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Crisis migratoria

España tiene más de 1.000 casos abiertos de migrantes desaparecidos en el mar

La falta de un organismo público que centralice las búsquedas y la limitación de medios lastran la identificación de los náufragos: de los 1.255 fallecidos este año en aguas españolas, la cifra más alta desde 1997, solo se han recuperado 355 cuerpos

El cuerpo de un migrante fallecido en un naufragio en el mar yace en una playa de Fuerteventura.

El 17 de octubre naufragó una patera con más de una docena de personas a bordo en las costas de Almería. Había zarpado la víspera de Orán (Argelia), cuando una avería en el motor dejó la embarcación a la deriva. Solo hubo dos supervivientes, rescatados en helicóptero por Salvamento Marítimo. Dos días antes se había repetido la escena en el litoral de Cádiz. Un buque mercante informó de una embarcación parcialmente hundida a 37 millas del cabo de Trafalgar. Las patrulleras de salvamento recuperaron a dos hombres que aguantaban agarrados al casco y a una tercera mujer que se mantenía a flote sobre el mar. También encontraron cuatro cadáveres y los testimonios de unos supervivientes que informaron de otros 21 desparecidos.

Ambos relatos proceden de la prensa local, donde se narra todas las semanas el drama a cámara lenta que se vive en las rutas marítimas migratorias hasta las costas españolas. Centenares de personas se ahogan o desaparecen cada año en esas travesías por el Mediterráneo o la ruta atlántica hasta Canarias. Para los náufragos es el final de un sueño; para sus familias, el principio de un largo calvario para recuperar sus restos. "Es importante ponerle nombre a estas personas y permitir que sus familias sepan lo que ha pasado. No hay nada peor que no saber dónde está tu ser querido", dice María Ángeles Colsa, directora del Centro Internacional para la Identificación de Migrantes Desaparecidos (CIPIMD), con sede en Málaga. "Como mínimo, hay que decirles si ha muerto para que puedan comenzar el duelo. Y luego tratar de repatriar el cuerpo para enterrarlo en el país de origen".

Todo es más difícil de lo que parece porque los migrantes raramente viajan con identificación. Y las cifras así lo atestiguan. Más de un millar de personas desaparecidas o fallecidas en los últimos años en las rutas marítimas esperan a ser identificadas en España. El dato no sale de los ministerios de Interior o Justicia, que carecen de una base de datos centralizada sobre los migrantes desaparecidos, sino de Cruz Roja Española y el CIPIMD, dos de las pocas organizaciones civiles que ejercen de intermediarias entre las familias que buscan a los suyos y las autoridades que tratan de identificar formalmente los cuerpos recuperados.

El año más letal desde 1997

A veces es literalmente imposible. Particularmente tras los llamados "naufragios invisibles", en los que no aparecen restos del cayuco ni de los fallecidos. Pero incluso cuando hay supervivientes, la identificación puede convertirse en un puzle endiablado. "El principal problema es la falta de recuperación de cuerpos", asegura Marta Sánchez desde el Organización Internacional de las Migraciones (OIM). De los 1.255 fallecidos en aguas españolas durante 2021, la cifra más alta contabilizada por la OIM desde 1997, solo se han recuperado 355 cadáveres. "En esos casos solo tenemos los testimonios de los supervivientes, aunque no se recopilan de forma sistemática", añade Sánchez.

Todos los naufragios que dejan rastro en España acaban judicializándose con la intervención de la Guardia Civil, encargada de dar parte del siniestro y las victimas. Los institutos anatómico forenses recopilan la información postmortem de los cadáveres: muestras de ADN, ficha dental, huellas dactilares o, en su defecto, desde la ropa a los rasgos fisionómicos o cualquier efecto personal que pueda contribuir a la identificación. Pero esa es solo una parte del trabajo porque es imposible hacer el cotejo sin encontrar a los familiares de las víctimas. Y es aquí donde intervienen las oenegés ante la ausencia de un organismo en España que contacte por defecto con los parientes.

"Normalmente las familias nos llaman cuando pasan tres o cuatro días sin noticias de los suyos", cuenta Colsa desde su pequeña organización de voluntarios, constituida en 2017 y sin ayudas públicas. "Prefieren acudir a nosotros porque temen que su familiar pueda ser arrestado si informan a las autoridades y está vivo". CIPIMD rastrea sus bases de datos, nutrida con la información de los naufragios que recopilan, y, si encuentran coincidencias, contactan con las autoridades para obtener cualquier dato identificativo del desaparecido. Envían entonces fotos del cadáver o de sus efectos personales a la familia y, si esta lo identifica, la policía recurre a Interpol para solicitar en origen el ADN o la ficha biométrica de los familiares con la que cotejar la identificación. Si todo ha salido bien, se repatría el cuerpo para que pueda ser enterrado en origen.

Ni datos precisos ni organismos de búsqueda

No hay datos fehacientes de cuántos desaparecidos acaban siendo identificados. El único estudio realizado al respecto por la Universidad Libre de Ámsterdam determinó que de los 1.068 cuerpos encontrados en las costas españolas entre 1990 y 2013, solo un 39% de los cadáveres recuperados fue formalmente identificado.

"Tenemos muy buenos profesionales, pero siempre faltan medios. No puede ser que pasen tres meses para que el laboratorio te mande los resultados del ADN porque todo el trabajo se centraliza en Madrid", afirma esta mujer criada en Suiza en una familia de emigrantes andaluces. Pero no es el único problema que hace que el índice de identificación sea mejorable. "No existen procedimientos, protocolos o instituciones específicas que se ocupen de la búsqueda e identificación de migrantes desaparecidos", denunció hace unos meses la Organización Internacional de las Migraciones refiriéndose a España tras definir su sistema como "confuso y enrevesado" para las familias que buscan a los suyos.

El Centro Nacional de Desaparecidos solo se ocupa de los residentes, a diferencia de lo que sucede en Italia, donde se ha creado la figura de un alto comisionado para la identificación de migrantes desaparecidos. Y por no existir ni siquiera existe un banco de datos para saber cuántos casos abiertos hay en España. "No existe un registro centralizado de búsquedas, fallecimientos y desapariciones", reconocen fuentes del ministerio del Interior, que solo informa quincenalmente de las entradas irregulares al país.

"Logísticamente es complicado porque faltan recursos, nuevos protocolos y mayor voluntad política", dice Sánchez desde la OIM. "Pasa también en otros países, aunque en España se ha avanzado muy poco en sistematizar los datos e informar a las familias". Entre tanto, la tragedia no cesa. En aguas españolas ha muerto este año casi tanta gente como en el Mediterráneo central, la más luctuosa de las rutas migratorias del mundo. La gran mayoría en la ruta canaria, donde los cayucos pueden pasarse semanas en el mar. "Lo mínimo que podemos hacer es devolverle la dignidad a estas personas que han sufrido tantas indignidades en el camino para que puedan ser enterradas", dice Colsa. "Es una cuestión de humanidad".

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