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Buitres de fábula

Los supuestos ataques de carroñeras al ganado son malas interpretaciones o tergiversaciones de la situación: no están físicamente dotadas para depredar

Buitres de fábula

Los carroñeros son, por razones culturales, grandes incomprendidos, animales con mala prensa; caldo de cultivo para supersticiones, leyendas (negras) y falacias. El peso de ese papel le corresponde en España a los buitres: cuatro especies con un reparto de papeles sujeto a sus características morfológicas. El que "corta el bacalao", el gran consumidor de carroñas de mediano y gran tamaño, es el buitre leonado, de cuello largo y pelado para extraer alimento del interior de los cadáveres; le secunda el buitre negro -regular en Asturias durante las dispersiones de las poblaciones mediterráneas-, que desgarra las partes duras y externas de los cuerpos. El alimoche común se dedica a las piltrafas y los restos de pequeños animales, y el quebrantahuesos "rebaña el plato", consume los huesos. Es la única ave del mundo con esa dieta.

Aunque el vital papel sanitario de los buitres está generalmente asumido, el buitre leonado, el que se concentra en mayor número en las carroñas y el más agresivo en su comportamiento en ellas, carga con el sambenito de "matarife" de ganado y cunden las historias de supuestos ataques, aunque en los contados casos con algún fundamento se trata de reses parturientas moribundas o de animales en mal estado e impedidos para moverse (atados, en ocasiones). La mayoría de las veces los pretendidos ataques no son sino malas interpretaciones de la situación (el ganadero que deja sus reses en buen estado en el monte y que, al regresar, encuentra a los buitres devorándolas y les atribuye la matanza), cuando no de historias contadas de oídas o manipuladas interesadamente.

Es cierto que los buitres pasan hambre desde que la crisis de las "vacas locas" cortó el suministro de cadáveres de ganado (retirados del monte para incinerarlos); no en vano, el buitre leonado es, históricamente, un carroñero dependiente de la ganadería extensiva: la distribución y la dinámica de sus poblaciones se han modelado, durante siglos, siguiendo a los rebaños. Pero esta rapaz es incapaz de ejercer ninguna acción depredadora; simplemente no está dotada para ello. Sus garras no pueden asir ni, mucho menos, hincarse en una presa (las uñas son poco curvadas y romas), y su pico está diseñado para cortar y despiezar, no para matar. Como mucho, puede rematar animales agonizantes.

El quebrantahuesos también ha sido falsamente acusado de atacar al ganado y, más aún, a las personas, con el fin de despeñarlas y devorarlas. Esta leyenda surgió en Suiza y en el Tirol austriaco en el siglo XVIII, y se circunscribe a los Alpes, aunque existen referencias de un supuesto quebrantahuesos sanguinario en Alicante, en esa misma época, al que se atribuyen cinco muertes, otros ataques no mortales, la transmisión de la rabia a una veintena de personas y la matanza de ciento cincuenta cabezas de ganado. Lo más sorprendente es que esas fábulas calasen en algunos ornitólogos. Aún a mediados del siglo XX, el británico Richard Meinertzhagen aseguraba haberse sentido amenazado, en un peligroso paso del monte Murdar (Beluchistán), por un quebrantahuesos que le rozó repetidas veces con el ala, a su juicio con la indiscutible intención de despeñarle. He tenido la misma experiencia de extrema cercanía en la cumbre del Bisaurín (Pirineo), sobrevolado por un trío de quebrantahuesos mecido por el viento, y no había en ellos mala intención hacia el maravillado ornitólogo que los observaba.

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