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Reportaje

Viaje al origen de la lotería

Pedro Varnier, delegado del marqués de Esquilache, despachó en una posada de Santa Catalina en 1764 los primeros billetes del sorteo en Galicia

Sorteo en Valencia en 1936, a inicios de la guerra civil.

Las fiestas navideñas suelen estar precedidas por la instalación de los belenes, los árboles importados y por unas sorprendentes iluminaciones callejeras que, ya dicen en Vigo, no tienen nada que envidiar a las de New York y Tokio mientras que, al son de villancicos, los escaparatistas se esfuerzan por hacernos flotar en un mundo de ilusión, engalanando sus expositores para incentivar nuestra apetencia consumista. Todo ello aderezado con un frío estacional que resulta imprescindible para preservar ese ambiente cargado de nostalgia, fantasía y ensoñación.

De todos los prolegómenos, el que sin duda nos sitúa en la antesala navideña es ese tarareo matinal que en la antevíspera de la Nochebuena nos deparan las gargantas infantiles del colegio de San Idelfonso, anunciándonos, con su cadencia rítmica, la suerte de unos pocos o el consuelo de una pedrea. Entretanto, y para los que la fortuna resultó esquiva, existe el alivio de autodiagnosticar su gozosa salud, muy superior a la del vecino premiado.

Esta sensación tan eufórica como repetitiva viene de lejos. No obstante, resulta dificultoso conocer el pasado origen de la lotería, aunque se puede confirmar que en Italia tuvo un desarrollo claro durante el siglo XV, con el establecimiento de la Lotto o Beneficiata. Francia creó la suya en 1520. En España es todo un misterio y muchos historiadores dan por bueno el año 1763; sin embargo, sus nombres: "Antigua, Primitiva", delatan que anteriormente existió otra parecida.

Pero aceptando la versión oficialista de 1763, la implantación de la lotería en España fue una iniciativa del monarca Carlos III, que con anterioridad reinó en Nápoles veinticinco años, quien encargó a su ministro de Hacienda que hiciera venir al director de la Lotto napolitana, José Peya, para poner en funcionamiento la lotería española. Así, el 30 de septiembre de 1763, a través de un real decreto, comunicaba: "He tenido oportuno establecer en Madrid una Lotería€ para que se convierta en beneficio de Hospitales, Hospicios y otras Obras Pías y públicas, en que se consumen anualmente muchos caudales de mi Real Hacienda". De esta forma, la lotería surgió como una decisión fiscal, pero encubierta bajo la apariencia de un juego.

El primer sorteo, a título experimental, se celebró en Madrid el 10 de diciembre de 1763, y todo indica que la prueba resultó exitosa, ya que se explayó por todo el territorio nacional. Prueba de ello, es que dos meses después, el 22 de febrero de 1764, el marqués de Esquilache nombró a Pedro Varnier, Administrador de la lotería para el Reino de Galicia.

Este personaje enseguida movilizó a las fuerzas vivas, publicando un bando en donde invitaba a todos los curiosos que quisieran informarse del reglamento a pasar por la posada, la inmediata al crucero de Santa Catalina, en donde se alojaba Varnier en la ciudad de A Coruña.

De todas formas aquel reglamento debía de ser muy cutre, por lo que no gozó de la simpatía popular. Acertar cinco números de los noventa que contenían las papeletas, debía de resultar harto difícil. Por tal motivo, los gallegos desviaron su atención hacia la lotería Holandesa, que hacía estragos en la mayor parte de los puertos, al contar con la complicidad de las gentes del mar, auténticos corredores de apuestas.

Debido a ello, el 26 de enero 1767, el ministro de Hacienda comunicó al Intendente General del Reino de Galicia, que informase de la siguiente orden: "Habiendo llegado a la noticia del Rey que en varias ciudades y pueblos de sus dominios se ha introducido abusivamente la lotería de Holanda beneficiando y despachando sus billetes a diferentes naturales de estos Reinos en perjuicio de lo que S.M. ha mandado establecer en España de donde salen crecidas cantidades en utilidad de Holanda, por lo que manda que se embarace y prohibe bajo de grandes penas, que por ningún motivo haya en los pueblos de estos reinos, puerto, ni sujeto alguno que reciba ni beneficie pública ni secretamente billetes para Reinos extranjeros".

Ni qué decir tiene que aquella competencia forzó la mejoría de los premios y enseguida comenzó a apreciarse entre los apostantes, por lo que la Primitiva o Antigua perduró en todo el Estado. Sin embargo, otra lotería distinta al modelo italiano, la implantada en Méjico, permitía que todas las clases sociales tuvieran acceso al sorteo. El sistema consistía en fraccionar el billete en medios o cuartos, igual que se hace actualmente con los décimos. Este procedimiento contó con la aprobación de las autoridades españolas, toda vez que el número de jugadores era mayor y mejoraban sustancialmente las arcas del Estado, las cuales languidecían con motivo de la Guerra de la Independencia.

Así, y por iniciativa del diputado Ciriaco González de Carvajal, el 23 de noviembre de 1811 las Cortes de Cádiz aprobaron la propuesta de esta nueva lotería, que pasó a denominarse "Moderna o Nacional". El primer sorteo se celebró en Cádiz, el 4 de marzo de 1812 (quince días antes de aprobarse la primera Constitución Española). No obstante, y debido a la guerra, los sorteos se limitaron a Cádiz y San Fernando; pero, a medida que desaparecían los franceses, se extendió por Andalucía y resto de España. Debido a ello, la Dirección de Loterías se trasladó a Madrid, en donde celebró el primer sorteo, el 28 de febrero de 1814.

La buena acogida llevó al monarca, Fernando VII, a introducir sorteos extraordinarios con premios superiores, y fue el de Navidad el de mayor aceptación y el que actualmente perdura. No obstante, y a pesar de la desigualdad, Primitiva y Moderna coexistieron durante más de medio siglo, aunque fue el público quien se decantó por esta última. En 1862, la Primitiva fue suprimida por el Gobierno (recuperada en 1985).

La lotería española tiene innumerables anécdotas, tantas, que se podría escribir un libro. Pero, acaso, la más resaltable tuvo como consecuencia la Guerra Civil, que no solo dividió a los españoles, sino también a la lotería, celebrándose dos sorteos: uno republicano y otro nacional.

Y, por lo que a Galicia se refiere, es obligado resaltar que el gordo de Navidad nos visitó en varias ocasiones; pero hubo una que dejó no pocas suspicacias. Sucedió hace sesenta años, cuando en la mañana del 22 de diciembre de 1958, las gargantas infantiles del colegio de San Idelfonso cantaron el número 33.704, el que previamente había adquirido, casi en su totalidad, un intuitivo Pedro Barrié de la Maza. Seis series, de las siete que se componía el Gordo, le reportaron 180 millones de pesetas de la época, que por cierto le vinieron de perlas al banquero; no en vano la institución que presidía atravesaba por una complicada situación. El por qué de no comprar la totalidad del número, cuando se tiene semejante corazonada, es todavía un misterio. Aún así, aquella lluvia de millones dejó una pedrea de 305.000 pesetas, que presuntamente no se cobró hasta tres años después.

Esa cantidad se hizo efectiva el 2 de agosto de 1962, cuando el Ayuntamiento coruñés sacó a subasta la Casa Cornide, un palacete singular del siglo XVIII, que tanto admiraba la mujer del dictador. A la puja solamente acudió el afortunado banquero y el falangista, José Luis Amor Fernández, subjefe del Movimiento, quedando adjudicada al primero que, en agradecimiento, vendió a quien consideraba un engorro abrir el Pazo de Meirás cada vez que se desplazaba a la ciudad.

No obstante, y dejando atrás los fantasmas del pasado, la antevíspera de la Navidad volveremos a inundarnos con ese ilusionante tarareo matinal, esperando que la diosa Fortuna nos señale con su dedo mágico. Porque anécdotas, las justas.

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