A sus 67 años de edad y 51 dedicado al oficio, Gerardo Alonso es el único relojero capaz de reparar piezas antiguas que ejerce en la ciudad de Vigo. Como si de un apasionado cirujano se tratara, este paciente profesional enamorado de su trabajo, sigue apasionándose cada vez que devuelve la vida a uno de sus pacientes cuando tras horas de trabajo vuelve a oír el tic tac del latir del mecanismo.

Personas de mediana edad y mayores conforman el grueso de su clientela, que acude a su establecimiento a arreglar todo tipo de piezas, de pulsera, bolsillo, de sobremesa o de pared , de diferentes estilos y épocas.

Casi siempre hay arreglo, aunque a veces depende de la calidad del reloj o de que el cliente pueda permitirse afrontar el presupuesto, algo que no siempre depende del valor económico de la pieza, sino del incalculable precio sentimental. Cuando el propietario accede en los casos más difíciles, Gerardo rebusca entre su almacén y siempre encuentra esa pieza que le hace falta o emplea su torno para elaborarla. Y si no es solo el mecanismo lo que está dañado, se rodea de un equipo de restauradores para trabajar en equipo.

Los problemas más habituales con los que acuden a su “consulta” son de mantenimiento y suciedad, con lo que el tratamiento consiste en un buen engrase y una limpieza a fondo. En piezas de pulsera, es muy común la rotura de ruedas y las averías causadas por el agua. También repara relojes de pila, pero es demasiado sencillo para levantar su interés.

Entre sus pacientes especiales, recuerda un modelo de inglés de 1590 de una sola aguja, un reloj de colgar, de pesas, muy rústico, hecho a mano. Lo trató cuando estaba muerto y tras resucitarlo le hace revisiones periódicas. Otra de sus debilidades es el reloj del Instituto de Santa Irene, obra del maestro gallego Evangelino Taboada, uno de los mejores de torre existentes en Galicia, según indica Alonso. Lo reparó hace 20 años y lo ha mantenido hasta que prescindieron de sus servicios. “Lo visito antes de fin de año para que dé bien las campanadas, lo mimo, le hablo y le adapto el carrillón para amplificar el sonido de las campanadas”, explica Alonso, quien dice sentir tristeza por el estado de abandono de esta singular piezaya moribunda “Necesita un relojero ya”, dice.

Otra de sus preocupaciones es la falta de relevo generacional en su oficio debido en gran parte a la ausencia de formación en Galicia.