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Una vida entre la prensa y el olimpismo

Mario Vázquez Raña en la memoria

Hijo de un emigrante de Avión, tras cuidar vacas creó en México un emporio de la comunicación

Mario Vázquez Raña, tras una rueda de prensa en julio de 2011. // FdV

Cuando recibí la noticia de que Mario Vázquez Raña había muerto me tembló de tristeza el corazón y mi memoria fue en busca de viejos recuerdos donde Mario aparecía incompatible con la muerte. Nos encontramos buscando la convergencia de intereses estratégicos, pero inmediatamente surgió entre nosotros una amistad instantánea porque teníamos el mismo centro de gravedad, ambos veníamos de dos pueblos de las montañas ourensanas, yo de las de Calvos de Randín y él de las tierras de Avión, aunque había nacido en México. El mapa sentimental de las raíces une mucho, en ocasiones más al estar lejos.

Cuando me nombraron presidente de la Agencia Efe él era presidente de UPI, United Press International, que había comprado unos meses antes por 41 millones de dólares, dueño de una cadena de 70 periódicos encabezada por El Sol y no sé cuantas cosas más, entre ellas la de gran mandarín del movimiento olímpico. Me lo contó así: "Yo tenía dos aviones Falcon, vendí uno y compré la UPI". Quería devolverle el antiguo esplendor, de cuando disputaba a AP y a Reuters la primacía de las grandes agencias. Con UPI le daría proyección mundial a su imperio informativo. Era su gran sueño. Teníamos que buscar la colaboración entre las dos agencias, había que sumar sinergias y articular intereses en distintos campos como el de los desarrollos tecnológicos, el intercambio de información económica y asistencia mutua en los países más remotos donde teníamos corresponsales.

Viajé a México para inaugurar la nueva sede de la agencia, visitar a algunos clientes y discutir con Mario cómo llevar a la práctica lo que teníamos tan claro en la teoría. En el aeropuerto me esperaba el delegado de Efe Paco Osaba; cuando me acerqué a él vi cómo un señor vestido de policía agitaba un cartel que ponía en letras grandes y claras: Alfonso Palomares. Me acerqué a él y me dijo que le enviaba don Mario para que me trasladara al hotel y después a su despacho. Le pregunté a Paco Osaba qué hacía y me respondió que no cabían dudas, debía irme con los de Vázquez Raña. "¡No sabes lo que significa Vázquez Raña en México! En México, Vázquez Raña es la hostia", añadió, y desde aquel día tuve en varias ocasiones la oportunidad de comprobar que realmente Vázquez Raña en México era la hostia. Y no solo en México.

Mario Vázquez Raña, descendiendo de su avión particular, en una de sus últimas visitas a Galicia. // FdV

Con el policía del cartel, que en realidad era un motorista vestido con las galas de los motoristas mexicanos, venía otro con igual atuendo además de un chófer. Nos pusimos en marcha como solistas de una potente caravana. Los motoristas iban delante, nos facilitaban la circulación apartando a los coches que estorbaban y saltándose los semáforos en rojo. Me llevó a cenar a casa donde nos esperaba Paquita, su mujer, la guapa chica de Beade. Encantadora. Pasamos la velada hablando de Galicia, de nuestros pueblos habitados por procesiones de ánimas donde los vivos se mezclan con los muertos igual que en la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo. Un mundo mágico que se perdió cuando la luz eléctrica iluminó la oscuridad de las noches. Comprobé que era un gran conversador.

En los días siguientes pusimos en orden un esquema sobre el que comenzarían a trabajar nuestros colaboradores. Cuando me despedí, me dijo que dentro de un mes o así tenía que ir con él a Avión a matar un cerdo. ¿Matar un cerdo? Sí, matar un cerdo al estilo de antes. Le respondí que sí, por supuesto que iría. Un mes después, cuando ya había olvidado lo de la matanza, me llamó Mario a primera hora de la mañana. Estoy en Londres, dijo, está tarde paso por Madrid a recogerte para ir a Avión a matar el cerdo. Oí que lo decía con la voz de dar órdenes; los magnates cuando dan órdenes ponen un tono especial. En Avión nos alojamos en casa de Polo, uno de los hermanos de Mario, porque entonces Mario no tenía casa ahí, la construyó años después. Nos levantamos temprano para ir a buscar el cerdo a un pueblo de la montaña alta, no recuerdo el nombre. El cerdo pesaba 120 kilos, un bicho espléndido, le ataron las piernas con unas correas implacables, le colocaron un bozal para amortiguar los chillidos y le rodearon el cuerpo con una camisa elástica antes de meterlo en la parte de atrás del Land Rover. Emprendimos el camino de regreso cuesta abajo. Justo en el momento en que me aseguraba que Salinas de Gortari ganaría las próximas elecciones y de que él PRI era imbatible, el Land Rover que conducía resbaló por la tierra arenosa y, por suerte, un árbol oportuno impidió que fuéramos monte abajo. Bajamos para comprobar la situación y ver la manera de devolver el coche a la carretera sin correr riesgos. Hemos evitado una noticia, fue el primer comentario de Mario, podrían titular: "los presidentes de las agencias UPI y EFE mueren en un accidente de Land Rover en un monte perdido de Galicia. Llevaban un cerdo a bordo que salió indemne." Tenía sentido del humor, incluso del humor negro. A mediodía celebramos los ritos de la matanza, Mario le acertó con el corazón y el cerdo murió pronto. El cerdo se convirtió en la base del festín gastronómico que se alargó todo el fin de semana.

Aparte de editor, Mario era uno de los grandes mandarines del movimiento olímpico mundial, presidente de la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales (ACNO), poderosa voz como miembro del COI, motor del deporte en el continente iberoamericano y no sé cuantas cosas más. Un verdadero señor de los anillos. Sus gestiones y su acción fueron determinantes para que Barcelona fuera designada sede olímpica en 1992. Gastó horas y horas enumerando razones para que la votaran. Sin el decidido apoyo de Mario Vázquez Raña, Juan Antonio Samaranch hubiera tenido muy difícil alzarse con la presidencia del COI, lo supe cuando tomábamos leche frita de postre en un restaurante de Barcelona durante la celebración de las olimpiadas. Le dejó uno de sus aviones para que Samarach recorriera los países más remotos de la tierra en busca de votos. Él convenció a jeques árabes y a responsables del deporte iberoamericano de que Samaranch era la mejor opción para relanzar el olimpismo. En una comida en la sede del COI en Lausana, Samaranch me lo confirmó mientras manifestaba su agradecimiento a Vázquez Raña, uno de sus grandes colaboradores.

Años después, cuando ya había dejado la presidencia de Efe, fuí a México con Pepe Oneto para cubrir la campaña presidencial para los medios del Grupo Zeta. Llamé a Mario y me respondió que llegaba en el momento oportuno ya que podría asistir al bautizo de sus nietos gemelos. No hacía falta que fuéramos a la iglesia, solo a casa. Se trata de una celebración familiar, me advirtió. Acudimos y nos encontramos con unas 300 o 400 personas en un acto calificado de familiar. La comida tuvo lugar en un pabellón que se levantaba en el parque de la residencia, a unos 100 metros de la casa, en el techo del pabellón reposaba un helicóptero con la resignación de una cigüeña mansa. Éramos veinte en la mesa presidencial, tuvo esa deferencia con Oneto y conmigo, Mario era el patrón de la mesa en la que también se sentaba el cardenal arzobispo de México, monseñor Norberto Ribera y cinco obispos más aparte de ministros y el presidente del PRI José Antonio González. Después de la comida y los brindis, Mario, el cardenal Rivera, el presidente del PRI y el obispo de una diócesis cercana llamado Ovidio fueron a jugar una partida de subastado a otro salón. Pepe Oneto y yo seguimos con la máxima expectación el desarrollo de la partida que enfrentaba a clérigos y civiles. Ganaron los clérigos, el poderío de Mario no pudo neutralizar la sutileza escolástica de los obispos.

Para colocar un titular que resuma la vida de Mario, podríamos pedirle prestado a Bryce Echenique el de su novela: La vida exagerada de Martín Romaña. La vida de Mario también fue exagerada. En generosidad, en talento, en éxito, en riqueza, en poder y en la desmesurada capacidad para disfrutar de todos los alimentos terrenales.

La vida exagerada de Mario Vázquez Raña. Adiós, Mario.

Escalada fulgurante de una familia humilde

  • | El matrimonio Venancio Vázquez-María Raña. El pequeño pueblo de Barroso (Avión), en el que todavía residen unas cincuenta personas, guarda las ruinas de la casa de los Vázquez Raña, como símbolo o icono oculto de los tiempos difíciles que pasó la familia. De origen humilde, Venancio Vázquez Álvarez y su mujer María Raña Antas decidieron emigrar a Venezuela en 1928. Unos meses más tarde se trasladaron a México. Allí fue donde nacieron en siete años los cinco primeros hijos del matrimonio: Aurelio, Sara, Apolinar, Mario y Olegario.Venancio Vázquez Álvarez trabajaba de vendedor ambulante de ropa y muebles baratos. Como las cosas no les marchaban bien, María Raña tuvo que regresar a Galicia con sus hijos, de edades comprendidas entre tres y siete años, en 1935 . Venancio Vázquez logró reconducir la situación en 1940, tras abrir un pequeño almacén de venta de muebles a crédito en un barrio marginal de la capital federal. Poco a poco empezaron a regresar a México diversos miembros de la familia. El más rezagado fue Mario, que permaneció en Avión cuidando las vacas de sus abuelos hasta los 15 años, en 1947. Hablaba gallego y tenía dificultades para expresarse en castellano. En ese mismo año nació el último hijo del matrimonio, Abel. En los años 50 crearon los almacenes Hermanos Vázquez, con los que empezaron a despuntar económicamente.| Aurelio. Se casó con Concepción Durán. Hijos: Aurelio, Abel y Luis.| Sara. Casada con Miguel Domínguez. Hjos: Alejandro, Mario, Maricarmen, Miguel y Roberto.| Apolinar. Casado con María del Carmen Calvete. Hijos: Apolinar, Diana, Maribel, Eduardo y Javier.| Mario. Apenas transcurridas dos décadas, en 1976 Mario Vázquez Raña se desvinculó del negocio familiar y terminó fundando la Organización Editorial Mexicana, tras la compra de los diarios de la Cadena Sol, que constituye el tercer emporio mediático del mundo. Cuenta con 70 periódicos y 24 cadenas de radio. Mario Vázquez Raña entrevistó personalmente a 150 jefes de Estado, textos publicados primero en sus periódicos y luego recopilados en tres tomos, bajo el título: Diálogo con la historia. Además, fue presidente del Comité Olímpico Mexicano durante 27 años. Casado con Paquita Ramos, tuvo cinco hijos: Marisol, Marina, Miriam, Mario y Mauricio.| Olegario. Tres años más joven que Mario, Olegario Vázquez Raña fundó en 1988 el Grupo Empresarial Ángeles -como homenaje a su mujer, María de los Ángeles Aldir-, que lidera la sanidad privada en México, con unos 25 hospitales. También pertenecen al grupo los Hoteles Camino Real, Quinta Real y Real Inn. Olegario Vázquez Raña irrumpió en el ámbito de las comunicaciones al comprar en el año 2006 el diario Excelsior, con una tirada de 100.000 ejemplares. Tiene tres hijos: María de los Ángeles, Mónica y Olegario (mano derecha en los negocios de su padre)| Abel. El menor de los Vázquez Raña comenzó a trabajar en el negocio familiar a los 9 años de edad y llegó a convertise en el jefe de compras, marketing y publicidad. Entre sus cometidos estaba, por ejemplo, el de dirigir y grabar los anuncios que cada semana se emitían por radio y televisión como propaganda de Hermanos Vázquez. Destacado deportista en la especialidad de tiro, participó en los Juegos Olímpicos de Tokio y en los Panamericanos de Canadá. En 1966, contrae matrimonio con María Rosa Oria Santos y comienza su progresiva desvinculación del negocio familiar para fundar su propia empresa dedicada a la fabricación de muebles, que llegó a contar con 15 establecimientos, 12 plantas y más de 3.500 trabajadores. Cuatro hijos: Pablo Abel, Carlos Javier, Juan Ignacio y Jorge Luis.

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