

Daniel Romaus, ante la biblioteca del campus de la Universidad de California en San Diego. FdV

El revuelo que ha causado estos días en las redes la directora general de Universidades de Asturias al afirmar que el doctorado no es un trabajo ni debe estar remunerado ha llegado hasta la costa oeste de EE UU.

El neurocientífico Daniel Romaus Sanjurjo, que ejerció como camarero mientras hacía su tesis y de mozo de almacén en un supermercado mientras buscaba una plaza de ‘postdoc’, se une a las numerosas críticas para responderle que los investigadores, desde el inicio de sus carreras, “trabajan por la ciencia y por su país”.

El neurocientífico Daniel Romaus Sanjurjo investiga la regeneración de lesiones medulares en la Universidad de San Diego en California.

“Antes me enfadaba, pero ¿qué puedes esperar si esa es la mentalidad política? Si la sociedad no se da cuenta de la importancia de la ciencia para un país, los políticos nunca cambiarán porque no es un tema que les afecte en votos. También demuestra que los que nos dedicamos a esto lo hacemos por vocación, no por dinero. Y que hacemos esfuerzos porque es lo que nos gusta. Yo siempre tuve claro cuál era mi objetivo costase lo que costase. Y como yo hay cien mil, lo peor es que esto no tiene visos de cambiar”, lamenta Daniel, que forma parte del grupo de Binhai Zheng, adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego.

Nacido en 1987 y con unos orígenes familiares repartidos entre los municipios vecinos de Pontedeume y Cabanas, Daniel estudió Biología en Santiago, hizo el máster interuniversitario en Neurociencias y desarrolló una tesis relacionada con la asombrosa capacidad regenerativa de la lamprea de mar.

Este enigmático pez prehistórico puede recuperar su espina dorsal en caso de lesión, incluso tras serle seccionada: “Es un modelo muy interesante, aunque sea un pez, porque esto no ocurre en ningún mamífero”. Sus estudios demostraron que si se activan los receptores del neurotransmisor GABA el número de neuronas regeneradas aumenta todavía más.

Su grupo en Compostela, liderado por María Celina Rodicio y Antón Barreiro, consiguió posteriormente un proyecto con colegas de Portugal y Canadá para analizar estos mismos tratamientos en modelos de ratón, y Daniel intentó conseguir plaza en el país vecino, pero no había financiación.

"La convocatoria de San Diego ya estaba cerrada pero lo intenté igual y me aceptaron. Fui muy afortunado"

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Daniel Romaus, en la Spanish Bay, en la ciudad de Monterey

“Aunque ahora ya es más habitual, el modelo de lamprea es poco conocido en el mundo y tenía claro que tenía que cambiar a un mamífero, que es el paso anterior, en caso de conseguir algún resultado, para llegar a humanos. La convocatoria de San Diego ya estaba cerrada pero lo intenté igual y me aceptaron. Fui muy afortunado. En California trabajan muchos grupos en regeneración axonal y el mío es uno de los más potentes en América. Mi jefe salió de la cantera de uno de los investigadores más importantes del mundo en este campo y que trabaja en el hospital de Massachusetts. Carecer de experiencia con ratones era un hándicap alto para mí, pero ilusión tengo la que quieran y yo jugué esta baza”, comenta Daniel, en cuya selección también pesó la estancia que había hecho durante el doctorado en un grupo de un centro de investigación asociado a la Universidad de Chicago y que es otro de los pocos en el mundo que trabaja con lampreas.

Su investigación actual en San Diego está enfocada a entender las rutas moleculares que activan los receptores de GABA y la regeneración de axones. “Lo hacemos mayoritariamente mediante manipulación genética, tanto bloqueando como potenciando su expresión. Inyectamos virus en las neuronas corticoespinales del cerebro que conectan con la médula espinal. En mi caso, que mido casi 2 metros, estaríamos hablando de una vía de casi un metro”, bromea.

¿Y por qué estas neuronas en concreto? “Porque son las que nos dan la destreza del movimiento de las manos. Tenemos la esperanza de que si se consigue algún resultado bueno se podría aplicar a una parte del cuerpo que utilizamos mucho y que es fundamental para el ser humano. Sería un paso muy importante”, reconoce Daniel, cuyo proyecto está centrado en los factores de elongación, que además de su papel en la traducción de ADN a proteína están relacionados con la regeneración.

En el Zheng Lab también estudian el sprouting neuronal, el mecanismo que en la lamprea, diez semanas después de haber seccionado la médula, origina que los axones comiencen a cruzar la zona dañada y a reconstituirla.

"Todavía estamos muy lejos de dar con la clave que permita a una persona ya no andar sino sostenerse en pie después de una lesión medular. el reto es muy complejo y descorazonador, pero a la vez te motiva y te genera ganas de seguir conociendo más"

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Daniel Romaus, ante la biblioteca del campus de la Universidad de California en San Diego

"Vamos avanzando pero todavía estamos muy lejos de dar con la clave que permita a una persona ya no andar, sino sostenerse en pie sin ninguna ayuda”

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“En el ratón, como en cualquier otro mamífero, no ocurre esto. La regeneración celular no existe después de una lesión. Pero sí se sabe que las neuronas no afectadas reconocen que se ha producido un daño e intentan compensar la pérdida emitiendo nuevos axones hacia esa zona. Vamos avanzando pero todavía estamos muy lejos de dar con la clave que permita a una persona ya no andar, sino sostenerse en pie sin ninguna ayuda”, admite.

“Es una dualidad. El reto es muy complejo y descorazonador, pero a la vez te motiva y te genera ganas de seguir conociendo más. Por eso la ciencia básica es imprescindible. Aunque cada vez menos, siempre ha sido como el patito feo, no es tan cool porque no tiene una aplicación inmediata, pero es la que genera el conocimiento que luego se transforma en una mejora para el ser humano. Afortunadamente la visión está cambiando”, celebra.

Allá por dónde va, Daniel causa asombro con las imágenes y vídeos de la lamprea, uno de los animales más antiguos que viven hoy en nuestro planeta y sobre el que todavía quedan tantas incógnitas por resolver. “Cuando les conté a mis compañeros de San Diego que en Santiago íbamos al río a cazar ejemplares adultos alucinaron. Nos acompañaba el guarda de la estación de Ximonde y nos pasábamos un día metidos en el agua intentando cazarlas. Buscábamos ejemplares que ya habían desovado para obtener esperma y los devolvíamos después”.

Pero lo que todavía causa más estupor es que constituyan un manjar culinario. “Incluso a los investigadores del grupo de Chicago les chocó que se coman cuando son adultas y se cocinen en su propia sangre. Yo nunca las he probado. Estuve más de ocho años viéndolas a diario y al final les cogí cierto cariño”, comenta entre risas.

Se fue a EE UU para tener más oportunidades de poder desarrollar una carrera científica en España y está intentando regresar. “La tierra tira mucho”, confiesa Daniel, que en La Jolla, el barrio donde reside y que solo está a 5 minutos a pie del campus, echa en falta incluso la lluvia. “El calor del verano es lo que peor llevo. El año pasado no llovió nada desde enero hasta noviembre. Y si literalmente caen cuatro gotas la gente ya dice que llovió muchísimo. Tengo bastante morriña”.

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