El personaje

Miguel Saco, el gurú gallego de las artes decorativas

De su trabajo dicen que es "el secreto mejor guardado de Nueva York"

SALVADOR RODRÍGUEZ

Ondiñas de santidad

Ondiñas de santidad

Miguel Seco, en su despacho de Nueva York.

La clientela de lujo que contrata el asesoramiento de Miguel Saco para sus mansiones no es algo que amedrente a este ourensano, ni tampoco de lo que presuma: "En realidad -dice- es raro que yo me entreviste con ellos personalmente. Lo normal es que cuenten con un ayudante experto, que es el que se pone en contacto conmigo". Saco casi no quiere hablar de ello, porque guardar la máxima discreción es una de las obligaciones incorporadas a su singular tarea. En unos casos es por razones éticas ("no puedo hacer públicos los trabajos que hago sin permiso") y, en otras, de seguridad. Tal ocurre,por ejemplo, con la labor que realizó para el millonario ruso Abramovich "en la que no se permiten divulgar fotos por razones de seguridad". Se trata de una mansión situada en Moscú que antes era propiedad del presidente soviético Leonidas Brezhnev y que fue adquirida por una cifra astronómica por el magnate propietario del club de fútbol Chelsea: "En esa casa, nuestro trabajo consistió en adaptar y ambientar en la época varias habitaciones de la Casa de la Cascada, de Frank Lloyd". La Casa de la Cascada, también llamada Fallingwater, ubicada en Pensilvania, fue diseñada en entre 1935 y 1935 por Lloyd,uno de los más prestigiosos arquitectos norteamericanos y hoy en día es un monumento nacional en Estados Unidos, donde funciona como museo.

Además de a Abramovich, Miguel Saco ha asesorado, entre otros,a los músicos Sting y Bono (U2), la actriz y cantante Bette Midler, los míticos Frank Sinatra, Paul Newman o Andy Warhol, los artistas plásticos Louise Bourgeoise y Jeff Koons, así como los galeristas Leo Casteli o Gagossian. Asimismo, es restaurador del departamento del siglo XX de las galerías Christies, Sothebys y Phillips.

Aunque su familia, originaria del pueblo ourensano de Piñor de Cea, estaba vinculada al sector mobiliario, la vocación que primero se despertó en Miguel Saco fue la de las artes plásticas, y muy especialmente la escultura, que es una faceta que continúa cultivando y combinando con su negocio de restauración y asesoramiento.

En sus inicios, formó parte del grupo de jóvenes artistas que constituyeron el movimiento Atlántica, hogaño toda una referencia en el despertar del arte gallego del siglo XX. En 1982, a los 24 años, decidió "por curiosidad" visitar la ciudad epicentro del arte mundial, Nueva York, y le gustó tanto que decidió quedarse allí, lo cual le permitió convivir y sumergirse en la bohemia neoyorquina del barrio de Chelsea donde conoció a la cantante Patti Smith o el artista Andy Warhol: "Lo de la bohemia -aclara- suena muy romántico, pero habría que matizarlo. En realidad sucedió que yo residía en ese barrio y, bueno, era allí donde me iba a tomar las copas y coincidía con toda esa gente, que luego fue muy famosa, o que ya lo era entonces, pero que en aquel tiempo digamos que vivía al día y, algunos como yo, sin apenas un dólar en el bolsillo. La verdad es que para mí fue una bohemia forzosa". A Chelsea sigue acudiendo este Miguel Saco que se pregunta a dónde habrán ido a parar dos de sus cuadros que se encontraban en las puertas de acceso al Hotel, que desaparecieron con la venta del local a una nueva compañía.

Fue en sus primeros años en Nueva York cuando empezó a combinar su faceta de escultor con la de restaurador de muebles de época: "En este campo -recuerda- me especialicé en el mobiliario del siglo XX, lo que representaba un reto para cualquier restaurador porque fue un siglo rompedor desde el punto de vista del diseño y los materizales utilizados. Empecé a abrime camino trabajando sobre todo para museos norteamericanos, lo cual llegó a apasionarme tanto como la escultura, que por supuesto seguí cultivando". "Es que -explica- fue un terreno al que le veía grandes posibilidades, porque la restauración a fin de cuentas está basada en la creación y a mí lo que me gusta es crear, dar un sello personal a todo lo que haces. Tener una huella propia y que te lo permitan es lo más fantástico que le puede ocurrir a una persona en cualquier profesión".

En 1989, ya con un prestigio contrastado, regresó temporalmente a España donde participó en la restauración del Palacio de Linares y en la del Palacio de Salamanca, así como en la de piezas del Palacio Real. Nombrado coordinador artístico del ICO (Instituto de Crédito Oficial), durante cuatro años fue responsable de la elaboración de colecciones de arte importantes que incluían a Picasso y otros maestros españoles del siglo XX y el comisariado de exposiciones de artistas españoles en todo el mundo.

De vuelta al epicentro neoyorquino, llegó incluso a abrir una galería y a dedicarse a vender muebles de época "pero después de cinco años me percaté de que me estaba metiendo ya en demasidas cosas y perdiendo mucho tiempo en relaciones públicas, algo que en este círculo resulta casi de todo punto indispensable. Así que opté por cerrar la galería y hoy ya no me dedico a vender, sino solo a asesorar, tanto en la decoración de viviendas como a los coleccionistas que buscan piezas de valor. De vez en cuando, eso sí, me compro algún mueble, pero me lo reservo para mí, no para vender".

-En todo caso, estamos hablando de mucho dinero?

-Obviamente. El mercado de los muebles de época es similar al de la pintura o la escultura. Hay piezas que se cotizan más y piezas que se cotizan menos. Depende de aspectos como la calidad, la demanda o la moda. Ahora mismo, por ejemplo, están de moda los muebles de las décadas de 1950 y 1960. Conozco a algunos diseñadores que pasaron de tasar una silla en 10.000 dólares a hacerlo en 200.000.

-¿Cuánto ha costado el mueble más caro que usted ha visto vender?

-La pieza más alta ha costado 15 millones de dólares. No le digo qué es ni quien la compró. También me consta que una silla llegó a venderse, en París, por 12 millones de dólares.

Miguel Saco alterna su residencia de Nueva York con una casa en Pastoriza (O Morrazo), reconocible por las esculturas de hierro de su autoría expuestas en el exterior. Allí vuelve este fin de semana para relajarse y, a la par, gestionar una exposición en la Casa das Artes de Vigo basada "en el reencuentro con Anxel Huete y Manuel Lledós, con quienes he compartido estudio y vivencias fundamentales para el desarrollo de nuestra obra en Nueva York a principios de los 80".

"A mí me gustaría poder trabajar en este campo de las artes decorativas también desde Galicia -confiesa- pero para dedicarse esto allí sería imposible. Solamente es posible, además de en Nueva York, en París o Londres. Mi único cliente español es el pintor Manolo Valdés y reside Nueva York".

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