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La inteligencia artificial, ¿en qué nos afecta?

La Inteligencia Artificial es el avance más importante de los últimos siglos

O mejor dicho, ¿en qué no nos afecta?

La capacidad de que las máquinas piensen y aprendan por su cuenta puede ser el avance más importante de la tecnología en los últimos siglos, y la inteligencia artificial (IA) está ya presente en todas partes, de una forma más general de lo que podría parecer en un primer momento. Hay muchos dispositivos y sistemas que nos ayudan en nuestra vida cotidiana, pero que no sabemos que funcionan gracias a la IA. La incluyen, por ejemplo, el reconocimiento de la huella dactilar o facial para desbloquear el móvil, el reconocimiento de voz que utilizamos para diferentes aplicaciones, el parking que lee la matrícula del coche y que gracias al cual no tenemos que meter la tarjeta, los programas de edición de imágenes de los teléfonos móviles, aplicaciones sofisticadas en el sector salud que detectan enfermedades a partir de imágenes, y también es la base del software que emplean los vehículos sin conductor.

Inteligencia artificial para ganar tiempo al Covid-19

La IA también ha sido clave en la lucha contra el Covid-19 que han llevado a cabo los países más avanzados, como en el uso de robots autónomos, que se ocupaban de entregar alimentos, medicinas y otros productos a los pabellones de aislamiento; en el uso de drones, con diversas aplicaciones como la fumigación, la vigilancia y la información a los viandantes; en la utilización de máquinas de TC (tomografía computarizada), el método más efectivo y preciso para diagnosticar el Covid-19, en tan solo veinte segundos y con una tasa de precisión del 96 por ciento, frente a los cinco o diez minutos que suelen tardar los médicos diagnosticando visualmente las imágenes de los pacientes; o también en la producción de la vacuna, para la que tradicionalmente se necesitarían varios años, y cuyo plazo fue reducido a menos de un año gracias al uso de la Inteligencia Artificial y el software de la empresa DeepMind de Google, que está utilizando ahora lo ensayado durante años con los deportes mentales más complejos, como el ajedrez o el Go.

Stephen Hawking compara su irrupción con la del fuego, que fue incontrolable para los primeros humanos hasta que inventamos el extintor

Esta increíble tecnología crece actualmente a un ritmo exponencial, y las empresas más punteras tienen claro que es el camino a seguir. Apple ya la usa para asimilar el enorme volumen de localizaciones y mapas que generan los smartphones, los coches que se conectan a la nube u otros dispositivos. Facebook la utiliza para analizar el comportamiento de los usuarios y posteriormente predecirlo, con lo que consigue una publicidad más individualizada y efectiva; o más recientemente también con una aplicación denominada Sentiment Analysis, que se centra en las emociones que los usuarios plasman en sus muros. Amazon emplea complejos algoritmos para averiguar qué va a querer comprar el usuario, antes incluso de que nos surja el deseo, y lo destaca en la página inicial para facilitar así el proceso de compra. Esta tecnología resulta también imprescindible para aplicaciones como Blablacar, para conectar conductores y pasajeros; sistemas de análisis de Big Data, para identificar tendencias; o incluso empresas de paquetería como UPS, para diseñar las rutas más óptimas de recogida y reparto.

Realmente resulta difícil poner límites a lo que podremos alcanzar en las próximas décadas gracias a la IA, pero su uso abusivo y descontrolado también entraña ciertos riesgos, y cada vez son más numerosos los tecnólogos, científicos y filósofos que afirman que deberíamos extremar el cuidado. Uno de los padres de esta tecnología, Marvin Lee Minsky, estaba convencido de que la IA salvaría a la Humanidad, pero también profetizó en 1970: “Cuando los ordenadores tomen el control, quizá ya no lo podamos volver a recuperar. Sobreviviremos mientras ellos nos toleren. Si tenemos suerte, quizá decidan tenernos como sus mascotas”. Ya en la actualidad, Elon Musk, cofundador y director de Tesla y SpaceX, ha creado con el apoyo de varios inversores una organización denominada Open AI, en la que inyectaron mil millones de dólares. Su misión es anticipar una estrategia para afrontar un futuro en que la inteligencia artificial supere a la humana, y el objetivo es asegurarse de que los robots no acabarán rebelándose en el futuro contra la humanidad o que se haga un uso inapropiado de la IA, pues un mal uso de esta tecnología podría generar peligros tan importantes como el uso de armas autónomas (que actúan sin supervisión), la manipulación de la sociedad a través de las redes sociales, o la invasión de la privacidad, al recoger nuestra información, analizarla y rastrarla, para oprimirnos o discriminarnos.

Stephen Hawking, en su libro póstumo, responde a preguntas relacionadas con qué podemos esperar del desarrollo futuro de la inteligencia artificial. El físico compara su irrupción con la del fuego, que fue incontrolable para los primeros humanos “hasta que inventamos el extintor”. El científico entiende que “si bien el impacto a corto plazo de la IA depende de quién la controla, el impacto a largo plazo depende de si se puede controlar o no. El riesgo real con la IA no es la malicia, sino la competencia”. Y concluye, “probablemente no eres un ser malvado por pisar hormigas que se comportan mal, pero si estás a cargo de un proyecto hidroeléctrico de energía verde y hay un hormiguero en la región inundable, lo inundarás. No pongamos a la humanidad en la posición de esas hormigas”.

Como todas las nuevas tecnologías, estas pueden ser utilizadas para hacer cosas buenas o por el contrario para delinquir y causar problemas a las personas, pero no cabe duda de que necesitaremos a la Inteligencia Artificial para hacer frente a los grandes retos que nos depara el futuro; un futuro que será totalmente diferente a la “normalidad” que hemos vivido en los últimos siglos. Y en este nuevo futuro, incierto e inquietante, lograremos como sociedad doblegar las grandes amenazas que en la actualidad nos atormentan y atenazan, pues, como afirmaba Van Gogh, “la normalidad es un camino asfaltado, es más fácil transitar por él, pero allí no crecen flores”… ni tampoco las mejores ideas.

Un poder enorme... y peligroso

Si la Tierra hubiera sido creada hace un año, entonces la raza humana solo tendría diez minutos de edad, y la era industrial habría empezado hace dos segundos. Ahora nos aproximamos a una explosión de la Inteligencia, y lo que vamos a ver en la próxima décima de segundo, continuando con la comparación, es algo que nos dará un poder enorme, difícil de imaginar hoy en día, pero tan peligroso como si se tratara en efecto de una auténtica bomba. 

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