Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mis enfermos imaginarios

Somos una familia sana y, sin embargo, nos vuelven locos las enfermedades. En realidad, les tenemos pánico, pero no podemos vivir sin ellas. Mi hermana Sonia maneja un censo del estado de salud de parientes y amigos, y disfruta manteniéndonos informados. Cada vez que nos sentamos a comer, nos da el parte y, si trae en el bolsillo algún caso truculento, le brillan las pupilas. “¿Os habéis enterado de lo de Teresita?”.

No sabemos de quién hemos heredado ese terror porque tanto por vía materna como paterna encontramos trazas. Mi padre, que no soporta un capítulo de House, está convencido de que el secreto de la longevidad está en el senderismo, y, desde que se jubiló, vive como un maqui, pasando más tiempo en el monte que en casa. Mi madre, una yonki de los programas de medicina natural, ha acumulado un dominio tan vasto de remedios caseros que no le llegan las letras del abecedario para nombrar las vitaminas que conoce.

Para mi hermana Sara, la causa de toda enfermedad se encuentra en la comida, así que cada semana declara la guerra a un grupo de alimentos, aunque en el pódium se encuentra mi hermana Rebeca, que vive en una lucha diaria para conquistar la inmortalidad por la vía de los seguros médicos y las herboristerías.

Antes de Rebeca, yo reiné en el podium, especialmente en mi etapa universitaria. Entonces, la doctora Rosa era una persona imprescindible en mi vida. Pese a ser su paciente incordio, estoy seguro de que me admiraba en secreto. En el fondo sabía que, con apenas veinte años, había logrado sobrevivir a infartos, tumores, derrames cerebrales y un montón de virus tropicales que sólo yo creía que habían llegado a Compostela.

Con los años, he conseguido dejar atrás esas neuras, y estoy seguro de que mi querida doctora Rosa me añora y saca a relucir mis visitas para animar sus cenas de Navidad. Lo cierto es que nunca he hecho demasiado caso a los refranes, pero hay uno que me viene a la cabeza cuando esos miedos amagan con volver: “Lo que no mata engorda”. Sin embargo, al mirarme en el espejo me pregunto si mis enfermedades serán realmente tan imaginarias, a juzgar por los kilos que se acumulan en mi cintura.

Compartir el artículo

stats