Laura Borràs busca simbolizar que no corre la misma suerte que su predecesor, Roger Torrent, al acabar acatando la orden de la Junta Electoral Central (JEC) que arrebata el escaño a un diputado antes de que su sentencia a inhabilitación por desobediencia sea firme. Pero al igual que el entonces ‘president’, Quim Torra, el 'cupero' y secretario tercera de la Mesa, Pau Juvillà, tiene su cese confirmado por la vía administrativa, aunque el Tribunal Supremo no haya convertido el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) en firme ni se haya pronunciado sobre la petición de medidas cautelares. Y, en el mientras tanto, abundan las maniobras de gesticulación política que chocan con el cuerpo funcionarial del Parlament, que no desobedecerá y que da por perdida el acta del ‘cupaire’ al tener las credenciales de la nueva parlamentaria por Lleida en su posesión.

La presidenta de la Cámara catalana tiene hasta el viernes para informar a la JEC de las medidas que haya tomado en cumplimiento de su dictamen. Una resolución que ya dejaba a Juvillà sin funciones desde el 20 de enero y que el órgano administrativo ratificó el 27 de enero. El 'cupero' cobró la nómina del mes pasado entera, pero los servicios jurídicos le comunicaron verbalmente, tanto a él como a su asesora Maria Sirvent, que este mes ya no quedaban sujetos a la retribución del Parlament, aunque fuentes oficiales de la Cámara lo niegan. De lo contrario, la Cámara podría incurrir en un delito de malversación. 

Recelos en la Mesa

Pero, pese a todo esto, Borràs se plantó en la reunión de la Mesa con la propuesta de “suspender toda la actividad parlamentaria” hasta aclarar qué formulas se podían activar en defensa del escaño de Juvillà. Una Mesa a la que el afectado no acudió impedido por un problema de salud que le mantendrá alejado de sus funciones –la CUP prevé relevarlo en el órgano parlamentario, sin renunciar a su acta- que se convirtió en un choque a varias bandas: por un lado, el PSC alertando de que no podía decretar el cierre; de otro, ERC (y la CUP, desde los pasillos) pidiendo que este “acto de protesta” se acotara a no más de 24 o 48 horas; y, por último, los letrados, que advirtieron a Borràs de la falta de amparo en el reglamento para llevar a cabo sus intenciones y de las posibles consecuencias judiciales. El embrollo terminó con un escueto acuerdo en el que se “proponía” frenar la cotidianidad del Parlament, instando a los grupos a que desconvocaran las comisiones previstas en la agenda hasta el jueves, cuando se prevé la cita de la comisión del estatuto de los diputados para que el independentismo avale un nuevo dictamen en defensa de Juvillà para plantar cara a la JEC. Una comisión, a su vez, que cambia de manos dentro de Junts y pasa de David Saldoni a Jaume Alonso-Cuevillas

El acta de Juvillà

Borràs entonó una declaración junto a otros miembros de la Mesa y la diputada Dolors Sabater en la que cargó contra las injerencias de la JEC. Pese a que la voluntad era una fotografía conjunta, el relato en los pasillos distaba mucho de esto porque ERC ve cómo Borràs constata que su margen de maniobra es corto y da por hecho que acabará actuando como Torrent y la CUP libra un pulso paralelo con la presidenta, porque deja en sus manos la decisión de despojar de su acta a Juvillà, ya que este no piensa renunciar. Cara a la galería, digan lo que digan los letrados, los funcionarios y la oposición, sí defienden que el cupero sigue siendo diputado, aunque le sustituirán próximamente en la Mesa por su problema de salud. Esto también aparca, al menos unos días, otro conflicto: que si Juvillà vota o firma documentación, esta pueda ser impugnada. Y a esto achacan el hecho que de, según varias fuentes, la Mesa de este martes se celebrara sin él y no se pasara al miércoles como había solicitado la CUP. Está por ver qué sucederá cuando Juvillà reclame la delegación de su voto por enfermedad o reclame acogerse a una posible baja médica.

Los socialistas exigen que se cumpla con lo que dice la JEC. Tanto ellos como el resto del arco parlamentario no independentista, se desmarcó de la pretendida parálisis del Parlament, una maniobra que achacaron al marco del simbolismo.