El de Chris Horner en esta Vuelta 2013, incontestable, ha sido un triunfo contra natura, una victoria casi increíble de un corredor con un perfil que le descartaría de salida para un éxito así.

Para empezar, tiene ya casi 42 años, una edad que a priori inhabilita no sólo retos de este calibre, sino siquiera la posibilidad de ser profesional.

Hasta ahora, el corredor más mayor en lograr el triunfo en la Vuelta fue el suizo Tony Rominger, que lo hizo a los 33 años. En el Giro, el italiano Fiorenzo Magni, con 34; y en el Tour, Firmin Lambot, con 36. Y eso fue en los años 1994, 1955 y 1922.

Horner, además, dista mucho de llevar la alimentación adecuada en un deportista de alto nivel. Es conocida su afición por las hamburguesas, las pizzas y demás productos que los médicos que planifican las comidas de los corredores abominan.

El americano, además, tiene un estilo subiendo, de pie sobre la bicicleta, que le debería penalizar enormemente en las escaladas extremas. En las que, si no se va sentado, se podría patinar. Pero no lo ha hecho. Ni en el Angliru.

Y, aunque en esta Vuelta se ha volcado en su ayuda, empezando por el gran Fabien Cancellara, a su servicio hasta que se fue a preparar el Mundial, tampoco parece que su equipo le tenga mucha fe.

Porque Trek, que se hará cargo en 2014 de la estructura del Radioshack, todavía no le ha llamado. Sorprendente en un candidato, y ahora ya ganador, de una gran vuelta por etapas.

En definitiva, que, contradictorio hasta en su nacimiento, en Japón siendo estadounidense, Horner es toda una excepción. Y su triunfo contra natura.