REPORTAJE
Un jinete vigues en territorio masai
Carlos Da Silva combina la organización de safaris ecuestres por Tanzania con el adiestramiento de los caballos de los jeques árabes en Catar
SALVADOR RODRÍGUEZ
Carlos Da Silva, a caballo, en un poblado de la tribu de los masai de Tanzania.
Experto en equitación, aventurero, emprendedor, activista del medio ambiente, amante de los animales, cooperante de ONG´s, nómada ("culo inquieto"), socio, amigo y "hermano" de los masai. De todo esto, y más, ha hecho a sus todavía juveniles cuarenta y siete años de edad Carlos Da Silva desde que, en 1990, decidió dejar su Vigo natal para irse a Sevilla e ingresar en la escuela ecuestre de Luis Ramos Paul.
Comencemos pues por los caballos: "Ya de muy niño- recuerda Carlos- a mí me gustaba el bosque, el senderismo, perseguir a las ardillas y buscar dónde tenían sus nidos los pájaros. En una de esas andanzas descubrí a los caballos en el monte, particularmente en O Galiñeiro. Tan pronto avisté uno, el primero de mi vida que veía de cerca, me entró el deseo de crear una relación de amistad con los equinos. Ahí empezó mi pasión por los caballos". Y no se trataba de un capricho, no. "Cumplidos los 18 años, -prosigue- después de finalizar el BUP y el COU y aprobar la selectividad, les comuniqué a mis padres, ante su sorpresa, lo de irme a Sevilla para aprender más sobre caballos".
En la ciudad andaluza residió y trabajó durante varios años entrenando caballos de pura raza española y participando en clínicas de la Real Escuela del Arte Ecuestre. Ese fue su trampolín de traslado a Holanda para seguir entrenando con caballos de razas europeas, aprender idiomas y estudiar a través de la UNED ciencias ambientales. Fue concluidos esos estudios cuando la oficina central de Greenpeace, con base de Amsterdam, contrató sus servicios como investigador de campañas ecológicas, lo que le llevó, durante una temporada, a ser tripulante del "Rainbow Warrior", el buque insignia de la organización ecologista internacional. Después de sus trabajos con Greenpeace, Da Silva también colaboró como logístico de Médicos Sin Fronteras: "Estas actividades con ambas ONG´s -cuenta Carlos- me permitieron viajar por Asia, Oceanía y, más tarde, África." Y África sí que resultó, tras el de los caballos, su gran "descubrimiento". "En África se respira libertad, espacio físico y mental. No existen las zonas azules para aparcar los coches, la acampada libre está permitida, también hacer una hoguera para calentarse y cocinar, por supuesto; además, bajas al río a recoger agua fresca cada día. Allí encontré los valores auténticos de una vida con calidad, allí puedes ver las estrellas todas las noches porque la iluminación de las ciudades no te lo impide. Los niños no son impertinentes; aunque lleven 10 kilos de peso sobre sus cabezas y anden descalzos, siempre sonríen. No echan de menos un interruptor para encender la luz, no tienen como mejor amigo a un androide ni les preocupa un apagón de internet; disfrutan alumbrándose con una lámpara de aceite o la misma luz del fuego mientras se cuentan historias o se divierten con juguetes construidos por ellos mismos. África es muy salvaje, es cierto, y hay que tener destreza para sobrevivir, pero al menos aquí cuando estás en peligro sabes que puede ser un león que acecha. Sin embargo en Europa, por ejemplo, los peligros y los enemigos se disfrazan bajo trajes elegantes de Gucci o Prada", relata Carlos con una indisimulada pasión. "Una vez puse los pies sobre la sabana africana y me vi rodeado de la vida salvaje -continúa Da Silva-, seguí mi instinto y escuché mi corazón, que es algo que a fin de cuentas siempre he hecho toda mi vida, me percaté de que allí tenía la oportunidad de combinar mi carrera como ecologista y experto ecuestre, y empecé a dar los primeros pasos para fundar, con mis ahorros, un proyecto que combinara las dos cosas".
Carlos Da Silva con sus amigos los elefantes.
Ecoturismo en África
Eso sucedía en 2005 y el proyecto, hoy realidad, se inició con la primera primera empresa de ecoturismo, y a la vez escuela ecuestre, fundada en Tanzania, Chuo Cha Farasi, a partir de la cual se fue constituyendo una empresa con sede en Arusha, región del Kilimanjaro. Chuo Cha Farasi fue el germen de la actual Ecoturism in Africa, formado por un campamento ecológico, un centro deportivo ambientalmente responsable y una productora de safaris , que "acerca a los viajeros a lugares fascinantes de Tanzania y les ayuda a descubrir nuevas culturas combinando el arte ecuestre, el mundo del caballo, el folclore, la naturaleza y los paisajes africanos en safaris de exploración, obviamente siempre a caballo".
Es evidente que el precio de estos peculiares safaris no está alcance de todos los bolsillos. Pero quien pueda, o quiera, vivir esta experiencia, a fe que la recordará toda la vida pues disfrutará de la cercanía natural de elefantes, cebras o antílopes que, como temen menos a los caballos que a los coches, se "dejan estar" y no huyen, lo cual es maná para los fotógrafos.
Uno de los atractivos que se ofrecen a los viajeros que se apuntan a esta particular modalidad de safaris son las jornadas de convivencia en un poblado de la mítica tribu de los masai, de quienes Da Silva se ha ganado su confianza, y cuya forma de entender la vida ha influido no poco en la que hogaño tiene el propio Carlos: "Los masai -refiere el vigués- son una de las 70 etnias que habitan Tanzania, pero su imagen se ha exportado muy bien dada su estética esbelta y su apariencia colorista. Los turistas que quieren salir a caminar con ellos o pasarse un día en su poblado, y realizar así un viaje en el tiempo, comprueban que estas personas sobreviven de la forma más sencilla que te puedes imaginar, bajo una casa de adobe de vaca y tejado de paja, protegida por su ganado en el medio de la sabana. Es toda una experiencia ver cómo todos los miembros de una familia duermen sobre el mismo colchón, comen de una única tartera, beben de la misma taza y se sientan sobre piedras bajo la sombra de las acacias mientras ven pasar el tiempo sin sufrir obsesión por triunfar en la vida. Se trata de sobrevivir y perdurar culturalmente en el tiempo y la memoria de sus familiares".
El vigués, cara a cara, en señal de amistad, con un "hermano" masai.
De Tanzania a Arabia
Carlos baraja ahora "consolidar algunas ramas de mi proyecto en diferentes lugares de Tanzania, así como poder exportar a Arabia una nueva forma de tratar a los equinos, montando a los caballos sin ningún tipo de aparejos, en contraste con la equitación tradicional que se ha venido practicando desde hace muchos siglos. Es lo que yo denomino Equitación Ética".
Los safaris Chuo Cha Farasi, la escuela ecuestre y sus continuos viajes a lejanos países -estos días se encuentra en Doha, Catar- no han hecho en absoluto que Carlos Da Silva, pese a su autodenifición como "ciudadano del mundo", deje de cumplir anualmente una visita a su ciudad natal: "Procuro regresar a Vigo todos los años, reconozco que tengo mucha morriña, así que vengo a visitar a mi familia. Intento que sea en verano porque es cuando más se aprecia ese paraíso ecológico que es Galicia. Yo me emociono mucho cuando estoy ahí, sobre todo cuando voy a las islas Cíes y disfruto de esas maravillosas puestas de sol".
El hombre que susurra a los caballos... de los jeques árabes
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