El diagnóstico de trastornos psicológicos en población infantil ha aumentado dramáticamente en los últimos años. En países como EEUU, las cifras hablan de que un 11% de niños en edad escolar está diagnosticado de algún problema, principalmente de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Son muchos los factores que pueden explicar este "boom", uno de ellos es la mejora de los instrumentos de evaluación psicológica (cuestionarios, entrevistas, pruebas biológicas y médicas, evaluaciones fisiológicas, etc.) que son capaces de hallar problemas que antes permanecían ocultos. Por otra parte, la presión de las grandes farmacéuticas y el cambio de las estructuras familiares en la sociedad actual pueden ser los culpables del sobrediagnóstico de estos trastornos que, en la mayoría de los casos, acaban siendo medicados.

El TDAH es quizás el caso más representativo de este fenómeno del sobrediagnóstico. Los últimos estudios sitúan la prevalencia en España alrededor del 6-8% de la población escolar. Este problema, caracterizado por problemas de atención y una pobre capacidad de autocontrol suele ser tratado con medicación (normalmente Metilfenidato, un derivado de la anfetamina) desde las unidades de psicología infantil de los centros de salud, las llamadas USMI. Esto suele provocar una grave distorsión en los padres, que se encuentran de repente no solo con un diagnóstico psicológico/psiquiátrico sino también con una prescripción de tratamiento farmacológico que, en ocasiones, se alarga durante toda la niñez.

La diferencia entre un comportamiento normal y un comportamiento problemático es a veces muy sutil. Por tanto, ante un conjunto de conductas, es una decisión subjetiva del profesional la que determina si es un síntoma de un trastorno psicológico o no, ya que no existen pruebas médicas que permitan diagnosticarlo. De hecho, algunos de los indicadores que se utilizan para evaluar la presencia del TDAH son no prestar atención a los detalles, dificultad para mantener la atención, pérdida frecuente de cosas necesarias, ser olvidadizo, hablar excesivamente, interrumpir o tener dificultades para guardar el turno. Todos ellos comportamientos muy frecuentes en niños y que complica todavía más el proceso diagnóstico.

Que un niño sea inatento, movido e impulsivo no es sinónimo de un trastorno. Todos estos comportamientos no son necesariamente producto de un incorrecto desarrollo de ciertas zonas cerebrales, como sería el caso del TDAH, sino que pueden ser explicados por otras causas. El psicólogo Mateu Servera advierte que el modelo de sociedad actual puede ser uno de los factores generadores de este tipo de comportamientos, lo que él llama "infointoxicación". Los videojuegos, la televisión, internet, las nuevas tecnologías, etc. son elementos que "no favorecen en el niño el desarrollo de la atención sostenida, la cultura del esfuerzo, la demora en la recompensa o el autocontrol". A esto se añade una mayor dificultad por parte de los padres de establecer normas y límites debido a la inversión de tiempo que requieren, elemento cada vez más escaso hoy en día.

El aumento alarmante del diagnóstico del TDAH ha dado lugar a una polarización de opiniones: de un lado, los defensores del TDAH como un trastorno de manera sólida y los negacionistas, con Marino Pérez como representante más destacado, que hablan de un "trastorno inventado". En mi opinión, parafraseando a Aristóteles, la virtud está en el término medio, es decir, que se estén diagnosticando más niños de la cuenta no implica que el TDAH no exista como tal, aunque todavía debemos construir instrumentos más fiables para evaluar este problema. Pero sobre todo lo que falta es cambiar el enfoque, y probar alternativas psicoterapéuticas antes de recurrir a la medicación. Probablemente muchos niños son "TDAH reactivos", es decir, su problema viene explicado por la interacción familiar, los estilos educativos recibidos, etc. Intervenir en el ámbito familiar no solo va a permitir que el problema evolucione favorablemente a largo plazo, también aportará tranquilidad a los padres al saber que lo que su hijo muestra no es necesariamente un trastorno.

Jonatan Molina es psicólogo por la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), licenciado con mención honorífica "Alumno 5 estrellas". Se especializó en psicología clínica infantil y actualmente combina su labor en la clínica con proyectos de investigación y formación a padres y centros educativos.