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En defensa de la abstinencia sexual, amén

En defensa de la abstinencia sexual, amén

Vaya pandemia esta, por culpa de la cual ya empiezan a prohibirnos el sexo con foráneos, con los que vienen de fuera, con los que no viven bajo nuestro mismo techo! Lo que la religión no ha conseguido, la abstinencia sexual fuera del matrimonio o de la pareja estable, lo está consiguiendo el virus.

Ya que ni Dios mismo desde el Más Allá ha logrado imponer sus criterios abstencionistas, la naturaleza desde el Más Acá ha dispuesto esta peste para que retengamos nuestros impulsos de apropiación corporal del otro. O acaso sea Dios (que a lo mejor existe para susto de esos humanos tan pobres de espíritu que todo lo ven a la luz de la Razón), el que haya enviado esta peste como aviso. Ya lo ha hecho más veces, como cuando sobre el Egipto faraónico mandó la lluvia de ranas y luego los piojos, las bestias salvajes, el ganado enfermo, la lluvia de fuego...

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En una versión más moderada, nosotros hemos recibido nevadas desasosegantes, lluvias desatadas con inundaciones, miniterremotos como el de Granada por no hablar de otros infernales en el extranjero, incendios cada vez más pavorosos de nuestros montes, amenazantes deshielos, vacas locas que diezmaron nuestra ganadería, virus como el actual incontrolables, tanta ausencia de vacunas para paliarlo como diabólica presencia de hordas salvajes de conspiranoicos antivacunas... y hasta falsos profetas coletudos y jeremíacos con sermones abominables que hablan de la magia de una república, la maldad intrínseca de una monarquía o los derechos sin límites de un nacionalismo redentorista que, como toda antigualla ideológica, huele a naftalina. No digáis que no estáis avisados.

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Con esto del virus, en España los gobiernos de Madrid y Valencia (otros les van a la zaga) ya han explicitado que prohíben las relaciones sexuales entre dos o más personas no convivientes. Si convivimos no hay problema, podemos hacer tríos, cuartetos o quintetos pero ¡ay de los que no viven bajo el mismo techo! Se secarán sus fluídos vaginales y espermáticos, como si una maldición hubiera caído sobre ellos. A mí no me afecta la prohibición, la verdad, porque tengo una dama fija conviviente bajo mi techo y, aunque sea solo una, me conformo porque a mi edad no solo tengo mis baterías más descargadas y mis impulsos más controlados sino casi toda la labor hecha, un itinerario de oferta y demanda muy cumplido,y un agradecimiento a Dios por tolerarlo aún habiendo incumplido todos sus mandatos.

Tampoco es para tanto que no nos dejen folgar o ayuntarnos con varón o hembra placenteros si no son con los que cohabitamos. Dice la Generalidad, y dice bien, que nos queda el sexting, la masturbación personal o el visionado de contenido erótico. Y, en cualquier caso, yo he conocido gente que vive feliz sin el coñazo sexual ese de tener que vestirse y desvestirse, a veces sin saber con quién. Y ahora peor, con mascarilla. Leed, leed a Santo Tomás y veréis que la abstinencia, la sobriedad y la castidad integran una virtud cardinal para los cristianos y una conquista para los que no creen ni en Dios porque asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos.

A veces me pongo extremo y pienso que debería abolirse no la prostitución, sino el sexo. Así nos ahorraríamos muchas locuras que se cometen por culpa del mismo, pero una ley no puede ir contra natura porque no solo forma parte de nuestra naturaleza animal sino que es la trampa dispuesta en nuestra biología para nuestra reproducción. Además, afectaría a la supervivencia de todos los consultorios sexuales, psicológicos y psiquiátricos . E l dinero, ni tocarlo. ¿Y si prohibimos el deseo? Nos liberaría de esta esclavitud del sexo pero es muy complicado. Mejor será seguir así y a ver qué pasa.

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