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“El trabajo con telescopios ayuda a mejorar el diagnóstico del cáncer”

El astrofísico ourensano Carlos González Fernández es investigador de la Cambridge Astronomy Survey Unit

El astrofísico ourensano Carlos González, ante la capilla del King’s College, en el campus de la Universidad de Cambridge.

A medida que avanza la tecnología, el ser humano progresa en su exploración del universo. Pero la sofisticación de los grandes telescopios también ha restado cierto romanticismo a la labor de los astrónomos al privarles de muchas noches en vela escudriñando el cielo desde diferentes puntos del planeta en busca del hallazgo ansiado. Ahora son otros científicos los que analizan la enorme cantidad de datos generada por estos instrumentos gigantes para encontrar la información deseada y permitir grandes descubrimientos como nuevas ondas gravitacionales –la detección de la primera obtuvo el Premio Nobel de Física en 2017–. El doctor en Astrofísica Carlos González Fernández (Ourense, 1977) es uno de los expertos que participa en el procesado de este maremágnum de información desde la Cambridge Astronomy Survey Unit, así como en otros proyectos en los que aplican su conocimiento a la agilización y mejora de los diagnósticos médicos.

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"Estas instalaciones son tan complejas que no resultaría eficiente que los astrónomos y astrofísicos tuviesen que reaprenderlo todo de nuevo cada vez que quieren utilizarlas"

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Su trabajo está vinculado a los telescopios del Observatorio Europeo Austral (ESO), que agrupa a 16 países y al anfitrión, Chile, y es el segundo más grande de Europa tras el Gran Telescopio de Canarias. “Estas instalaciones profesionales son muy costosas y difíciles de mantener y no son accesibles para una sola institución o país, por eso se crean estas organizaciones internacionales. Y son tan complejas que no resultaría eficiente que los astrónomos y astrofísicos tuviesen que reaprenderlo todo de nuevo cada vez que quieren utilizarlas. Por eso se optó por un modelo en el que un grupo de investigadores realizan las observaciones para el resto del mundo y un análisis previo de los datos, normalmente estadístico, para que los científicos del otro lado de la línea telefónica puedan obtener sus conclusiones”, explica.

Una de las imágenes captadas por la ESO del nacimiento de un planeta. Observatorio Europeo Austral (ESO)

“Estos grandes telescopios producen una cantidad ingente de datos y hacerse cargo de este volumen es muy difícil cuando lo que necesitas es información de un determinado grupo de estrellas o un número concreto en medio de toda la marabunta de datos”

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Esta labor implica dominar las técnicas más punteras de big data e inteligencia artificial, lo que también conlleva un aprendizaje continuo. “Hoy en día, en la academia se prima la especialización, pero en nuestro trabajo lo que interesa es contar con habilidades para la aplicación de cosas muy diferentes y esto lo hace muy atractivo. Debes estar siempre atento a las nuevas herramientas”, apunta Carlos.

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Pero él y sus compañeros de la Astronomy Survey Unit no solo tienen su vista puesta en el cielo –metafóricamente, claro, porque lo interpretan a partir de los datos computacionales–, sino que también mejoran nuestro día a día sobre el planeta Tierra. Una de las valiosas aplicaciones que tiene su conocimiento es la mejora de la imagen médica y actualmente participan en un ambicioso proyecto liderado por el Cancer Research UKCambridge Institute, el mayor del país en este ámbito, para reconstruir tumores en 3D. El equipo, liderado por Greg Hannon, incluye a científicos de diferentes especialidades de Reino Unido, Irlanda, Suiza, Canadá y EE UU.

“Es una iniciativa muy grande con una financiación de 20 millones de libras y busca desarrollar herramientas para el estudio del cáncer de mama, uno de los que tiene más impacto"

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"Nuestra parte consiste en aplicar a los microscopios todo lo que desarrollamos con los telescopios. En los hospitales, las biopsias se analizan en microscopios cada vez más avanzados que producen datos a unos volúmenes muy parecidos a los de un telescopio astronómico, generando a diario terabytes de información. Un médico o un biólogo no están acostumbrados a manejar todo este caudal y nosotros tratamos de facilitarles la tarea”.

También hay miembros de su equipo implicados en otro estudio relacionado con la Covid-19 que busca agilizar el procesado de radiografías de pacientes infectados y decidir de forma rápida el tratamiento más eficaz o el ingreso en UCI.

“Siempre estamos metiendo el dedo en todos los pucheros”

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Son tan solo son dos ejemplos de las inestimables aplicaciones de la investigación en astronomía y astrofísica. “Siempre que un astrónomo da una charla para el público en general surge la pregunta ¿Y para qué sirve? Pues para esto, además del interés que tiene saber cómo funcionan las cosas. ¿Para qué sirve la Fórmula 1? Pues para nada, pero los avances que desarrollan para que los coches vayan más deprisa impactan en nuestra vida diaria. El GPS de los móviles funciona gracias a que se tiene en cuenta la Teoría de la relatividad”, comenta.

“Entiendo que nadie quiera gastar su dinero en cosas inútiles, pero es imposible predecir qué va a tener un impacto en la sociedad. En los años 80, la gente se reía de los láseres y las redes WiFi funcionan gracias a una tecnología desarrollada por un astrónomo australiano que estudiaba agujeros negros con radiotelescopios. Y hoy muchas multinacionales pagan esta patente al país, que reinvierte el dinero en investigaciones de astronomía”, apunta.

Por eso es tan importante la divulgación, una labor a la que le gusta dedicar su tiempo. Colabora con los podcast Cofee Break, organizados por el Museo de las Ciencias y el Cosmos de Tenerife y el Instituto de Astrofísica de Canarias, y también ha participado en algún programa de Carlos Alsina en Onda Cero:

"Contribuimos a luchar contra el estereotipo de que los científicos estamos metidos en nuestro despacho ajenos a todo"

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“Me divierte y es bueno que la gente sepa a qué nos dedicamos los investigadores. A nivel personal, el ejercicio de reducir un tema muy complicado a algo que lo pueda entender todo el mundo también te ayuda. Y contribuimos a luchar contra el estereotipo de que los científicos estamos metidos en nuestro despacho ajenos a todo”.

"Siempre ha habido científicos escépticos con las teorías más establecidas y eso no significa nada. No quiere decir que exista una conspiración en torno al coronavirus "

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El coronavirus ha hecho que la sociedad se asome al sistema de investigación, pero también ha generado sorpresa y desconcierto.

“La pandemia ha abierto la lata de cómo funciona la ciencia"

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"Si como científicos hubiésemos sido mejores en exponer sus mecanismos o los requisitos que debe tener un artículo para que se le dé validez nos hubiésemos ahorrado muchos dramas. Que paralicen un ensayo de vacunas es una cosa completamente normal que no sorprende si tienes este conocimiento, pero a alguien que no lo tenga lo alarma. Si todos los ciudadanos hubiésemos tenido más herramientas para afrontar toda la información de estos meses hubiese sido diferente”, plantea.

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En este sentido, añade que el desacuerdo entre los investigadores también es lo habitual: “Así funciona la ciencia. Ahora tenemos conocimientos sobre el coronavirus que en marzo ignorábamos. Siempre ha habido un porcentaje de científicos escépticos con las teorías más establecidas y eso no significa nada, no quiere decir que exista una conspiración. El peso de los hechos es el que es”.

  

Las primeras ondas gravitacionales tras la colisión de dos estrellas de neutrones


Carlos estudió Física en el campus ourensano de la Universidad de Vigo y se doctoró en el Instituto de Astrofísica de La Laguna. Después se trasladó a la Universidad de Alicante, de la que salió en 2013 rumbo a Cambridge ante el incierto panorama para la investigación en España. La institución británica es una de las mejores del mundo en astronomía y astrofísica. “No solo es que sea un centro muy puntero en este campo, sino que intenta serlo en todos. Y tiene una capacidad para colaborar con otras instituciones que es muy difícil de encontrar en otros lugares”, destaca.

Su grupo pertenece al Instituto de Astronomía de Cambridge y una de las líneas principales de trabajo del ourensano son los fenómenos transitorios. En este contexto se integra la búsqueda de contrapartidas de ondas gravitacionales, es decir, de aquello que las genera. Desde 2015 se habían detectado en fusiones de agujeros negros, pero en 2017, por primera vez, la observación tuvo lugar tras el choque de dos estrellas de neutrones. Una vez detectadas desde Tierra, los grandes telescopios como ESO buscaron la señal y contribuyeron a certificar este nuevo hito científico que los expertos señalaron como el comienzo de una nueva era. “Tienes que actuar de manera muy eficiente. Nosotros somos muy buenos en ese primer análisis de datos, en una hora podemos comprobar si el fenómeno está ahí y facilitar los primeros resultados”, apunta.

La Universidad de Cambridge, con más de 800 años de antigüedad, apela estos días a su historia para recordar que ya resistió la peste negra en el siglo XVII. “Las clases magistrales son remotas, pero los laboratorios y tutorías siguen siendo presenciales. Hay una política de test bastante agresiva y se realizan a todos los alumnos cada semana”. El país lleva diez días confinado de nuevo y Carlos prefiere no pensar en si podrá volver a su casa estas navidades: “No es algo que esté bajo mi control”.

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