Uno de los dulces más tradicionales de Galicia es la Tarta de Santiago, un bizcocho con almendras que lleva dibujada la cruz de Santiago. Este producto cuenta con un sello de Indicación Geográfica Protegida que sólo se concede a tartas que fueron elaboradas en Galicia con almendra de primera calidad (33%), azúcar (33%) y huevos (25%). Este sello avala la calidad del producto y premia a una receta tradicional gallega que ha pervivido por siglos.

Galicia también es rosquilleira y en toda ella se saben hacer bizcochos, que vienen rotundos y bien bañados a la mesa los días de fiesta.

La filloas fueron parte de la alimentación propiamente dicha y obra casi cotidiana en la cocina, pero ahora han pasado a postre, ya de leche, ya de caldo de lacón, ya de sangre. Se comen con miel, con azúcar o se rellenan de natillas o crema pastelera. Para muchos paladares exigentes, las filloas gallegas son superiores y diferentes a los crêpes de Bretaña y a las sofisticadas crêpes Suzette de los restaurantes.

Producido en Galicia, también es el conocido marrón glacé, castañas con azúcar, glucosa y vainilla, un postre de calidad superior.

El gallego hace postres relacionados con diferentes fiestas a lo largo del año. En este sentido, destacan las orejas y flores de Carnaval, o el roscón, que pese a cocinarse todo el año, se suele consumir en Reyes.

La tradición chocolatera en Galicia hizo que en épocas no demasiado lejanas, prácticamente en cada pueblo de nuestra comunidad había una fábrica de chocolate, un alimento fácil de manejar, que perduraba en el tiempo y muy nutritivo que era considerado más que un postre o una golosina.

Pero los tiempos cambian, y con ellos las formas de comer, y hoy en día, las fábricas de chocolate gallegas se cuentan con los dedos de una mano.

Aún así, se trata de un sector en constante innovación, que no por ello deja de lado las fórmulas tradicionales que han funcionado durante más de un siglo.