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Memorias

Roberto Vidal: "Antes de trabajar en hostelería quise ser aviador, pero me rechazaron"

"Empecé mi profesión en aquel Vigo de los viejos cafés donde no había llegado la televisión y la gente iba a calentarse y a cultivar la tertulia"

En la cafetería Trébol que tuvo con otro socio, a la derecha, a mediados de los años 60. .// Archivo familiar

¿Cuántos cócteles habrá servido en su vida? La historia personal de Roberto Vidal está definida entre los ejes de la barra de un bar, la filosofía coctelera de un maestro y la experiencia de la mirada al paisanaje que discurre ante la misma. Los barman saben combinar bebidas para elaborar cócteles, conocen los sabores de los distintos alcoholes y sus graduaciones, y esa fue la primera sabiduría que hubo de adquirir este vigués de 95 años que fue sacando como huérfano de padre la infancia como pudo y, ya que no le permitieron entrar en la escuela de Aviación a sus 14, ingresó en el mundo de la hostelería viguesa recién acabada una guerra civil cuyo inicio tiene grabado en la memoria de sus pupilas: aquel capitán Carreró gritando ¡fuego! en la Puerta del Sol ante una masa de gente disconforme con el bando que proclamaba el Alzamiento. Cuánta gente habrá visto pasar este hostelero que conoció aquel Vigo en que los grandes cafés eran escenarios de tertulias inacabables que poco a poco fueron muriendo con la llegada de la televisión y la sustitución de la imagen por la palabra. Él trabajó en el Alberti, en el Náutico y en la emblemática (de una época) sala de fiestas Suevia, pero en su entorno disputaban las mesas del Derby, el Gran café Colón, el Savoy. Luego pasó de empleado a empleador, fuera en El Trébol, en el bar Roberto, en la cafetería de la Escuela Náutico Pesquera o en El Mirador del Castro.

>> La primera memoria. "Mis padres, Eduardo Vidal y Carmela Fontán, me tuvieron en El Viso, concello de Redondela, en 1922, cuando en España reinaba Alfonso XIII, pero nací allí porque allí se fue mi madre a parir ya que yo me veo hasta los 9 años en Vigo, en aquel hotel Francia de mi familia sito en la calle Colón, junto a las antiguas instalaciones de FARO DE VIGO. Cuando tenía esos años murió mi padre, mi tío Roberto se quedó con el hotel y , claro, fue un drama para mi madre, que quedaba con seis hijos. Volvimos al Viso, y allí estuve de los 9 a los 12, en que vine a Vigo a vivir con unos familiares en la calle Carral, donde tenían una fonda. La infancia la fui sacando como pude en aquellos años de la República anteriores al estallido de la guerra civil, en los que yo jugaba en el Carral F.C.,con Ochoa como entrenador. Dos días después de aquel 18 de julio de 1936 en que estalló el Alzamiento contra la República, yo tenía 14 años, oímos mi amigo Mauri y yo gritar a un paisano en la calle Real: ¡Estalló la guerra!". Con la candidez de la infancia, como estábamos en ese momento al lado, nos fuimos a la Puerta del Sol, donde vi a caballo al capitán Carreró, rodeado con su tropa por mucha gente que gritaba, y creí oírle ordenar un ¡cuerpo a tierra, fuego!, o eso me pareció. Mi amigo y yo escapamos a gatas y nos refugiamos en la casa de Mañaña, el que luego jugaría en el Turista, Gran Peña... "

>> A buscarse la vida: el Alberti. La verdad es que ese mismo año de 1936 intenté con mi amigo Ramallo ingresar en la Escuela de Especialistas de Aviación, en Málaga, pero nos echaron para atrás y volvimos de allí en el tren a Vigo tan huérfanos de dinero que alguien nos dio de su pan para comer en el trayecto. Si me admiten mi vida hubiera sido otra pero me la tuve que buscar al llegar a mi ciudad y eso se materializó de un modo estable desde 1940 en que comenzó mi dedicación hostelera. Entré en el Alberti, antiguo bar León en la calle Colón. Alberti había sido fichado por el Real Madrid antes de la guerra para sustituir a Ricardo Zamora. Tras la guerra jugó en el Racing de Ferrol y en el Irún y luego se vino para Vigo, donde fue portero del Celta. Murió de fiebres tifoideas. En su bar, en el que tenía tertulia Fernández del Riego, estaba de encargado un maestro húngaro, barman, venido de Miami, ex compañero de Chicote en Madrid, del que heredé el saber de la coctelería que me permitió convertirme a mí también en barman: Julius. Entonces la gente bien tomaba cócteles pero la coctelería se fue perdiendo cuando empezó a invadirnos el Cuba Libre y bebidas similares. Yo trabajaba mucho en el Alberti, 12 horas diarias era lo normal, pero aquellos no eran tiempos para quejarse sino de supervivencia, de posguerra, en que esas cosas ni se tenían en cuenta. El Alberti tenía una clientela estable, selecta, y Vigo era una ciudad pequeña pero cosmopolita, al menos lejos de aquel pequeño burgo marinero de lo comienzos y, aunque era una urbe con poca historia, estaba en progresivo crecimiento".

>> El Real Club Náutico. "En esos años 40 entré como barman en el Náutico, con Casimiro Durán como presidente, tras reformarse e iniciarse una nueva etapa. Allí estaba la gente bien, la de apellido, y para entrar era obligatoria la corbata. Las fiestas de gala eran fuera de serie, había disputas para colarse, terminaban a las 6 o 7 de la madrugada. El carajo era que a veces yo no tenía más tiempo que darme allí una ducha y enlazar con la sesión vermú. Espero que la memoria no me confunda fechas pero en esos años o poco más el café Derby estaba en su plenitud y en sus mesas se reunían habitualmente Paz- Andrade, Carlos Maside, Fernández del Riego, Emilio Álvarez Blázquez, Laxeiro, Xavier Andrade, Celso Collazo... que andaban en torno al galleguismo, nada que ver con la clientela del Náutico. En el Derby, por esa época, actuaba un trío integrado por el violinista Corvino, el violonchelista Gandía y el pianista Yepes, asentado en la ciudad al producirse la sublevación militar y al que el dueño, Albino Mallo, le mantuvo siempre su puesto de trabajo. Tengo un recorte de FARO escrito por Javier Mosquera que lo recuerda y corrobora. Estuve en el Náutico hasta 1945 en que me fui a la mili y me destinaron los primeros seis meses a Coruña, aunque los fines de semana venía a este club a sacar unas perras. Mi compañero de mili en aquella ciudad era Acuña, portero entonces del Deportivo, que estaba enchufado pero cuando entraba en el cuartel se le hacían más honores que al capitán. Entraba por una puerta, daba los buenos días, y salía por la otra. Al volver a Vigo me destinaron a Transportes Militares, y teníamos las oficinas de Intendencia, eso que llamaba " cuerpo de los enchufados" en la Alameda. Cuando la acabé quise volver al Náutico pero me pusieron pegas para volver al salón principal porque mi puesto había sido ocupado por otro, querían mandarme al bajo. ¿Iba yo a darle gaseosas a los chavales, cuando ya era un barman y experto coctelero? Me negué, me fui al sindicato, que entonces era vertical, gané y tuvieron que admitirme en mi antiguo puesto".

>> La vida en el Suevia. "Sólo llevaba 15 días trabajando en el Náutico en el antiguo puesto cuando reinauguró el Suevia, al que me llevó su metre, Andrés Gradín. Era de unos alemanes y lo había reabierto Alfonso Quintas. Allí iba por la tarde gente más normal pero de noche ya era de otro tono y podías ver a la de la apellidocracia viguesa, la burguesía del mar aunque no solo eso: Curberas, Massós, Alfagemes, Tapias, Alonsos, Escaleras, Briz, el cineasta Cesáreo González... La música en directo era de la Orquesta Veracruz, liderada por Bernardo Giráldez, aunque se traían muchas actuaciones foráneas. El Suevia era una sala de fiestas pero nada tenía que ver con otras de corte más popular como Palmera, Cabañas, Metropol, Cruz Blanca... Recuerdo allí a periodistas como Tourón, Manolo Varela, Belarmo, José Ramón o el "hincha Perico", que estaba en el lugar más que yo. Acabé allí en 1961, cuando cerró. Pasaban por el local los equipos visitantes del Celta porque tenían que hacer noche en Vigo. Pahíño, Suárez, Alonso... venían por allí y no se olvidaban de saludarme".

>> El café más chic. "Bernardo Giráldez, hijo del que llevaba la orquesta Veracruz, presente en la entrevista con Roberto Vidal (que le traía tantos recuerdos de su infancia ya que su padre y nuestro barman se conocían mucho), tiene su imagen del Suevia. "El Suevia, que había sido fundado por un alemán, se reabrió en el año 1950, por Alfonso Quintas. Era el café más " chic", elegante y cosmopolita de la ciudad y muy versátil. Era un punto de encuentro de la pujante ciudad: profesionales, empresarios y artistas eran asiduos, casi como un club privado. El público era muy heterogéneo y casi concordaban con la hora a la que habitualmente asistían: a la hora del café, el cual se prolongaba por algunos de los mencionados con sus interesantes tertulias, no solo culturales o artísticas, sino también sobre el rumbo que tomaba la ciudad, tendente a ser la urbe que mas creció en Europa, porcentualmente, y que casi enlazaban con la sesión de tarde. A esa hora el público era más joven, podía charlar e incluso bailar en una pequeña pista que poseía el local. Yo recuerdo que era como una pequeña bombonera, con arquitectura DECO. La sesión de noche daba comienzo a las 10 y se prolongaba hasta media noche y especialmente los fines de semana, actuaban diferentes artistas, que eran a esa hora acompañados por la orquesta y que inclusive a pesar de la hora oficial de cierre, se seguía en el interior con tertulias", nos dijo".

>> La etapa Trébol. "El Vigo que renacía en aquellos años 60 era -sigue contando Roberto Vidal- muy dinámico, era aquel Vigo sesentero en que se hicieron tantos negocios, corría el dinero de la pesca y el de la emigración y se manifestaba en una construcción imparable, apertura de negocios, crecimiento de la hostelería.. . Yo abrí el Trébol junto al emblemático cine Tamberlick, con otro socio, una cafetería entonces de línea muy moderna con la plancha como una de nuestras ofertas. Se lo traspasé a los pocos años a mi socio y abrí en El Calvario Casa Roberto, un bar ´de aquella manera", en la que mi mujer hacía unas tapas o empanadas que hicieron época. Era un buen negocio pero no me gustaba el medio ambiente, a veces de clientela un poco rústica. Allí trabajaba día, noche y un poco más, hasta el punto de que el médico me recomendó dejarlo o no respondía por mí. Y a los dos años lo traspasé".

>> La Náutico Pesquera. "La hostelería es una actividad en la que hay que echarle tripas y corazón porque es ingrata hasta cuando te va bien, no tiene horarios... Yo aprendí del húngaro en el Alberti, por ejemplo, que cuando un cliente te sale mal, sonrías y hables para adentro. Tras la etapa del Alberti, del Náutico, del Suevia, del Trébol.. .entré en el bar de la Escuela Náutico Pesquera en 1965 y al año siguiente adquirí la concesión. Allí conocí un ambiente diferente porque al ser la cafetería de la escuela con una residencia siempre llena por allí pasaban patrones y capitanes de pesca o de costa que estaban aprendiendo el oficio o reciclando titulaciones , españoles o extranjeros... Era una relación diferente y por fin más descansada porque la escuela se cerraba en vacaciones. Pero como siempre fui un emprendedor, en esa misma etapa adquirí la concesión del Mirador del Castro, y combinaba esas dos responsabilidades con dar clases de hostelería en el PPO. El Mirador del Castro lo debí de tener entre 1971 y 1975 y acabé traspasándoselo a un socio, en parte por consejo de mi hijo que me convenció de que era hora de que descansara y de que con el bar de la Náutico Pesquera podría vivir holgadamente sin estar de aquí para allá. Y eso hice, hasta que e jubilé en 1987, cumplidos los 65 años entre barras, cocinas y mesas. Ahora tengo 95, me voy cada mañana al café, hablo con los amigos que puedo, que ya no son de mi generación porque se me han ido marchando todos, compro el FARO, el pan y vuelvo a casa. Miro hacia atrás y veo que se me ha dado una larga vida pero ¡qué rápida va pasando!"

Míticos cafés

  • En aquel Vigo que empezó a vivir Roberto Vidal brillaban cafés como el Derby, de Albino Mallo, cuyas sillas fueron descanso de culos ilustres de la literatura como García Lorca, Valle Inclán o el escritor venezolano (y presidente nueve meses) Rómulo Gallegos, sin olvidar el trasero por excelencia de la literatura de masas, Marcial Lafuente Estefanía; gentes del cine como Mur Oti o Cesáreo González; del teatro como José Tamayo, Paco Rabal o Aurora Bautista. Estaba también el Gran Café Colón, construido en Velázquez Moreno e inaugurado en 1906 con proyecto de Gómez Román, magnificente, suntuoso de fuera hasta adentro; el Savoy en Príncipe, que montó Xosé Rodríguez Otero con una hermana de Cesáreo González; la Taberna del Alameda... Eran tiempos en que no había televisión, la vida no se vivía tan atropelladamente y la palabra y la mirada se cultivaba en las tertulias. Vidal fue testigo de ese mundo en el Alberti, en la entonces sociedad cerrada del Club Náutico, en el Suevia...

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