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José Pardines y la posverdad de ETA

José Pardines y la posverdad de ETA

Se disuelve ETA, o eso dicen, y está a punto de cumplirse medio siglo del que ha sido considerado primer asesinato de la banda terrorista, el del guardia civil gallego José Pardines, el 7 de junio de 1968 en Villabona (Guipúzcoa). A sus 25 años, el cadáver de este guardia civil de Tráfico, cuyo único delito fue revisar el coche de los pistoleros, fue cubierto no solo por la lápida de su tumba, sino también por capas y capas de mentiras. No existían las redes sociales ni se manejaba el concepto de fake news, pero este joven de Malpica fue la primera víctima de la posverdad de ETA.

Hasta que más recientemente se le atribuyó a la banda el asesinato de la niña Begoña Urroz Ibarrola, el 27 de junio de 1960, el de José Pardines fue considerado durante décadas el bautismo de sangre de ETA. Pardines dirigía el tráfico cuando detuvo un Seat 850 coupé que viajaba en dirección a San Sebastián. En él viajaban dos terroristas de ETA que preparaban el asesinato, luego consumado, del inspector Melitón Manzanas. Pardines les pidió la documentación y reparó en que algo no cuadraba en la matrícula. Según el relato que Iñaki Sarasketa, uno de los etarras del coche, hizo en 1978 y en 1998, Pardines se dio cuenta de que la placa era falsa y les pidió la documentación a él y al otro etarra, Txabi Etxebarrieta. El guardia civil dio una vuelta al coche para hacer comprobaciones. Estaba en cuclillas mirando el motor en la parte de atrás y susurró: "Esto no coincide". Entonces, Etxebarrieta sacó la pistola y le disparó. Al caer Pardines boca arriba, volvió a descerrajarle tres o cuatro tiros más en el pecho.

Pese a que un camionero que fue testigo de los hechos dio un testimonio bastante preciso de lo que había ocurrido, muchos desconfiaron de la versión oficial ofrecida por el régimen franquista y creyeron la de la izquierda abertzale, que sostenía que Pardines había intentado sacar su arma para disparar a Etxebarrieta y éste, en defensa propia, no tuvo más remedio que matarle.

Esta versión falseada, que convertía al terrorista Etxebarrieta en un héroe, en una especie de Billy el Niño con txapela que tuvo la habilidad de desenfundar primero, imperó durante décadas frente a la verdad. De nada sirvió que ya en 1978 Sarasketa reconociese al periódico "Egin", el órgano oficioso de la izquierda separatista, que lo ocurrido fue un asesinato a sangre fría y por la espalda, ni que ampliase esa misma versión veinte años después en "La Revista de El Mundo". El propio diario "Gara", sucesor de "Egin", contaba así en 2008 lo ocurrido: "Pardines intenta sacar su arma, pero Etxebarrieta dispara primero. El guardia civil cae muerto".

Un artículo del filósofo Miguel Ángel Quintana Paz cita una explicación del escritor Rafael Sánchez Ferlosio sobre la importancia de eso que se ha venido en llamar "relato": si un soldado ve cómo a su enemigo lo mata un rayo segundos antes de haberle disparado él, le dará igual, porque su objetivo habrá sido eliminado. Sin embargo, si un rayo hubiese matado a Miguel Ángel Blanco, a Isaías Carrasco o a Gregorio Ordóñez antes que ETA, la banda terrorista vasca hubiese visto truncado su principal propósito. Como dice Quintana Paz, los terroristas matan para poder decir que ellos han matado. Aunque hayan dejado de matar, si ahora imponen su falso relato habrán ganado.

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