Derecho al aborto

¿Por qué a los reaccionarios les da siempre por lo mismo: controlar el cuerpo de las mujeres?

Enésimo intento de la ultraderecha de limitar el derecho al aborto, esta vez en Castilla y León

El líder de Vox, Santiago Abascal, junto al vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo.

El líder de Vox, Santiago Abascal, junto al vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo. / EFE

Violeta Molina Gallardo

Cuando los movimientos reaccionarios toman fuerza y tocan el poder, una de las primeras cosas que hacen es intentar erosionar el derecho al aborto. Se ha visto en Hungría, se ha visto en Estados Unidos y se acaba de ver, una vez más, con la intentona de Vox en Castilla y León. ¿Por qué esta obsesión por controlar el cuerpo de las mujeres? ¿A qué responde esta fijación por limitar la autonomía de la población femenina?

Los derechos sexuales y reproductivos son una conquista ampliamente peleada por el movimiento feminista de los años 70 y 80 del siglo pasado. Desde entonces, han surgido de forma periódica amenazas a los avances cosechados en anticoncepción, aborto y maternidades libremente decididas. En España, sin ir más lejos, destaca el intento fallido de Alberto Ruiz Gallardón de acabar con la ley de plazos, una jugada que le costó costar el cargo de ministro de Justicia. En 2014, una multitud de mujeres recorrió España para plantarse ante este retroceso: aquella movilización pasó a la historia con el nombre de "tren de la libertad".

En 2023, la sociedad española respalda ampliamente el derecho al aborto. El Parlamento ultima una reforma legal para garantizar una mejor cobertura del servicio en la sanidad pública y para devolver a las menores de 16 y 17 años la plena autonomía para decidir la interrupción del embarazo. En ese contexto, el partido de ultraderecha que forma parte del gobierno de Castilla y León anuncia a bombo y platillo medidas para disuadir a las mujeres que quieran abortar, como que tengan que escuchar los latidos del feto o recibir atención psicológica.

El anuncio genera una gran reacción en la sociedad española y abre una crisis política (especialmente dentro del PP) e institucional. Al final, según el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, esas medidas no se pondrán en marcha. La respuesta social logra frenar una vez más los intentos de los reaccionarios de limitar la autonomía de las mujeres sobre sus propios cuerpos, pero esta repetición de la historia recuerda que los derechos de las mujeres están siempre en cuestión.

"No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida", escribió la filósofa Simone de Beauvoir.

El cuento de nunca acabar

¿Pero por qué una y otra vez a los reaccionarios —llámense ahora extremistas religiosos, supremacistas, ultraderechistas, populistas o trumpistas— les da siempre por lo mismo?

"El orden patriarcal siempre ha tenido como eje esencial para su continuidad el mantener controlado y sometido el cuerpo de las mujeres y con él todas sus capacidades, sus habilidades y hasta los trabajos que se derivan de esas capacidades. Como dicen las teóricas del feminismo, el patriarcado se ha inscrito en el cuerpo de las mujeres y los hombres hemos ido diseñando estrategias para, como mínimo, tener esa percepción de control sobre las mujeres a las que hemos devaluado y considerado inferiores. Estrategias económicas e incluso sexuales para mantener a las mujeres en el sometimiento", explica a El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, el catedrático de Derecho Constitucional e investigador especializado en igualdad de género Octavio Salazar.

El experto señala que a través de la historia del derecho "se ha visto clarísimamente que el cuerpo de la mujer se ha percibido no como un espacio de libertad para ella, sino uno controlado por los poderes". La capacidad reproductiva de las mujeres ha sido un elemento clave para tenerlas controladas. "En el momento en que pueden controlar su maternidad, decidir si son o no son madres o incluso abortar, eso desmonta el edificio del patriarcado", sostiene.

La exdirectora del Instituto de la Mujer e investigadora feminista Beatriz Gimeno subraya, en conversación con este periódico, que la desigualdad patriarcal es "el modelo de toda desigualdad" y pretende que las mujeres sólo puedan estar en determinados espacios, física y simbólicamente, y los hombres ocupen otros.

"En realidad, el aborto en sí no les importa tanto, se ha abortado siempre y saben que se va a seguir abortando, les importa el marco político y discursivo, establecer un marco de desigualdad en el que las mujeres tengan miedo, en el que sean los hombres los que deciden sobre el cuerpo de las mujeres", precisa Gimeno.

Llama la atención la investigadora sobre la unión del sistema patriarcal con el capitalista, que hace que los trabajos de cuidados los hagan gratuitamente las mujeres-madres: "Es importante entender que el trabajo gratuito que hacen las mujeres es imprescindible para el mantenimiento de esta sociedad, pero como las mujeres exigen igualdad y no lo quieren hacer, exigen servicios públicos y eso va en contra del sistema neoliberal", apunta Gimeno.

Salazar incide en que históricamente se ha pensado en el cuerpo de las mujeres "desde el sometimiento y el silencio", un cuerpo sobre el que ellas no pueden decidir (especialmente sobre la sexualidad y la reproducción, herramientas esenciales del control masculino), sino que deciden los hombres o el estado.

Así pues, "cualquier atisbo de conquista de libertad, autonomía, autodeterminación de las mujeres sobre sus propios cuerpo, su realidad biológica o sus necesidades, el patriarcado lo ve como una amenaza".

En el modelo patriarcal, continúa el experto, uno de los órdenes fundamentales es que las mujeres tenían una función reproductora y los hombres se encargaban de producir en lo político y en lo económico.

Con el avance de derechos y libertades, añade el catedrático, a muchos hombres les da miedo ver la autonomía de las mujeres porque "efectivamente se les escapa de sus manos y de su control".

La cuarta ola feminista y la extrema derecha "desacomplejada"

Tanto Gimeno como Salazar coinciden en que el debate sobre el derecho al aborto está más que superado en la sociedad española. También en ella, la cuarta ola feminista ha prendido con fuerza, pero al mismo tiempo, la fortaleza de la lucha de las mujeres a nivel global está siendo contestada con fiereza por los extremismos y los populismos.

"Ha aparecido una extrema derecha desacomplejada, lo que hemos llamado trumpismo a raíz de Trump, que necesita imponer un determinado modelo de sociedad. Cuando Gallardón intentó cambiar la ley del aborto, no era tanto por esta cuestión, sino por la presión de grupos ultracatólicos que estaban más solos", asevera Gimeno.

La polvareda causada por Vox en Castilla y León por intentar achantar la voluntad de las mujeres que quieren ver garantizado su derecho a interrumpir el embarazo, opina Salazar, ha tratado de reabrir el debate, utilizar los derechos de las mujeres "en un debate político sucio" y generar confusión en la opinión pública, si bien cree que "va a tener un recorrido muy limitado".

Aunque reconoce que la extrema derecha "está presionando de una manera muy peligrosa", la exdirectora del Instituto de la Mujer pone el foco en la fortaleza del feminismo y afirma que esa presión de los reaccionarios ha llevado a que las mujeres estén más atentas, activas y vigilantes y a que la sociedad en su conjunto plante batalla.