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Marta Robles | Escritora y periodista

“Alfonso XIII y Felipe IV fueron los reyes más promiscuos”

“No me interesa juzgar, quiero entender el comportamiento de los poderosos y la repercusión de sus pasiones en cuestiones de estado”

Marta Robles autora de “Pasiones carnales”.

La escritora y periodista Marta Robles se sumerge en la trastienda sexual de la historia de España en su libro “Pasiones carnales” (Espasa), un ensayo novelado de 24 capítulos en los que aborda los amores de los monarcas que pudieron cambiar el curso de los acontecimientos en nuestro país.

– ¿Cómo surgió la idea de ponerse a bucear en las pasiones carnales de los monarcas, tal vez le inspiró algún tema de actualidad?

– No, en absoluto. Hablando con Ana Rosa Semprún, directora de Espasa, del libro que salió en México hace dos años sobre los arrebatos carnales de algunos personajes influyentes en la historia de ese país, pensamos que podíamos hacer aquí una radiografía de la historia de España, un trabajo muy complejo. Me fui desde el siglo VIII hasta el XX, descarté algunos monarcas y dejé líneas sucesorias y dinastías para que el lector pueda seguir el hilo de la historia.

– Abre con la cita de Oscar Wilde “Todo en la vida trata de sexo excepto el sexo que trata de poder”, ¿ya estaba convencida de esta afirmación antes de escribir esta obra?

– Si antes estaba convencida, ahora lo tengo absolutamente certificado y con copia para todo el que la necesite. No es la corona la que corrompe o puede generar abusos de poder, sino simplemente el hecho de tener poder. Hablé de reyes porque España ha sido una monarquía a lo largo de los siglos. El sexo es una especie de recompensa para el ser humano, no implica solo procreación sino también juego, complicidad, y a partir del sexo hay sentimientos de posesión, celos, amor, lealtad, deslealtad y hasta asesinatos. Los poderosos se sienten con la potestad de poder dar rienda suelta a lo que el resto no puede. Y curiosamente el resto del mundo les consiente por esa erótica del poder que hace que les considere casi divinos.

“No me interesa juzgar, quiero entender el comportamiento de los poderosos y la repercusión de sus pasiones en cuestiones de estado”

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– Descubrió en esa labor de investigación un documento en que Carlos III cuenta sus secretos de alcoba a sus padres, ¿qué otros hallazgos le escandalizaron?

– Esa carta es de lo más tranquilo; lo curioso es que los padres le pregunten y Carlos III les dé tantos pormenores. Si miramos con los ojos del presente  que María Amalia de Sajonia era una niña núbil, pensamos en pederastia. Otros hallazgos curiosos son la carta de Merimée a Stendhal contando cómo era el pene de Fernando VII, los documentos por los que se sabe que Felipe II tenía una colección de pintura erótica, la confesión de María Luisa de Parma antes de morir según la cual su esposo no había participado en ninguno de los 23 embarazos que tuvo en su vida. A lo largo del libro también hay partes muy bellas en las propias relaciones de monarcas que rezuman mucha lírica. No todo son cuestiones sexuales; indago en esa trastienda, en esa parte humana que a veces se olvida y que es determinante en las razones de estado.

– ¿Qué monarca le pareció el más depravado?

– Los más promiscuos y adictos al sexo sin ninguna duda y que peores repercusiones tuvieron para nosotros fueron Felipe IV y Alfonso XIII. De ninguno de los dos se sabe ni el número de relaciones ni de hijos que tuvieron. A Felipe IV solo le interesaba el placer y era un inútil para las tareas de gobierno, por eso le llamaban el rey pasmado ¿Depravación? Cuando llega Felipe V a España, que es el primer Borbón, la corte austera de los Austrias se alegra mucho con todos los juegos que se trajo de Versalles: el impávido, el dildo, la gallina ciega,… Era un rey que tenía mucha obsesión por lo sexual y solo se le desvanecía cuando iba a los campos de batalla y tenía que enfrentarse al enemigo con la sangre. El resto de su tiempo necesitaba estar practicando sexo constantemente y ni siquiera le bastaba con las relaciones diarias con sus mujeres -primero con María Luisa Gabriela de Saboya, con la que se dice que tuvo sexo hasta el último día de su vida e incluso después, y luego con Isabel de Farnesio-, recurría a la masturbación, no a la infidelidad, porque era temeroso de Dios y pensaba que el onanismo tenía menos castigo. No me interesa juzgar; quiero entender la historia y valorar el comportamiento de los poderosos. Hay reyes que tuvieron concubinas y fueron grandes monarcas.

– ¿Su personaje favorito?

– No soy mitómana. Me parece curioso Felipe II con sus luces y sus sombras, como todos los que trato en el libro. Le tengo simpatía a Juana la Loca y no me gusta que haya pasado con ese sobrenombre y de Felipe V, que estaba como una cafetera, nadie haya comentado nada de su personalidad. En general miro con más simpatía a las mujeres porque entiendo que han tenido que hacer un esfuerzo enorme. A la propia Isabel II la miro con ternura porque pese a los errores que ella reconoció al final de su vida en las cartas con Galdós, creo que fue muy desprotegida desde niña, llegó al trono con muchas carencias y buscó afecto y protección en todos los hombres que formaron parte de su vida.

– A las mujeres se las juzgaba más duramente por sus conductas sexuales, ¿habría que hacer una revisión desde una perspectiva feminista?

– Se no sigue juzgando diferente ahora, imagínate en otros siglos. En mi libro pretendo dar a las mujeres su lugar y que se reconozca que aunque la historia está escrita en base a la desigualdad, en la parcela que tenían para poder moverse influyeron. Y mucho. En el desarrollo de los acontecimientos de sus países, en su esposos, en sus hijos, en sus pueblos. Por ejemplo, Isabel de Farnesio aguantó para estar en el poder y tomar parte en las decisiones a un rey con un trastorno de la personalidad como Felipe V, que era sucio -hedía- e incluso violento. De hecho consiguió que los documentos oficiales fueran firmados con “el rey y yo”. Isabel la Católica, más allá de las circunstancias que le tocaron vivir, como las infidelidades de su esposo, reivindicó permanentemente las capacidades de la mujer para el gobierno. Hay mujeres en este libro buenas, malas y regulares. Igual que los hombres.

– Y mirando desde la diversidad, ¿hubo reyes que pasaran a la Historia como impotentes o castos por su orientación sexual?

– Está casi demostrado en Enrique IV. Tengo mis sospechas en Alfonso II El Casto, porque es muy raro que renuncie al contacto sexual cuando llega al trono siendo la sucesión una de sus obligaciones. Sí hay una reina lesbiana, Isabel de Orleáns, mujer de Luis I. Hay documentos de sus relaciones con damas de la corte y no las tenía con su esposo. Luego la relación de Carlos IV con María Luisa de Parma y con Godoy está sujeta a los parámetros de cada cual, pero sí es cierto que él tenía un amor muy desmedido por Godoy y una relación de la que podría deducirse cualquier cosa, sobre todo al acceder al testamento de confesión de ella donde certifica que ninguno de sus hijos es de su esposo.

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