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El Papa que catapultó el Xacobeo

Se cumplen 30 años de la visita realizada por Juan Pablo II a Galicia para presidir las IV Jornadas de la Juventud. El multitudinario evento, que reunió a casi medio millón de personas, erigió a Wojtyla en el mejor valedor internacional de la peregrinación a Santiago

Aspecto de la acampada y público reunido en la "ciudad de lona" durante las IV Jornadas de la Juventud.

Existe un antes y un después de la visita de Juan Pablo II a Galicia en aquel agosto de 1989, y ese antes y después estriba, esencialmente, en la trascendencia mundial adquirida por las celebraciones del Año Santo y el conocimiento del sepulcro de Santiago y su catedral como destino de la peregrinación. Algunos todavía se empeñan en afirmar que "lo del Xacobeo", sobre todo a nivel turístico, fue un invento del que fuera conselleiro Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, pero el verdadero espaldarazo lo dio el Papa polaco, capaz de reunir en torno a su figura a casi 500 mil personas llegadas de todas las partes del planeta, y la mayoría, muy jóvenes, algo que nunca jamás ha sucedido ni, hasta ahora, se ha vuelto a repetir, en Galicia.

Hombre perspicaz donde lo hubiere, Juan Pablo II ya había adivinado el potencial, religioso pero también sociológico, del Xacobeo en la visita efectuada a Galicia en 1982,la primera realizada a nuestra comunidad autónoma por un Papa electo (otros la visitaron, pero antes de ser elegidos) en 1982. En aquella, su primera estancia , escala de una prolongada visita por España, Juan Pablo II llegó a Compostela el 9 de noviembre. Lo hizo como peregrino, lo que simbolizó vistiendo una esclavina y realizando a pie los últimos metros hacia la catedral. Desde Compostela, inspirándose en el mensaje de fe y destino que la peregrinación compostelana había representado durante la Edad Media en Europa, lanzó una llamada que tendría un notable eco, sobre todo en el mundo católico: "Yo, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tu misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Tú aún puedes ser faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo." Habían pasado más de 1.100 años desde el descubrimiento del sepulcro y Wojtyla era el primer sumo pontífice que se arrodillaba ante él, un gesto que, además, contrastaba frontalmente con el tibio apoyo dispensado por el Vaticano en la etapa anterior, la de Pablo VI.

En 1989, la visita papal adquirió un carácter multitudinario porque, además, tuvo como marco las IV Jornadas Mundiales de la Juventud, un evento que Wojtyla, el pontífice más viajero de todos los tiempos, se había sacado de la manga en 1984 para movilizar a jóvenes católicos de todo el planeta, y que ya había tenido un portentoso éxito desde su edición inicial. Por eso, casi una semana antes de la llegada de Juan Pablo II, Santiago comenzó a recibir a miles de jóvenes visitantes, lo que produjo cierto temor entre la autoridades a un colapso gigantesco. Así lo reflejaba la crónica previa del FARO del 18 agosto: "Más que la gran avalancha de jóvenes cristianos llegados de remotos países, lo que llama la atención por encima de todo son las medidas espectaculares establecidas para la ocasión. Letreros con direcciones equivocadas, movimientos de tropas militares a las afueras, pancartas publicitarias de bienvenida, puntos de asistencia médica por doquier, fuertes dotaciones policiales -unos 3.500 según el gobierno civil- con agentes a caballo patrullando en la zona vieja, música sacra sonando a todo trapo... forman el decorado de la mayor concentración humana de la historia de Santiago".

Presidía la Xunta en aquel entonces el socialista Fernando González Laxe y, aunque surgieron tiranteces entre los poderes políticos y los eclesiásticos, al cabo éstas pasaron a ser una mera anécdota protocolaria en la que, el que más y el que menos, quedó satisfecho.

La estancia de Juan Pablo apenas duró 24 horas, pero su programa fue muy intenso. El avión papal aterrizaba en Labacolla el día 19, recibido a pie de escalerilla por el rey Juan Carlos I.Tras el reglamentario saludo, los discursos y el apretón de manos a las autoridades congregadas, Juan Pablo II partió a bordo del papa-móvil en dirección a la plaza del Obradoiro, acompañado del arzobispo de Santiago, Antonio María Rouco Várela, y el nuncio Tagliaferri . En el rito del peregrino celebrado en la catedral, Juan Pablo II ya aludió al valor de la Ruta Xacobea: "No es de extrañar que haya sido considerada en algunas ocasiones", dijo, "paradigma de la peregrinación de la Iglesia en su marcha hacia la ciudad celestial".

Pero los "platos fuertes" serían los que transcurrirían en el recientemente acondicionado Monte do Gozo (futuro auditorio de grandes conciertos de rock), en cuyo recinto Wojtyla se dio un baño de masas.

Eso sí, antes de que pronunciase su discursos y oficiase la Misa, le precedió un espectáculo de danza y música que provocó división de opiniones entre algunos de los concurrentes que arguían que "hemos venido aquí para escuchar al Papa, no a un concierto". "A la entrada al monte -leemos en la crónica de FARO- la vista de las más de 250 mil personas repartidas por todas las esquinas daba al marco un aspecto sólo comparable al registrado en Woodstock, hace justo veinte años, aunque con motivos muy diferentes al representado ayer, sin barro, pero con polvo que resecaba las bocas".

Juan Pablo II se despidió de Galicia el domingo 20, después de la Misa oficiada en la noche del sábado en Monte do Gozo, realizando un llamamiento para la paz en el Líbano con el que cumplimentó la petición de miles de firmas recogidas durante esa semana en Compostela. Aquella Misa Solemne presidida por el Santo Padre registró una afluencia notablemente superior a la del día anterior, pues a los participantes en la IV Jornadas Mundiales de la Juventud, se unieron miles de personas que arribaron a la capital gallega en las últimas horas del sábado. Al día siguiente, los discursos y las crónicas periodísticas ya estaban dichos y publicadas. Le tocaba el turno a la Historia.

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