Un gran número de edificaciones colectivas disponen de una sala de calderas donde se alojan los equipos que permiten suministrar a los residentes el agua caliente sanitaria (ACS) y la calefacción: calderas, quemadores, bombas, válvulas, colectores, chimeneas, depósitos y sistemas de regulación y seguridad.

El funcionamiento de una sala de calderas queda regulado por el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE), que tiene su soporte legal en el Real Decreto 1027/2007 y sus posteriores revisiones, donde se hace una diferencia respecto al tipo de caldera en función de su potencia, estableciendo los 70 kW de potencia térmica nominal como barrera para establecer determinados requisitos que nos afectan tanto como usuarios de los servicios de ACS y calefacción como propietarios de salas de calderas.

“Un mal mantenimiento de las instalaciones y los equipos de las salas de calderas afecta a su eficiencia energética. Esto repercute en los costes, además de ser motivo de molestias por malos olores o ruidos y lo que es más preocupante, suponer un riesgo por accidentes o siniestros”, afirman los portavoces de la asociacióin Foncalor, que a continuación relatan algunos de los errores más frecuentes en el cuidado de este tipo de instalaciones.

La sala de calderas

Por lo que respecta al espacio destinado como sala de calderas, son múltiples las anécdotas que cualquier mantenedor puede contar sobre lo que se ha encontrado en algunas de ellas, desde los elementos de la limpieza comunitaria hasta ropa puesta a secar, cajas de botellas, restos de materiales de obras y un largo etcétera.

Se convierten así en una suerte de cuarto trastero cuando deberñuab ser de dedicación exclusiva para alojar los equipos destinados a la producción de ACS y calefacción y los elementos de apoyo necesarios. Además, su acceso está restringido al titular o su representante en el caso de comunidades de vecinos y al mantenedor de la caldera.

En este sentido, cualquier intervención en una caldera de potencia superior a 70 kW deberá contar con el conocimiento y autorización del mantenedor, con el que la propiedad tendrá establecido un contrato de mantenimiento. “Nadie, excepto el mantenedor, manipulará los elementos instalados y controles de servicio, siendo obligación de la propiedad en tener las instalaciones debidamente cuidadas y conservadas en su estructura de obra: paredes, pavimentos, iluminación, accesos, etc.”, explican.

Responsabilidad

La responsabilidad del mantenimiento recae en el propietario de la instalación y los titulares o usuarios deben requerir a un mantenedor legalmente habilitado para que realice las operaciones de mantenimiento recogidas en Reglamento de Instalaciones Térmicas en Edificios (RITE).

Los usuarios de instalaciones individuales de calderas de gas o gasóleo, cuya potencia térmica suele ser inferior a 70 kW, no tienen obligación de suscribir contrato alguno y simplemente deberán llamar a un mantenedor habilitado, quien, una vez realizado el mantenimiento, extenderá un certificado sobre un modelo oficial normalizado.

Los usuarios de instalaciones de potencia térmica superior a 70 kW, por lo general instalaciones colectivas en edificios de viviendas o instalaciones en locales de pública concurrencia, tendrán la obligación de suscribir un contrato de mantenimiento con una empresa mantenedora habilitada, que será responsable del seguimiento del programa anual y de la documentación necesaria.

Cómo elegir la empresa

El precio no puede ser el único requisito a la hora de contratar una empresa de mantenimiento. Lo primero que tiene que tener en cuenta el titular es que la compañía se encuentre habilitada para dichas labores de mantenimiento, lo que se puede comprobar en los registros de la Consellería de Economía, Emprego e Industria. “En Foncalor se puede obtener de forma rápida y sencilla esta información, ya que, como asociación de instaladoras y mantenedoras de la provincia de Pontevedra, es la agrupación de referencia del sector”, apuntan.

La empresa mantenedora seleccionada deberá realizar los trabajos de mantenimiento en función de lo estipulado en el RITE y conforme a la potencia útil nominal de la caldera, emitiendo los correspondientes registros de trabajo que le permiten al titular conocer cuál es el estado de la caldera y las medidas correctivas si fuesen necesarias.

Correcto mantenimiento

Mantener la instalación de calefacción es obligatorio y la omisión de esta obligación puede suponer multas de acuerdo con la ley. Al margen de que el mantenimiento sea una obligación, es también una necesidad. Casi a diario nos encontramos en la prensa siniestros con víctimas provocados por incendios, fugas de combustible o intoxicaciones por monóxido de carbono resultado de la mala combustión de una caldera. Estos accidentes son en la mayor parte de los casos evitables si se realiza un correcto mantenimiento.

“El mantenimiento no supone un gasto para el usuario, ya que mejora de manera importante el rendimiento energético de la caldera, redundando en un elevado ahorro de combustible y una reducción de las emisiones”, explican desde Foncalor.

Con carácter inmediato, esto supone un ahorro tangible en la factura energética. Además, mantener la instalación de calefacción supone prolongar su tiempo de vida y garantizar su disponibilidad, evitando las incomodidades provocadas por averías que se podían haber prevenido y retrasando la necesidad de realizar el desembolso por una nueva instalación.