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La importancia de llamarse otra cosa

La importancia de llamarse otra cosa

Ha contado el actor estadounidense Martin Sheen, objeto de un interesante reportaje emitido esta semana en la Televisión de Galicia, que uno de sus mayores remordimientos es no haber mantenido en el ámbito cinematográfico su nombre real, Ramón Antonio Gerardo Estévez. Pese a que nunca lo cambió oficialmente y lo mantiene en todos sus documentos personales, como el pasaporte y el carné de conducir, lamenta que eso hubiese molestado a su padre, Francisco Estévez Martínez, gallego que emigró a Estados Unidos desde Parderrubias (Salceda de Caselas) hace ahora más de un siglo. Su pseudónimo artístico se lo inventó a partir del apellido del director de casting de la CBS, Robert Dale Martin, y del arzobispo estadounidense Fulton John Sheen. El protagonista de "Apocalypse Now" se creó este alias para facilitar su acceso a papeles en películas y alojamientos que -sospechaba- vacilaban en darle por su apellido hispano. Pero no siempre las causas de un cambio de nombre célebre son tan claras.

Están, por ejemplo, los cambios de nombre de los miembros de la realeza europea, que se castellanizan. Así, Kate Middleton ha pasado a ser Catalina tras casarse con William, que para nosotros es Guillermo desde la cuna. El hermano de éste, Harry, nació como Henry y ha pasado a ser Enrique de Sussex. Así lo certifica el "¡Hola!", que es la Biblia de estas cosas, hasta el punto de que uno ya sospecha si en la redacción de esa veterana revista hay algún experto en traducir los nombres de los príncipes, princesas, infantes e infantas de las casas reales. A ese misterioso oráculo de la nomenclatura real habría que preguntarle por qué a Froilán, el travieso infante hijo de Elena de Borbón y Jaime de Marichalar, han pasado a llamarlo en el cuché Felipe de Marichalar. Con la ilusión que nos hacía a los gallegos que llevase con orgullo el nombre del santo patrón de la provincia de Lugo. ¿Tal vez porque Felipe -nombre de su tío, el rey- suena más formal?

Quizá esa sea también la razón por la que Xisca pasó a ser llamada Mery Perelló después de prometerse con Rafa Nadal: una mera cuestión de formalidad.

Aún menos claros están los motivos por los que el periodista anteriormente conocido como Màxim Huerta ha pasado a llamarse Máximo Huerta, según sus nuevos empleadores, el ente público Radiotelevisión Española. No parece que el cambio pueda hacer olvidar su brevísima y un tanto embarazosa trayectoria como ministro de Cultura. Su caso es inverso al de Robert Fernández, exfubolista que fue Roberto Fernández hasta que pasó a encabezar la dirección deportiva del FC Barcelona y perdió la "o".

En cualquier caso, la del cambio de nombre debe ser una decisión meditada. Se lo dice Martin Sheen y el que esto escribe, que en un momento dado decidió firmar sus artículos con su segundo apellido y no con el primero, para desconcierto de su padre, que ninguna culpa tenía. Qué quieren que les diga, estamos a mitad de verano y uno se siente cada vez más rodríguez.

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