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Franca Navidad

Luces navideñas en una calle de Madrid

Como la serpiente de cascabel que, emboscada, agita la cola para advertirnos de su presencia, la Navidad también tiene sus propios recursos para, con mayor o menor discreción, indicarnos su proximidad. En condiciones normales, antes incluso de que nos percatásemos de la contumaz insistencia de los anuncios de Brummel y El Lobo (qué buen turrón...), acostumbraban a ponernos sobre aviso señales como la proliferación de mensajeros con gorritos de Papa Noel, la implacable banda sonora a base de villancicos a todo trapo en las calles o, sobre todo, el ansia por encontrar a tiempo una buena excusa con la que esquivar la invitación a la mesa de nuestro cuñado.

Dos transeúntes posan delante de un árbol de Navidad en una de las postales más emblemáticas de las fiestas Germán Caballero

El problema es que, en este año tan raro en el que hasta la nueva normalidad es anormal, los indicativos habituales han cambiado por otros más específicos. Como por ejemplo esta nueva manera de felicitarnos las fiestas en la que se ha enfrascado nuestra clase política: viendo que el Pisuerga pandémico está a punto de pasar por la Navidad, nuestros dirigentes han aprovechado semejante circunstancia para darle forma a su enésimo enfrentamiento, esta vez bajo el peregrino pretexto de algo tan absurdo como salvar las Navidades.

Vigo enciende su Navidad 2020 entre medidas anti Covid-19

Vigo enciende su Navidad 2020 entre medidas anti Covid-19 Agencia ATLAS

Por descontado, y a pesar de tanta teatralidad y tanto histrionismo por todas las partes, es evidente que aquí ya nadie engaña a nadie que no quiera dejarse engañar, porque, en el fondo, todos sabemos que en realidad todo esto del espíritu navideño, la salvaguarda de las reuniones familiares y el calor del hogar les importa un carajo. De no ser así, tal vez se tomarían un poco más en serio esa Constitución que hoy conmemoramos y con la que tanto se llenan las bocas los hunos y los otros, empezando por ejemplo por asegurar el cumplimiento de artículos tan necesarios en estos tiempos como, si ir más lejos, el famoso 47. Ya saben, ese que dice que todos los españoles tenemos derecho a una vivienda digna y adecuada, no sólo en Navidad, sino todos los puñeteros días del año...

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Pero, como decía, resulta escandalosamente obvio que su intención no es esa. De un tiempo a esta parte, para esta clase política que Dios en su inmensa gracia ha tenido a bien darnos, la Constitución ha quedado reducida a ese librito con unos cuántos artículos por delante y por detrás del único que de verdad interesa, que es el 155. Y lo del derecho a la vivienda, al trabajo, o el rollo ese de la igualdad ante la ley ya luego si tal. Cuánto menos ahora, que lo único que parece importar es la Navidad. Salvarla y dejarnos de historias, no vaya a ser que hagamos llorar a Rudolf el reno.

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ERC alcanza un preacuerdo con el Gobierno sobre los PGE con el fin de "acabar con el paraíso fiscal de Madrid" Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: EP

Y así es que a todos les ha dado por embarcarse en semejante cruzada y, camuflados tras el disfraz del mayor derroche de altruismo jamás contado, tanto las derechas como las izquierdas se dedican a emitir mensajes en esa dirección, ¡Salvemos la Navidad!, sembrando una vez más la inquietud en el respetable, vendiéndonos el humo de hacernos creer que algo realmente serio está en juego. Y lo está, es cierto. Pero no donde ellos nos señalan con tanta insistencia. Al fin y al cabo, tampoco hay que estar asesorado por la OMS, el CNI, la NASA o la TIA para verlo, y ni siquiera hay que ser muy listo para darse cuenta: cuando aún no hemos encontrado una manera correcta de pasar esta segunda ola (no hay más que observar unos números que, una vez más, están siendo devastadores), ya se nos acerca una tercera. Y por más ruido de fondo con el que nos intenten aturdir, la capacidad de decidir la magnitud de esta nueva embestida no está más que en nuestras manos. Es nuestra responsabilidad, porque, de hecho, con todo lo que sabemos a estas alturas podríamos hacer que esa tercera ola nada más fuese una marejadilla, un vaivén del que salir con manguitos y un patito de goma. Podríamos hacerlo, está en nuestras manos...

Una imagen del árbol de Navidad de la Puerta del Sol. Reuters

Pero mucho me temo que no será así. ¿Qué otra cosa esperar, si no, ante todo lo que hemos visto esta semana? Todas esas imágenes de calles abarrotadas para presenciar el alumbrado navideño. Todos esos señores que celebran la colocación de una bandera compuesta por diez millones de leds rojos y amarillos diciendo que hoy más que nunca hay que defender lo español, sin pararse a pensar en cuántos españoles, hoy necesitados como nunca antes, podrían recibir ayuda con lo que ha costado esa bandera y todas las banderas hechas de todos los millones de todos los leds del mundo... Todas esas señoras diciendo que bueno, que algo hay que comprar aunque sólo sea para salvar la Navidad, sin pararse a pensar que quien de verdad necesita una salvación no es Papa Noel, sino los enfermos. Todas esas personas que se quejan en televisión de lo llenas que están las calles... ¡mientras son entrevistados en el medio de esas mismas calles! Pues no se preocupen, hombre, que pronto podrán quejarse también de lo llenas que se han encontrado las UCIs...

Me encantaría poder firmar una de esas columnas conmovedoras, llenas de buenas vibraciones y mejor rollito navideño que tanto abundan en estas fechas. Pero, con franqueza, esto es lo que siento. Viendo cómo está el patio y lo mucho que nos va en ello, creo que vale más ser sincero que aparente. Es cierto que también podría intentar cerrar este texto con algún chiste final que apelase indirectamente al empleo del sentido común, quizás incluso disimulando la preocupación bajo un poco de humor negro. Ya saben, como esos memes en los que se nos advierte de que, si estas Navidades no nos andamos con ojo, lo más probable es que la próxima reunión familiar la celebremos en el tanatorio más cercano. Pero entonces yo dejaría de ser honesto. Porque al virus y a sus circunstancias hay cosas que les dan absolutamente igual y, de nuevo en estado de alarma, volverá a no haber reunión posible, ya sea el muerto nuestro padre, su abuela, mi novia o tu hija.

Navidades quedan un montón. Pero, al igual que sucede con las madres, vida no hay más que una. Un poquito de cordura, por favor, o al final el único consejo útil del que podremos echar mano será el mismo que Dante se encontró grabado sobre las puertas del Infierno: Abandonad toda esperanza.

@pedrofeijoo

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