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Eso no es amor, cariño, es sexo pero da igual

¿Cómo no van a enroscarse ante la comunidad voyeur de televidentes?.

No quiero imaginarme, ni me interesa porque mis cachorros ya son adultos, qué piensan, hacen o dicen nuestros adolescentes del sexo y del amor. Lo que nuestros padres sufrían por defecto lo tienen ahora ellos por exceso porque sobran las vías y muy explícitas para convocarles a todo tipo de propuestas en ese orden. Ya no digo nuestros padres, que se excitaban por un tobillo que dejara al descubierto la amada al subir un carruaje y esa era toda la sexualidad posible hasta el matrimonio, la de la mirada furtiva salvo previo pago en casas de señoritas. Ya no digo ellos, que llegaban al matrimonio los más en estado de inocencia, sino nuestra generación, que se salvó por los pelos de la moral represora y culpabilizadora del pecado gracias a que la prédica del amor libre del movimiento hippie llegó pronto a nuestras vidas. Pero aún así, nuestros estímulos no disponían de más instrumentos que la imaginación y debíamos echarnos a la calle a probar nuestra pericia en la labor de ojeo, caza y captura.

Ahora no es menester. Televisión, ordenador o teléfono móvil dan acceso con solo hacer un clic a todo un mundo de sexualidad en vivo y en directo que se puede practicar de modo autónomo incluso sin levantarse de la cama. El amor, como todo últimamente, es un producto de mercadeo, donde importa más el envase y el coste que su verdadero uso. Y la televisión se limita a retratarlo con alegría y displicencia. Supongo que entre la represión de nuestros mayores obligados a difíciles excursiones cinegéticas, ya no para abatir la pieza sino para entrar en contacto con ella, y la enajenación por exceso de nuestros menores es preferible lo segundo, que te lo pone todo en casa y a la carta para que puedas incluso solucionar sin salir de ella la carga de deseo que la naturaleza puso en nuestras vidas.

A mí no me parece bueno todo lo que se consigue sin esfuerzo, pero ellos sabrán sobrevivir a lo que les toca. La sexualidad ha dejado de ser un tabú pero ¿quiere decir eso que practicamos más sexo? ¿Cómo ha cambiado el sexo la revolución digital? Aplicaciones como Tinder o el porno en realidad virtual nos abren la puerta a nuevas experiencias. Pero no hace falta ir tan lejos. Es cierto que la televisión llena de voces los silencios conyugales y podríamos preguntarnos qué harías hoy por la noche, tú y tu pareja, si al volver a casa descubrís que la televisión está estropeada. Muchos hombres y mujeres son los miembros silenciosos de un “menage a trois” infernal en el que el televisor es el tercer miembro del trío y el único que habla. Y es que si tenéis la vida programada de acuerdo con los horarios televisivos, lo más seguro es que os encontréis totalmente perdidos.

Y es que entre el inocente Amor a primera vista que en 1993 inauguró Canal Sur (ya con una María Patiño veinteañera de concursante antes de inventarse lo del periodismo sin imaginar el dinero que iba a acumular vendiendo detritus después) y ese programa de la Pedroche recién estrenado, Love Island, hay lo que va de un burka a un desnudo. Bellos cuerpos masculinos y femeninos que citan en una isla paradisíaca y a los que, prácticamente, les obligan revolcarse en la cama desde el primer día. Otra variante es La isla de las Tentaciones, en la que juegan a sacarse a los novios bajo la disculpa de probar su fidelidad. ¿Cómo van a aguantar entre tanta belleza y juventud con las hormonas desatadas, sin nada mejor que hacer y sin Dios al que darle cuenta? ¿Y qué tienen que perder unos chavales anónimos a los que pagan por enroscarse a primera vista? Hay toda una parrilla de enmascaramientos del amor que no encubren más que un mercantilismo emocional vendido por presentadores que se hacen de oro. Ya no digo “Sálvame”, en que todavía no se desnudan ni intercambian porque aún no se lo han pedido sino otros cuyos títulos lo dicen todo; “Granjero busca esposa”, “Quien quiere casarse con mi hijo”, “Mujeres y hombres y viceversa”, ”Me quedo contigo”… Por mí, que se desnude hasta el director general pero a eso no lo pueden llamar amor, si acaso carnicería al por mayor.

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