Yo quiero tener... unos diez amigos

Un grupo de jóvenes en un bar

Un grupo de jóvenes en un bar

Rafa López

Rafa López

Al margen de los miles de personas que han fallecido, gente que no había muerto nunca, que diría el maestro Vence, el Covid-19 nos ha dejado también algunos momentos de humor. Uno de ellos fue la contestación que dio a la televisión autonómica vasca un joven malagueño afincado en Bilbao, al que este verano preguntaron, en una encuesta callejera, qué le parecía la restricción de reuniones sociales a diez personas para frenar el coronavirus. “A mí no me importa, yo no tengo diez amigos”, espetó el hasta entonces anónimo universitario, sin imaginar que su respuesta se haría viral.

Tal vez la prohibición de las reuniones sociales de más de diez personas por parte de la Xunta haya sumido a muchos en la zozobra, pero no hay razón para ello. Por más que Facebook y otras redes sociales nos hagan creer que tenemos decenas o cientos de amigos, en la mayoría de los casos, los dedos de las manos nos bastan –y a veces nos sobran– para contar a nuestros verdaderos amigos. No hay más que padecer alguna adversidad para darse cuenta del valor de la amistad y de la escasez de los amigos de verdad, aquellos que no acuden solamente a las fiestas y no se esfuman cuando vienen mal dadas.

Hoy suena temeraria la pretensión de Roberto Carlos –el cantante–, que quería “tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”: triple riesgo el de multiplicar los contactos hasta el millón, levantar la voz –lo que aumenta la exhalación de aerosoles infectos– y hacerlo en Brasil, donde campa a sus anchas el coronavirus.

Toca hacer caso al eminente virólogo alemán Christian Drosten, que en una reciente entrevista aconsejaba “ir de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Su consejo es hacer exactamente lo contrario de lo que proclamaba Alaska, que aseguraba tener “el cuerpo muy mal, pero una gran vida social”.

Otros científicos nos animan a pensar en los contactos sociales como un presupuesto limitado que tenemos que administrar: ¿Queremos gastarlo en irnos de cañas con amigos o es mejor reservarlo al ámbito laboral? Nuestros contactos los vamos llevando en una “mochila” que aumenta el riesgo de contagio para quien luego se encuentra con nosotros. Conviene, por tanto, evitar a los amigos con la chorboagenda más abultada y restringir la presencia de cuñados en las comidas familiares. No todo en la pandemia iban a ser desventajas.

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