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El pionero del turismo en Cíes

Constante Freire Veiga fue el primer empresario que creyó en las grandes posibilidades turísticas del archipiélago vigués. Adquirió Vapores de Pasaje y construyó el primer muelle de atraque en las islas.

Así se embarcaba en Cíes antes de la construcción del muelle, a finales de la década de 1950

La figura de Constante Freire Veiga (Bouzas-Vigo, 1903-Madrid, 1963) está muy poco biografiada. En realidad, casi podemos decir que es un auténtico desconocido en la pequeña gran historia de la ría pero, hogaño que las islas Cíes se han consolidado -con doble candidatura a Patrimonio de la Humanidad incluída- como uno de los destinos turísticos estelares de Galicia, pertinente resulta recordar a quien fue el primer hombre que visionó al archipiélago vigués como algo más que un lugar de paso, incluso como mucho más que un paradisíaco marco del que podían disfrutar tan solo unos cuantos enterados...o elegidos.

Si viviese, Constante Freire habría cumplido mañana lunes 114 años, y seguramente se mostraría tan satisfecho como asombrado por los resultados de aquella iniciativa empresarial que emprendió a mediados de la década de los 50 del siglo pasado, cuando decidió adquirir la empresa Vapores de Pasaje, fundada hacía poco más de dos décadas. Suya fue también la iniciativa de construir el primer muelle y el primer restaurante isleño."Mi padre sentía verdadera devoción por las Cíes -recuerda su hijo José Luis-. Era el sitio que elegía siempre para disfrutar de las vacaciones con su familia y amigos más cercanos. No sé si de ahí le vendría la idea de hacer de las islas un destino turístico de primer orden pero,bueno, el caso es que su apuesta fue muy decidida, y personalmente, según me cuentan en la familia, yo creo que también muy influida por el ánimo que le dieron algunos de sus mejores y más cercanos amigos".

Armadores de Bouzas

Hasta aquel entonces, Freire Veiga, armador e hijo de armadores, nacido en esa cuna marinera de Vigo llamada Bouzas, se había fajado como empresario de barcos tanto en la pesca de bajura como de altura. Su flota llegó a estar constituída por siete parejas (14 barcos) que faenaban en el Gran Sol y dos bous más que trabajaban mayormente en el caladero de Canarias. Ya en ese marco destacaba como pionero pues, según explica Manuel Freire, en realidad la gran pasión de Constante era la mecánica naval: "A él -cuenta - le gustaba más meterse dentro del barco para trabajar entre las máquinas que navegar y pescar. Lo suyo era estar siempre innovando, investigando, trabajando en el varadero".

Y a fe que lo hizo. Es a Freire Veiga a quien se le atribuye la llegada a Vigo, procedente de Irlanda, de uno de los primeros pesqueros de hierro que se otearon por estas latitudes, así como, y esto ya en el ámbito del diseño naval, la invención de la popa redonda. Su empresa acostumbraba a efectuar las reparaciones en el astillero de Cardama. Y lo más curioso era que todo lo que sabía de motores y de diseño naval lo había aprendido prácticamente solo, tanto en los barcos de su padre como en los que más tarde serían los suyos; era un genial autodidacta cuyos únicos estudios fueron los de Enseñanza Primaria de la época y unos cursos de iniciación a la mecánica naval que le sirvieron de base a sus "experimentos"; pertenecía a aquella generación de gallegos de litoral con escamas en los pulmones que tenían muy claro que, a partir de los 12 o 13 años de edad, su futuro estaba, para bien o para mal, en la mar. Eso era casi inexorable.

Eran aquellas, las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, unos años dorados de la pesca en Galicia a gran escala. El crecimiento de Vigo le debe mucho a la frenética actividad de armadores y marineros que hicieron posible el Vigo de hoy a partir de un puerto que, si ya era estratégico el ámbito de las navieras comerciales, a partir de entonces lo sería como epicentro pesquero de primer orden mundial. La armadora de Freire y sus hermanos era una de las más potentes de España y, por supuesto, desde el punto de vista económico, las cosas no podían irle mejor; ni a él, ni a su mujer, Margarita, ni a a sus ocho hijos (dos varones y cinco mujeres).

Sucedieron, no obstante, y casi consecutivamente, dos incidentes que minaron seriamente la moral del armador: en uno de ellos, un golpe de mar se llevó por delante la vida de dos de los tripulantes de uno de sus barcos; y, al poco tiempo, otro de sus buques se hundió. "Aquello afectó mucho a mi padre -recuerda José Luis- y, además de lo que ya he contado de su devoción por las islas y el animoso respaldo de sus amigos, para mí que fue la principal causa de que decidiese dejar el sector pesquero de la empresa en manos de sus hermanos y comprar en solitario Vapores de Pasaje".

Acontecía, no obstante, que adquirir Vapores acarreaba una serie de obligaciones, pues incluía el hacerse cargo de todo el servicio de transporte que conectaba las dos orillas de la ría para trasladar a los obreros que vivían en un lado (Morrazo) y trabajaban en el otro (Vigo), mayoritariamente en el sector naval. Digamos que Cíes era el caramelo, pero el severo reglamento del servicio público que obligaba a mantener viajes deficitarios y tarifas bajas, era el papel que lo envolvía. No resulta extraño, así pues, que en los balances económicos anuales de la empresa naviera la recaudación obtenida durante el verano gracias a un "fenómeno" turístico de Cíes que ya comenzaba a despuntar con luz propia, tapase el déficit registrado en el balance obtenido el resto del año.

Muelle de atraque

Sin embargo, estos inestables vaivenes financieros no echaron para atrás la férrea y voluntariosa apuesta por Cíes que había hecho Constante. Buena prueba de ello la tenemos en dos de las fotos incluidas en estas páginas: la de un embarque de pasajeros a través de una sencilla pasarela, en contraste con la construcción del primer muelle de atraque en las islas, hoy testigo del legado de este pionero, que, fltaría más, fue financiado en su integridad con el dinero del propio Constante Freire Veiga.

Y desde luego no fueron los resultados económicos los que instaron a Constante Freire a ceder las riendas de Vapores de Pasaje a la siguiente generación de la familia, representada por su hijo Rodrigo Freire, sino su precario estado de salud. Constante padecía desde muy joven de asma y, alcanzada cierta edad, su médico le aconsejó que trasladase su residencia a un territorio menos húmedo. Eligió Madrid, donde falleció el día 22 de febrero del año 1963, víctima de un cáncer y, como añade su hijo, posiblemente también a consecuencia de la tristeza de tener que vivir en un sitio en donde ya no podía, como cada mañana, levantarse, asomarse a la ventana y, mientras apuraba el primer café con leche, contemplar los barcos que zarpaban y atracaban en el puerto rematada una jornada de pesca o tal vez provenientes de Irlanda y las Canarias cargados a los topes de pescado fresco; la capital de España ya era una ciudad muy grande, pero desde la que no se podía ver la mar ni sus islas.

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