El modelo de Atención Integral Centrada en la Persona (AICP), que se está implantando en algunos geriátricos, pone al usuario en el centro de atención y escapa de imponerle rutinas dejando que sea él quién decida cómo quiere ser atendido. "Los residentes son personas que han tenido una vida anterior a su llegada al centro residencial y por ello es importante su historia de vida (a qué se dedicaron, cuáles son sus preocupaciones, aficiones,..) para saber qué valores o actividades son significativos para ellos", explica Óscar Neira, director gerente de una residencia de personas mayores de Nigrán que basa su servicio en este modelo asistencial.

Este método, muy común en países del norte de Europa, proviene de la psicología humanística de Carls Rogers y "pretende poner en valor a la persona, que la atención no se centre en el servicio sino en quien lo recibe, en cuáles son sus valores, preferencias y deseos", resume Miguel Álvarez Vázquez, presidente de la Sociedad Gallega de Geriatría y Gerontología y médico en este centro del Val Miñor.

Personalización en el trato y el servicio son pilares fundamentales de este modelo de atención, que busca un entorno social positivo que tenga sentido para el residente, tal y como afirma Óscar Neira.

"Escapamos de hacer las cosas 'por su bien' y tenemos en cuenta lo que quiere la persona mayor; por ejemplo si una persona hipertensa no quiere la dieta sin sal, ella decide si la sigue o no; nosotros le informamos de los riesgos y beneficios pero no imponemos; tenemos que entender que si esa persona en toda su vida ha comido de esa manera, es poco probable que a los 87 años (edad media de los residentes en geriátricos) se le colapsen las arterias", explica Miguel Álvarez.

Según este geriatra, la primer pregunta que hay que hacerle a un residente es ¿cómo quiere que le atienda? y alrededor de eso elaborar entornos ecológicos que sean lo más parecidos a sus entornos domésticos.

La implantación de este modelo afecta, por supuesto, al diseño de espacios, que deben de ser pequeños, en los que los residentes puedan interactuar sin sentirse como en un hospital. "Escapamos de platos y vasos con diseños de residencia porque suponen un choque para alguien acostumbrado a ver su menaje en la estantería de su casa; procuramos que la persona mayor participe en las tareas domésticas, como pelar patatas o cocinar: en un viaje a Finlandia para conocer este modelo, vi que los propios residentes iban a la compra e incluso una mujer con una demencia avanzada freía sus patatas (no hay peligro porque es una labor ya fijada en su mente)", comenta el geriatra y gerontólogo que durante años fue director de la residencia asistida del Meixoeiro.

El modelo housing, que lleva a cabo el centro residencial de Nigrán que dirige Óscar Neira, permite a los residentes que lleven sus muebles y elementos decorativos para que se encuentre en un entorno cómodo que pasará a sentir como su hogar. También se debe garantizar que la persona dispone no solo de zonas comunes, sino de áreas privadas donde poder disfrutar de su intimidad.

EL AICP persigue mantener la máxima independencia funcional, estimulando al residente a que realice el máximo número de actividades por sí misma, promoviendo su autonomía moral y capacidad de decisión.

Miguel Vázquez continua explicando este modelo: "El personal no va uniformado (el uniforme otorga autoridad), cambiamos las palabras atención y cuidado por apoyo; parece algo sutil pero las dos primeras generan dependencia y la tercera no; también modificamos la forma en qué hablamos a los residentes, huyendo de paternalismos que dañan su autoestima".

El traslado de este paradigma a una residencia requiere un cambio de fondo tanto en cuidadores como en las familias de los residentes, todo ello teniendo como objetivo la búsqueda de la felicidad o bienestar psicoemocional de la persona mayor. "El personal que trabaja con este modelo es más feliz porque vemos a las personas que ayudamos más felices; somos personas y aunque existe despersonalización en el sector, también tenemos emociones y si tu trabajo consigue hacer más feliz al que está a tu alrededor, te sientes mejor", destaca Vázquez.

Por otra parte, los familiares de la persona mayor también desempeñan un papel fundamental en este modelo. "Hay que sentarlos a la mesa literalmente, hacer que el familiar que normalmente se encarga del mayor forme parte del equipo, del mismo modo que lo es el psicólogo o el geriatra, y que entienda que para que su familiar sea feliz tiene que sentirse bien en la residencia", explica el presidente de la Sociedad Gallega de Gerontología.

La implantación de este sistema requiere una mayor formación y recursos, que Miguel Vázquez calcula en un 7% más de lo que costaría una plaza en una residencia con un modelo tradicional. "Se trata de ser feliz; compensa".