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Vocabulario político

Los 7 síntomas de la 'realpolitik' en Cataluña

El Govern se ancla en el principio de realidad desde la llegada de los republicanos a la presidencia de la Generalitat

Pere Aragonès.

La 'realpolitik' se ha colado en el Palau de la Generalitat desplazando el idealismo que marcó el 'procés' independentista desde 2012 y que encadenó la resaca del otoño de 2017. Un rastreo a los movimientos de los tres partidos independentistas durante estos últimos meses permite dar con los síntomas de este giro de guion.

Mesa de diálogo

La visión idealista del conflicto entre el Estado y la Generalitat podría resumirse en que Cataluña, como nación que es, tiene el derecho al libre ejercicio de la autodeterminación. Incluso, los más puristas de los puristas, aseveran que ya se ejerció, el 1 de octubre de 2017, y lo que cabe es “implementar” ese mandato. ERC, convertida al pragmatismo el 30 de enero de 2018, con la no investidura de Carles Puigdemont, llegó a la conclusión que la única opción de que la comunidad internacional pueda reconocer una eventual independencia catalana es que se logre por la vía pactada con el Estado. Y ahí no hay elucubraciones sobre ‘qué haría la comunidad internacional’, sino la certeza, el hecho, de que tras el 1-O no hubo un solo reconocimiento. Hubo, en el bando catalán, un momento de interregno causado por el hecho de que fuera un partido, y no el Govern, el que arrancara del PSOE ese foro de diálogo. Una mesa que el propio Quim Torra, ‘president’ idealista, despreció antes, durante y después de acudir a la Moncloa para la primera reunión y que ahora está en 'stand by'.

Referéndum

En cuanto al dilema si pactado o no, las dos visiones, idealista y pragmática, quedan explicadas en el punto anterior. Ahora bien, el propio concepto de referéndum merece un análisis por cuanto el pragmatismo y el idealismo no chocan aquí dentro del sector catalán, sino entre el independentismo y el Estado. El Govern señala, datos en mano, que las opciones pro-referéndum suman casi un 60% del voto en el Parlament y que, en todas las encuestas, se mueve entre ese 60% y el 80%. El idealismo aquí corresponde al Gobierno y se refiere, lógicamente, al ‘constructo’ de la unidad nacional, algo que no puede ponerse en peligro. La ‘coartada’, y la fuerza, es que toda la legalidad está construida sobre ese ideal casi mágico. Es por ello que el independentismo ha pedido varias veces al Estado que se acoja al principio de realidad, porque cerrando muy fuerte los ojos ni van a desaparecer el 45-50% de independentistas ni el independentismo.

Inmersión lingüística

La sentencia del TSJC que fija un mínimo del 25% de las horas lectivas en castellano no ha hecho más que bajar lo idílico a lo terrenal. El Govern retiró el informe Bargalló que ya en 2018 apostaba por una flexibilización de la inmersión lingüística y cedió a las duras críticas de sectores independentistas que entendían aquel plan como una forma de finiquitar el modelo. Con el fallo en firme, ya en 2022, los socios en el Govern cosieron un pacto en el Parlament junto al PSC y los 'comuns' para acabar con los porcentajes y adaptarse a la realidad sociolingüística. Las críticas, las mismas que cuatro años atrás, hicieron que la posconvegrencia 'congelara' su firma. El secretario de Política Lingüística, el republicano Francesc Xavier Vila, dio la cara en pleno terremoto y dijo, sin tapujos, que la inmersión "se ha malinterpretado" porque "no es enseñanza en catalán en todas partes" y que hablar de lengua vehicular lleva a confusiones, ya que "las lenguas que usamos para el aprendizaje son más de una". Aragonès se aferró al realismo: "El catalán no puede ser lengua de parte. No puede ser la lengua de los independentistas, porque hay catalanes que no son independentistas".

Bloques

El idealismo de hace un lustro forjó a fuego sendas alianzas que pueden resumirse en un Cataluña contra España. El cambio de óptica de los republicanos ya produjo un cambio de viento en los presupuestos de la Generalitat para 2020, los de la pandemia. Aragonès, entonces vicepresidente y ‘conseller’ de Economia, los sacó adelante con los ‘comuns’. La excepcionalidad del momento, la pandemia, arrojó alguna duda sobre si era una señal de un cambio de fondo. Las cuentas del 2022, ya con el propio Aragonès como ‘president’ despejó estas dudas. Los bloques se rompieron, lógicamente, por la frontera, por los ‘comuns’, que no es una formación independentista, pero que tampoco cabe adscribir a la defensa de la unidad de España. El siguiente eslabón y seguramente el último que cabe esperar, fueron los pactos del independentismo con el PSC. Empezó Junts, en el 2019 en la Diputación de Barcelona, algo que los sectores idealistas de los posconvergentes aún lamentan y, en los últimos meses se ha expandido a pactos de segundo nivel, al lado de unos presupuestos, como la renovación de los cargos de los organismos que dependen de la Generalitat y sobre la política lingüística.

Laura Borràs

La causa judicial de Laura Borràs pone contra las cuerdas a ERC y CUP en el Parlament. El ‘caso Juvillà’ supuso un baño de realidad para la presidenta de la Cámara catalana porque, pese a su tono desobediente, terminó abrazando el realismo y cumpliendo con la retirada del escaño al cupero. El próximo episodio es el suyo, ya que el reglamento fija que debe ser suspendida cuando llegue a juicio, pero los republicanos y los anticapitalistas evitan situarse en el centro de la diana y ser acusados de dejar caer a Borràs. Una rápida evaluación de costes y beneficios les empuja a no ser ellos los que aparten a la presidenta y, en todo caso, que sea una sentencia judicial la que la inhabilite y luego se limiten a cumplirla. Así, son proclives a idear una fórmula que permita sostener a Borràs y que, a la vez, pueda aguantar su discurso de tolerancia cero contra la corrupción. Y, de paso, que Junts no tenga hecha la campaña electoral defiendo el independentismo ‘puro’ frente al que pone a compañeros de filas en la picota. 

Juegos Olímpicos y Copa América

La posible candidatura catalana a los Juegos Olímpicos llegó a la mesa del ‘president’ como una idea de hacía 10 años, una huida adelante de Jordi Hereu y el PSC, que se precipitaban al fin de su imperio municipal. Pero el tejido económico y empresarial del Pirineo no veía con malos ojos un impulso de ese tipo. Unas zonas donde ERC aún puede crecer a costa de Junts. Y Aragonès fue modulando. De prometer una consulta para dejar en manos del territorio qué hacer con los JJOO, a sacar a Barcelona de la ecuación, para evitar un ‘no’ arrollador y apoyar el proyecto. Y en cuanto a la relación con España, lo mismo. Cataluña no puede organizar ella sola todas las pruebas. Tan cierto como que, para España, y para el propio COIBarcelona es una carta mucho más ganadora que Zaragoza. El pragmatismo cerró el acuerdo, a pesar del muy idealista Javier Lambán, siempre pendiente de igualarse con el vecino catalán. La opción de la Copa América de vela ya llegó con la ‘realpolitik’ asentada en el Govern, así que no hubo dudas. Tampoco por parte de Ada Colau aunque no sean, precisamente, la Olimpiadas Populares de 1936.

TV-3 y Catalunya Ràdio

Los medios de comunicación públicos son campo de batalla recurrente en todas partes. Pero en los cinco años del ‘procès’ ‘hard’, la cosa fue mucho más allá. Ya no era una cuestión enfoque partidista de la realidad, sino de marco mental, totalmente opuesto entre independentistas y el resto. Choque de idealismos, entente imposible, por tanto. Como la entente era imposible, los cargos de la CCMA quedaron sin renovar, saltándose así el turno que le tocaba a ERC, en virtud de los resultados de las elecciones del 21-D del 2017. La sensación, datos de audiencia en mano, de que TV-3 y Catalunya Ràdio se iban quedando apegadas, al mero público independentista hizo activarse a los independentistas pragmáticos. Cuanto más cuando, tras el 14-F de 2021 se produjo un casi empate técnico entre PSC, ERC y Junts que obligó a los tres partidos a entenderse y a pactar los nombres elegidos para ocupar cada uno de los cargos caducados.

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