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Esa mujer tras la ventana que me fascina y aletarga

Detalle del cuadro “Mujeres en la ventana”, pintado por Murillo

Ahora mismo, la veo mientras escribo. Todos los días la veo mirar de soslayo tras la ventana. Vive frente a mí, podría romper ese cristal que está a un tiro de piedra y que día tras día alimenta una incógnita que crece al paso de las hojas del calendario: ¿mira o piensa? ¿quién es? ¿Dónde está su mente aunque su cuerpo repose tras la ventana? ¿Repara en lo que ve o simplemente descansa sus ojos de anciana? ¿Mira hacia afuera pero en realidad lo hace al vacío, o es hacia dentro y hurga en los recovecos de su memoria? ¿Es la mirada perdida de un mujer mayor llena de soledad, de añoranza, de ternura? ¿Cuál habrá sido su vida, me pregunto?

Está de pie y mira casi siempre hacia ese lado donde se abre el campo y sus verdores porque de frente una muralla de edificios le tapa el horizonte. Más que voyeur en rastreo vecinal con la mirada, la deja que repose sobre la gran llanura vegetal a su derecha y yo cada día quiero saber más o me imagino la vida que habrá llevado esta mujer que se mueve con dificultad cuando da la vuelta y se adentra en esa jaula de oro que habita. ¿Por qué me produce esa fascinación? ¿Cuál es su misterio? Ahí está, quieta, apoyada sobre el alféizar de su ventana.

“Mujeres en la ventana”, obra de Bartolomé Esteban Murillo

De repente sentí que esa imagen la había visto aquí y allá, en una pintura, en la literatura, en el cine.... como si no fuera yo solo sino que hubiera seducido a muchos artistas a lo largo de la historia. La vi en “Mujeres en la ventana”, pintada por Murillo en el siglo XVI, esa obra que se conoció en su primer momento por “las gallegas” y quizás represente a una prostituta y su celestina. Vi “mujer en la ventana” en un cuadro de Friedrich Caspar David de 1822 en que aparece su mujer, Christiane Caroline Bommer . Vi “figura en una finestra” en ese retrato que pintó Dáli de su hermana Anna María en 1925, lo vi en la “Mujer sentada en la ventana” con que Picasso inmortalizó en 1937 a su musa y jovencísima amante, Marie-Thérèse Walter, y en “Camile Monet en la ventana”, la joven esposa de Monet que así pintó en 1873; lo vi en Hooper y en las numerosas ventanas que aparecen en sus obras pero también en las películas que se inspiran en sus escenas... ¿Cine? Recuerdo “La mujer en la ventana”, de Joe Wright, un thriller de terror con una mujer que ve desde su casa lo que nunca debiera haber visto; en literatura con la obra de A. J. Finn en que se inspiró la película, en la Odisea con Penélope hilando a rueca esperando que aparezca Odiseo, en escritoras como Joyce Carol Oates al galope de un largo poema o en un ensayo de Carmen Martín Gaite. Hechizadas por el trasfondo de la mujer en la ventana. Y así, en un sinfín de artistas seducidos como yo ahora que miro otra vez, mientras escribo, a esa mujer, que ya es más mía, apostada en la ventana.

Decía Carmen Martín Gaite que antes la ventana era el ancla, el centro de la casa desde donde se tejían los viajes, las historias; el punto de fuga del pensamiento. Hoy, creo yo que está desaprobado el acto de mirar por la ventana y mucho más el de salir a los balcones, aunque hallarás más ventaneras a medida que subes de edad o bajas la escala social y ya casi todo sucede en la casa, porque sobrados de años o faltos de medios, poco puedes hacer fuera de ella. ¿O será que la ventana no es para ver qué está pasando en el mundo sino en nosotros mismos? ¿Y si mirar desde ella es una de las formas de melancolía? Leo en un artículo que el potencial de soñar despiertos no es reconocido por las sociedades, obsesionadas con la productividad. ¿Y ahora tampoco, durante esta pandemia que nos recluye tras las ventanas? Dice bien Lucía Ortiz: las ventanas son la arquitectura de una rebelión pacífica contra el mundo automatizado. Son espejos de aire libre por donde podemos mirarnos sin asfixia y permitir que la creatividad se suelte.

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