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Gallegos a la vanguardia

“Los monumentos cuentan una historia imperfecta”

Gestor cultural, comisario y arquitecto, Sergio Pardo López es director de proyectos en la Concejalía de Cultura de Nueva York y suma 15 años de experiencia en el sector cultural, 5 de ellos en arte público

Sertgio Pardo, en el intercambiador de Calatrava en el World Trade Center, en Manhattan

Cuando repasa su vida, recuerda al adolescente de 16 años al que se le ocurrió decorar con murales los barracones de un campo de refugiados de la guerra de los Balcanes. Ayudó a que niños y mayores recreasen las plazas y calles de las que habían huido o cualquier otro motivo que les hiciese más agradable su día a día. Y ahora se da cuenta de que esa misma inquietud con la que buscaba alegrar aquel “triste aparcamiento de personas” en Eslovenia es la que ha marcado toda su trayectoria profesional, la de perseguir el beneficio social que la cultura puede aportar a un barrio, una ciudad o a todo un país, además del indudable rédito económico. Sergio Pardo (Ferrol, 1984) es director de proyectos de la Concejalía de Cultura de Nueva York desde el año 2015 y está implicado en la gestión de toda la colección de arte público y también en la incorporación de nuevas piezas que, a través de diferentes iniciativas, ayudan a descentralizar el arte o ponen sobre la mesa problemáticas actuales y capítulos de la historia silenciados.

Uno de los programas de referencia de su oficina es el Percent for Art. Es el más veterano, está en marcha desde el 82, e implica que el 1% del presupuesto de construcción de todas las obras públicas que se llevan a cabo en Nueva York debe ir destinado a una pieza específica para ese entorno y comunidad. A día de hoy tienen 130 proyectos en marcha y un presupuesto de 26 millones de dólares. “Todo el proceso de selección es transparente y abierto al público. Buscamos artistas a nivel nacional e internacional que tengan potencial para hacer una propuesta específica que responda a la realidad del barrio”, explica.

La duración de estas piezas debe ser, al menos, de 50 años y contribuyen a descentralizar la cultura para que pueda “ser disfrutada por cualquier ciudadano independientemente de dónde viva”. Pero Sergio también gestiona proyectos de carácter temporal, que se desarrollan en el espacio máximo de un año. “Buscamos que las obras actúen como catalizadores o activen entornos. Podemos abordar ciertas temáticas que con las permanentes resultaría más complejo. Y también nos permiten ofrecer la posibilidad a artistas jóvenes para que se familiaricen con el sector”, comenta.

Otro de los programas más relevantes de la concejalía implica a los monumentos. A raíz del derribo de estatuas de líderes confederados en el sur de EE UU en 2017, algo que se repitió el año pasado con representaciones de Cristóbal Colón en diferentes puntos del país, la Alcaldía de Nueva York les encargó analizar las colecciones, las “controversias” que podían estar generando y crear una hoja de ruta para el futuro. “También se le encargó una auditoría externa a una fundación de mucho prestigio para tener dos puntos de vista. Y nos dimos cuenta de que, como en la mayoría de las ciudades, los monumentos cuentan una historia parcial, imperfecta. Y es necesario recontextualizar nuevos capítulos, matices y tonos en el espacio urbano que compartimos”, defiende.

No se ha destruido ninguna pieza y, en muchos casos, la solución pasa por su recontextualización con nuevas obras “que incluyan individuos, colectivos y momentos de nuestro pasado que nunca antes habían sido contados”. “De tal forma que al peatón se le presenten diferentes puntos de vista y saque sus propias conclusiones”, apunta Sergio. En otras ocasiones, se ha optado por reubicar monumentos en un entorno que permita ponerlos en contexto. “La historia hay que conocerla, no hay que negar los acontecimientos, sino intentar contarlos de la manera más amplia posible”, sostiene.

La alcaldía ha dispuesto 10 millones de dólares para “repensar qué es el monumento contemporáneo” y crear nuevos símbolos adaptados a los nuevos tiempos. Una de las primeras iniciativas puesta en marcha es She Built NYC, que busca “reparar la grandísima sinrazón que existe en Nueva York, el poco equilibrio de género”. Solo cinco piezas honran a mujeres en suelo público y solo una de ellas es afroamericana. “Una de las obras que se materializará en los próximos años rinde tributo a dos mujeres transgénero, Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, activistas en la defensa de los derechos LGTBQ e impulsoras del movimiento Stonewall”, apunta.

Todas estas nuevas piezas serán el inicio para que muchas personas “exploren” otras historias: “Son como un punto de entrada a otras realidades. Fomentan una búsqueda, un diálogo”.

“El arte no soluciona problemas, pero sí es capaz de poner un foco sobre la realidad y problemas sociales de los que no se habla. Puede fomentar un sentimiento de comunidad o simplemente mejorar el espacio urbano. Su beneficio estético viene por descontado. Lo hemos visto durante el aislamiento por la pandemia. La música, los libros, el arte… nos han mantenido a flote y casi mentalmente sanos. Pero la cultura también tiene valor desde el punto de vista económico, social o histórico. Es un error pensar que no podemos relacionar arte con beneficio económico. Como cualquier otra industria, debe y puede tener un rédito para el territorio. La pieza de Christo y Jeanne-Claude en Central Park generó 250 millones de dólares en 15 días. El arte tiene su impacto en hoteles, comercios, restaurantes... La cultura es esencial para vertebrar cualquier país”, subraya.

Por todo ello y con más énfasis ante la grave situación derivada de la pandemia, Sergio defiende que cualquier ayuntamiento por pequeño que sea debe apostar por programas culturales: “El Percent for Art surgió después de una crisis importante y, haciendo un paralelismo con lo que vamos a vivir, este tipo de acciones ayudan a fomentar el sector artístico, que es muy amplio. Son iniciativas que pueden y deben ser puestas en marcha en cualquier territorio. Es bastante común que nos pidan asesoramiento desde grandes ciudades a países como Noruega o localidades muy pequeñas. No es un tema de tamaño ni de presupuestos, sino de voluntad e interés”.

El confinamiento vació las ciudades, convirtiéndolas en atrezo, y monumentos emblemáticos como el Manneken Pis de Bruselas o la escultura de Stradivari en Cremonte se pusieron mascarillas. “Parecía que la sociedad quería que hablasen, que trasladasen la ansiedad y la vulnerabilidad que estábamos sufriendo todos. Y esto habla también de esa función del arte como elemento de cohesión social, recordando el deber de los poderes públicos de seguir sumando con acierto nuevas políticas culturales que protejan la memoria de todos, no solo de unos cuantos”, reflexiona.

“La cultura es parte del motor económico y social de un país”

Sergio ha vivido fuera de Galicia desde que con 16 años se fue a estudiar a la localidad italiana de Duino, en la frontera con Eslovenia, gracias a una beca de la Fundación Colegios del Mundo Unido. Y la experiencia que vivió en el campo de refugiados que visitaba una vez por semana presagiaba de alguna manera su futuro. Después estudió Arquitectura en la Politécnica de Madrid, siendo consiente de que aquella no sería su profesión, sino que quería dedicarse a la cultura. Siguió formándose en el Illinois Institute of Technology becado por la Fundación Rafael del Pino y en 2015 se incorporó gracias a la prestigiosa beca Fulbright a la Universidad de Nueva York para estudiar un MBA Cultural. Fue allí donde uno de sus profesores le propuso formar parte de la Concejalía de Cultura.

“En Italia participé en el Pabellón de España para la Bienal de Venecia y trabajé en la colección Peggy Guggenheim. También he gestionado la Colección Lola Garrido en Madrid y colaboré con el MOMA. Siempre pensé que me gustaría trabajar desde el ámbito público, pero antes de trasladarme a Nueva York no era conocedor del programa en el que trabajo. EE UU no tiene un ministerio de cultura y el presupuesto de la concejalía es mayor que el nacional en este ámbito. La ciudad entiende su importancia y además es uno de sus elementos de identidad. Lo primero con lo que se relaciona Nueva York es con su vasta oferta cultural”.

A Sergio le encantaría poder colaborar en algún proyecto español o gallego. De hecho, se ha llegado a reunir, por iniciativa propia, con representantes de ayuntamientos y ministerios: “Muchas veces las cosas no se hacen por falta de interés o voluntad, sino por desconocimiento. En España hay gente tremendamente preparada y con ganas de hacer cosas, pero también hay que tener en cuenta la burocracia y la lentitud de lo público. Pero siempre he tenido en mente ayudar, desde la distancia o volviendo en el futuro. Aunque llevo muchos años fuera siempre tengo muy presente que soy gallego”.

“El sector de la cultura es parte del motor económico y social de un país, como la industria automovilística o la textil. Ojalá que tanto las instituciones públicas como las privadas entendiesen el rédito que tiene a largo plazo. Hay que seguir creando otros nombres como Picasso, Dalí o Miró. España tiene magníficas generaciones de artistas plásticos, músicos y cineastas. Y se deben visibilizar y darles oportunidades”, demanda.

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