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Del pulpo a la Phronima

Del pulpo a la Phronima

Era visto! Si algún día se produjese el primer contacto entre seres humanos y extraterrestres, éste acontecimiento tendría que suceder en Galicia. Es cierto que, bueno, la magia del cine ha tenido mucho qué ver para que nos disparemos a la hora de elucubrar relaciones, pero mientras no se diga lo contrario, el Alien de "El octavo pasajero", película dirigida por Ridley Scott y protaginizada por Sigourney Weaver, guarda unas semejanzas innegables con la criatura hallada estos días en la playa de Samil.

Esta playa, consulten el mapa los lectores foráneos, queda relativamente cerca de las islas Cíes donde, como muchos paisanos saben, entre ellos sesudos especialistas que en su momento defendieron esta teoría incluso en libros, se sospecha desde hace décadas de la existencia una base de naves aeroespaciales de diseño y fabricación allea que suelen surcar los cielos estrellados de la ría. Evidentemente, cuando se presentó la candidatura de las Cíes a Patrimonio de la Humanidad, no se incluyó la mentada base, por prudencia y para no alarmar, aunque sí que ya se fijó en el lugar el adelantado Julio Verne para situar aquel Octopus gigantesco. Porque los indicios estaban ahí, como bien apuntó, no me cansaré de repetirlo, Antón Reixa en el álbum de Os Resentidos titulado "Xa están aquí"; la sorpresa del hallazgo del ya internacionalmente llamado Alien de Samil estriba en que, cuando todo el mundo daba por hecho que el "encuentro" se produciría mediante el aterrizaje de un Objeto Volante (identificado o no), al cabo ha resultado que estos seres no han llegado hasta aquí procedentes del cielo, sino del mar. Claro que todo tiene, o puede tener, su explicación: no hay que olvidar que, a unos cuantas millas de la costa gallega, se encuentra la ubicación del Banco de Galicia, también llamado Gran Burato, descubierto, pásmense, hace ya 54 años. Se trata de un cráter de cuatro kilómetros, en el que los investigadores del CSIC y de la Universidad de Vigo han determinado que habitan por lo menos 139 especies de peces marinos de 62 familias diferentes. Pero no son unos peces (unas criaturas) cualquiera, no. De hecho, dos de las más abundantes llevan los nombres de trachichtido Hoplostethus mediterraneus y mórido Lepidion lepidion que vaya a usted a saber qué son pero suenan más galácticos que muchos personajes de Star Wars.

No quiero presionar ni apurar a nadie, y menos a los funcionarios autonómicos, pero como ya he sugerido en alguna ocasión anterior, la consellería de Turismo podría ponerse manos a la hora y tener en cuenta todos estos fenómenos para abrir una línea de promoción atractiva para nuestros visitantes terráqueos (quiero decir, para los turistas). Se empieza, a modo introductorio, por el pulpo, la nécora, la centolla, el camarón o el percebe, y se puede profundizar hasta llegar a la Phronima, no sin antes, claro está, haber probado y comprobado que no solo es comestible, sino también de exquisito sabor.

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