El trabajo realizado por un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) consistió en un método para analizar y comparar los compuestos que se absorben al fumar cigarrillos de tabaco y cigarrillos electrónicos. Los resultados se publicaron en la revista Journal of Chromatography A.

La técnica desarrollada por Joan Grimalt, investigador del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, y Esther Marco, del mismo centro de investigación, permite conocer los compuestos que permanecen en el organismo a partir de los análisis de aire exhalado de los voluntarios dentro de un dispositivo de recogida de aliento, que se muestrea posteriormente por absorción en unos cartuchos. Y estos cartuchos se analizan después por cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas.

En el caso del tabaco, en las muestras por exhalación de los voluntarios se retiene nicotina y compuestos derivados, 2,5-dimetilfurano, benceno, tolueno, xilenos, etilbenceno y estireno. Al mismo tiempo, el humo de tabaco introduce en el medio ambiente estos compuestos en concentraciones altas. Por su parte, en el análisis de las muestras con cigarrillos electrónicos, solo se detectó nicotina.

El trabajo ha analizado, además, el humo de uno y otro tipo de cigarrillos para conocer el impacto que pueden tener en los fumadores pasivos. “Se ha descrito que el tabaco puede provocar que el fumador pasivo desarrolle enfermedades como, por ejemplo, un cáncer de pulmón. La presencia de benceno en el humo de tabaco es coherente con estas observaciones”, apunta Grimalt. Y es que los compuestos dañinos del tabaco quedan en suspensión en el ambiente, algo que no ocurre en el caso de los cigarrillos electrónicos.