Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Te fuiste pa' no volver, me dejaste muerto en vida

Te fuiste pa' no volver, me dejaste muerto en vida

El que a hierro mata, a hierro muere, dice el viejo refrán, y metafóricamente hablando eso me pasó a mí el otro día, en que por adelantar con mi pluma la llegada al otro mundo de un honrado ciudadano, su hija redondelana estuvo recibiendo pésames a granel. Lo malo es que no estaba realmente muerto sino de parranda. Dos días después alguien que leyó muy rápidamente mi sección diaria atribuyó a un servidor, por culpa de la foto mía que decora la columna en su parte superior, la muerte de la que hablaba en la inferior y, al poco tiempo... el joyero del barrio se lo dijo a las camareras del café, la camareras a mi vecino del cuarto, éste a su vez a un amigo de Baiona, el de Baiona a una vecina de Gondomar... y yo tan pancho en el gimnasio, luchando contra perversos michelines sin imaginar lo que se cernía sobre mí. Mi vecino me llamó por teléfono y cuando me oyó tembló dudando si era de ultratumba y las camareras del café no cesaban de pegarse codazos cuando fui allí a tomar el mío. La velocidad del rumor me convirtió en alma en pena, como el de esa canción de Juan Gabriel: " No quiero verte otra vez, eres mal agradecida/ Te fuiste pa'no volver, me dejaste muerto en vida" . No voy a ocultarlo: yo, matar, maté desde el papel pero también me han matado a mí más de la cuenta. Y, como dice Mc Davo, cantante de rap: " Andamos de parranda mi rey, la noche es loca loca".

Hay rumores que matan. Debemos de tener una afición morbosa a esos mortíferos runrunes porque han tenido que defenderse de ellos desde políticos como Fidel Castro o Alan García al cantante Juan Gabriel ya citado o los actores Silvester Stallone y Olivia Newton-John. Esta fenomenología rumorosa del boca a boca se transmite con la velocidad del rayo, es cierto, pero no es más que un paso de tortuga si la comparamos con el vértigo con que se trasladan por medio de las nuevas tecnologías o redes toneladas de falsedades o fake news. Yo no leo nada que llegue por esta vía, no uso ni Facebook ni Twitter ni ... salvo wassap o el correo electrónico aunque no dude de la inmensidad de beneficios que nos trae Internet. Claro, soy un veterano de la prensa de papel en la que siempre hay un responsable ante la ley de lo que se firma y no necesito demasiado adoptar las tecnologías de futuro con el pasado tan largo que ya tengo.

Sé que, aunque el respeto a la verdad está reconocido en la mayoría de los códigos deontológicos como el primer compromiso del periodista, son muchas y muy diversas las formas de quebrantarlo en el periodismo informativo: la manipulación, el amarillismo, la desinformación, el rumor, los silenciamientos... pero las invenciones que surgen de las redes no tienen perdón ni de Dios; cualquiera puede ahora convertirse en periodista sin oficio aunque puede que con beneficio. Y las llamadas fake-news( anglofilia como la de llamar influencer al que siempre se llamó payaso de turno) ya son una amenaza mayor porque son un tipo de bulo que consiste en un contenido seudoperiodístico difundido a través de portales de noticias y redes sociales y cuyo objetivo es la desinformación. Y van desde el ámbito más local, ínfimo, de ocio, hasta la intervención en el voto de un pueblo que nunca recibió tanta información pero nunca la leyó de modo peor, más rápido y más fragmentario. ¿Cómo si no se explica que voten a líderes intelectualmente deficitarios como Trump, Salvini o Bolsonaro o a psicópatas como Torra y se dude de políticos como Macron, que se licenció en Filosofía y Ciencias Políticas en París con tesis sobre Hegel? Y es que el problema no son solo las noticias falsas de las redes sociales o las informaciones intoxicantes de origen empresarial o político sino que la gente sepa distinguir la información fiable de la que no tiene pedigree.

Los rumores son llevados por hipócritas, difundidos por tontos y aceptados por idiotas, me decía ayer un amigo mientras hablábamos de las miserables temáticas de ciertos programas televisivos que hacen millonarios a colaboradores sin escrúpulos, sumidos en la indigencia ética y en la más descarnada frivolidad inventiva . Cierto lo de hipócratas para quienes inventan y lo de idiotas para quienes se lo creen pero no sé si son tan tontos estos mercenarios bien pagados que los difunden o son tan listos que consiguen en una semana, generando falsedades, lo que un honrado trabajador en varios meses con la verdad de su trabajo cotidiano. Dice la psicología que los humanos necesitamos del cierre cognitivo: cuando esta necesidad es activada, las personas se sienten atraídas por mensajes simplistas y que afirman verdades absolutas. Ahí está Bolsonaro, Salvini, Trump... Por eso también nos creemos las noticias falsas.

Compartir el artículo

stats