Como cualquier etapa de la vida, la tercera edad debería poder disfrutarse plenamente. Porque aunque el paso a la senectud suele acarrerar una merma, en mayor o menor grado, de las capacidades motoras y cognitivas, envejecer no significa dejar de ser válido.

Para vivir durante estos años de forma tranquila y gozando de la mayor calidad de vida posible, la asistencia a domicilio es una de las alternativas más óptimas: se permanece en el propio hogar, sin desprenderse de los recuerdos de toda una vida y manteniendo la independencia y los hábitos diarios, y al mismo tiempo se asegura un entorno seguro y controlado.

“La falta de tiempo o la falta de espacio son, en muchas ocasiones, las excusas que se esgrimen para enviar a nuestros mayores a una residencia. Ellos nos dieron una lección de generosidad cuando lo necesitamos, sin cerrarnos la puerta en las narices y compartiendo siempre lo que tenían. Eso debería hacernos reflexionar”, afirma María del Carmen González, directora de una empresa especializada en atención integrada al paciente mayor.

“Nuestro principal objetivo es ofrecer una atención personalizada y de calidad, planificando todos los cuidados siempre a la medida de las necesidades de cada persona y conseguir así que se sientan confiados, seguros y satisfechos”, explica. Para ello, a lo largo de sus veinte años de trayectoria, han contado siempre con la opinión de los mayores.

También con la de los cuidadores. “En nuestra empresa, cualquier acción cuenta con un órgano de participación en el que intervienen profesionales de todos los niveles, cada uno de ellos aportando sus conocimientos, independientemente de su categoría. De esta forma, no dejamos puntos débiles para la ejecución posterior. Mi experiencia a lo largo de los años es magnífica, ya que uno de los elementos más motivadores para el profesional es sentirse escuchado”, señala.

Los cuidadores

Un buen cuidador garantiza un buen cuidado al mayor. Asumir este rol conlleva una serie de funciones. “Debe responsabilizarse de aspectos de la vida de la persona dependiente como la alimentación, la higiene, la seguridad personal o el mantenimiento, incluso, de los lazos afectivos. Pero, al mismo tiempo, ha de saber gestionar la sobrecarga física y emocional que conlleva el cuidado a largo plazo”, afirma González.

Desde la empresa que dirige, hacen especial hincapié en cuidar al cuidador “para que pueda cuidar al mayor”. “Es necesario evitar la sobrecarga y aprender a escuchar el cuerpo, pidiendo ayuda a tiempo siempre que se necesite, ya que hay que estar muy bien, tanto física como psicológicamente, sobre todo, para desempeñar este rol”, afirma.

Otro aspecto básico es la formación. “Siempre digo que el cuidador es una persona muy especial, pero también ha de estar informado continuamente sobre temas nutricionales, médicos, etc. y en ello tiene un papel fundamental la empresa”, señala González.

Dependiendo de las necesidades del mayor y su familia, la asistencia puede limitarse a dos horas o incrementarse progresivamente hasta las 24 horas del día. El amplio abanico de cuidados cubre necesidades básicas como el aseo completo, una alimentación saludable y equilibrada, los cuidados sanitarios necesarios o incluso servicios de peluquería, manicura y pedicura.

Estas labores se pueden complementar con masajes, reflexología podal, ejercicios rehabilitadores o fisioterapia elemental, entre otros. Y en el ámbito puramente sanitario, los cuidadores acompañan al mayor al médico o acuden a solicitar las recetas en caso de que no pueda salir de casa ese día, encargándose de coordinar con el profesional sanitario la medicación.

El mantenimiento de la actividad física en la medida de las posibilidades de cada persona es otro de los aspectos en los que incide la asistencia a domicilio, al igual que la promoción de las relaciones sociales a través de salidas diarias y diálogo. Cuestiones tan simples como salir de la vivienda al menos una hora al día para dar un paseo, entablar conversación o percibir el cariño de su asistente, son muy beneficiosas para los mayores.

Esta idea de servicio integral implica dotarse de la flexibilidad necesaria para hacer evolucionar los servicios de acuerdo con la evolución de los usuarios, y de esta forma ser capaces de seguir adecuadamente los cambios que se produzcan en su estado y necesidad.