"Quererme menos y votarme más". Esta frase atribuida a Julio Anguita representa a toda una saga de políticos que, siendo los mejor valorados, no lograron traducir las simpatías en resultados electorales. Fue el caso del propio Anguita, pero también el de Rosa Díez, Albert Rivera, Iñigo Errejón, Alberto Garzón o el propio Alfredo Pérez Rubalcaba. Una lista a la que podría sumarse Yolanda Díaz, que cosecha gran popularidad, desbancando como presidenciable a Pablo Casado, y que en función de sus resultados podría unirse a las filas de los candidatos 'bluf': aquellos que generaron grandes apoyos sociales que sin embargo no transformaron en votos.

La ministra de trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno lleva meses situándose en el ránking de políticos mejor valorados del panorama español. El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del mes de junio es el primero que refleja el papel de Yolanda Díaz como candidata electoral, tras ser designada como sucesora de Pablo Iglesias.

Desde entonces, la dirigente se ha mantenido como la primera del ránking de los candidatos mejor valorados, superando en todos los sondeos a Pedro Sánchez y mejorando su percepción social en el tiempo. En junio irrumpió con un 4,6 frente al 4,2 del presidente de Gobierno, y en el último barómetro de octubre, una vez anunciada su intención de construir un proyecto nacional para las generales, la dirigente mejoraba aún más su posición con un 4,8 frente al 4,4 del líder socialista.

La tendencia al alza de Yolanda Díaz se consolida en otro de los asuntos que aborda el sondeo realizado por el organismo de José Félix Tezanos: el nivel de acogida social que tendría para ocupar la Moncloa en caso de elecciones. La ministra de Trabajo entró con una discreta posición en el barómetro de mayo, donde todavía figuraba Pablo Iglesias.

Sin embargo, conforme se ha dado a conocer a la opinión pública, los números no han hecho más que subir. En junio y julio optaba a una tercera posición por detrás de Sánchez y del líder del PP, Pablo Casado, pero en septiembre desbancó al líder de la oposición como presidenciable convirtiéndose en la segunda favorita para presidir el Gobierno, sólo adelantada por el ya presidente.

Sin embargo, la buena nota de los ciudadanos a la figura de Díaz no implica necesariamente unos buenos resultados electorales. El fenómeno del candidato 'bluf' se ha ido repitiendo cíclicamente a lo largo de la democracia, dejando claros ejemplos.

El primero de ellos fue precisamente Anguita, que en el barómetro preelectoral del CIS para los generales de 1993, las primeras en que se presentó como candidato, la opinión pública le daba un 6,15, situándole por delante de Felipe González (5,35) y José María Aznar (4,78), y sólo por detrás de Miquel Roca, dirigente de Convergencia y padre de la Constitución (8,79). Pese a ser aclamado por las encuestas, Anguita sólo obtuvo 18 diputados, unos resultados buenos para Izquierda Unida pero alejados de sus aspiraciones.

Otor de los casos más claros fue el de Rosa Díez, la dirigente que en 2007 dejó el PSOE para fundar su propio partido, Unión, Progreso y Democracia (UPyD), en aras de romper el bipartidismo y dar más transparencia a las instituciones. Concurrió a las generales de 2008 presentándose aún como una gran desconocida, pero en el barómetro preelectoral de las elecciones de 2011, la dirigente emergió como la líder mejor valorada, con un 4,95 sobre diez, seguida de la nacionalista navarra Uxue Barkos (4,6), mientras que Mariano Rajoy, que luego accedería al Gobierno, se presentaba como la cuarta opción con un 4,43, por detrás de Alfredo Pérez Rubalcaba (4,54).

El coordinador de Izquierda Unida, Alberto Garzón. EFE

Pese a obtener la nota más alta, Díaz sólo obtuvo cinco diputados en el Congreso y serían las últimas generales en los que UPyD obtendría representación. En el caso de Rubalcaba, tampoco consiguió traducir la simpatía que producía en votos, y obtuvo los peores resultados conocidos por el PSOE hasta entonces, con 110 escaños.

Más reciente es el caso de Alberto Garzón, que en el CIS preelectoral de los comicios de 2016, a los que IU concurrió junto a Podemos, fue encumbrado como el político mejor valorado, rozando el aprobado, con un 4,8. Los resultados de la coalición, sin embargo, llevaron a perder un millón de votos respecto a los comicios de siete meses antes.

Pese a obtener la nota más alta, Díaz sólo obtuvo cinco diputados en el Congreso y serían las últimas generales en los que UPyD obtendría representación. En el caso de Rubalcaba, tampoco consiguió traducir la simpatía que producía en votos, y obtuvo los peores resultados conocidos por el PSOE hasta entonces, con 110 escaños.

Más reciente es el caso de Alberto Garzón, que en el CIS preelectoral de los comicios de 2016, a los que IU concurrió junto a Podemos, fue encumbrado como el político mejor valorado, rozando el aprobado, con un 4,8. Los resultados de la coalición, sin embargo, llevaron a perder un millón de votos respecto a los comicios de siete meses antes.

El 'efecto candidato'

Pero ¿qué elementos configuran a este tipo de candidatos? ¿Por qué gozan de tanta aceptación, si luego no cuentan con tal respaldo político? ¿Tiene Yolanda Díaz riesgo de ser una dirigente que genera simpatía, pero no votos? "No tiene que existir una correlación entre valoración y resultado electoral", opina José Pablo Ferrándiz, fundador y director de Elemental Research.

El experto en demoscopia anticipa que, en el caso de Yolanda Díaz, es probable que los índices de popularidad vayan menguando cuando exista un horizonte electoral claro. "Estamos en mitad de legislatura, cuando sean las elecciones esto no se va a mantener", defiende. Esto ocurrirá de porque "los liderazgos transversales, que son evaluados positivamente más allá de su electorado, suelen deberse a que el resto de electores no te ven como un competidor electoral y saben que tus posibilidades de llegar al Gobierno son pocas", continúa.

"En el momento en que te ven como un competidor, aquellos que te valoraban bien te empiezan a evaluar negativamente porque te conviertes en un competidor", detalla Ferrándiz, que apunta a que es lo que sucedió a figuras como Anguita o Díez.

"El caso más flagrante es el de Pérez Rubalcaba, que el era ministro del Interior, con el lastre que eso supone en cuanto a popularidad, y formaba parte de un gobierno de Zapatero en fase terminal, pero él era el político mejor valorado de España. Era transversal, de izquierda y derecha, pero el dia que fue candidato al PSOE a la Presidencia del Gobierno pasó a ser de los peor evaluados, porque de repente eres un candidato de la oposicion, contra el que me tengo que enfrentar".

También fue este el caso de Albert Rivera, que "era muy bien valorado por los votantes del PP hasta que hubo una posibilidad de llegar al Gobierno, y entonces fueron los votantes del PP los que peor empezaron a evaluarle".

Pedro Sánchez junto a Yolanda Díaz. EFE

En cuanto a la ministra de Trabajo, Ferrándiz considera que el contraste con el anterior liderazgo juega a su favor. "Su forma de hacer política en busca de acuerdos le ha facilitado tener una buena evlauacion, pero en el momento en que se postule como candidata, los electores de la derecha la empezarán a ver como un rival político y la evaluarán negativamente".

Para el experto, será clave la relación que mantengan Pedro Sánchez y Yolanda Díaz conforme se acerquen los comicios. "Sánchez también tiene que dar cierto aire a Yolanda Díaz cuando sea candidata; no se puede convertir en un competidor duro porque se necesitan", defiende Ferrándiz, que alerta de que "en el intento por atraer votantes de Díaz vas a crear un perjuicio para toda la izquieda". "Si son capaces de equilibrar las críticas y consiguen que las buenas evaluaciones trnasversales de la iquierda se mantengan, no les irá mal".

Ficción de los medios

"Los medios generamos ficciones y consideramos que si una persona funciona mediáticamente, da bien en cámara, da buenos titulares, eso hace que la gente lo quiera. Pero no es real", considera sobre este tipo de valoraciones Verónica Fumanal, experta en comunicación política.

Más allá de las simpatías, la experta pone el acento en la estructura de partido como el elemento imprescindible para que un candidato pueda traducir su popularidad en rédito electoral. "Sin partido y sin estructura no se llega a nada en nuestro sistema político", añade.

A diferencia del sistema presidencial francés, donde Emanuelle Macron puede optar a las elecciones mediante una plataforma, el sistema español se requiere una organización política, que es la que adquiere los derechos electorales. El ejemplo claro está en Andalucía, donde Podemos terminó por expulsar de su grupo parlamentario a la que había sido su candidata, Teresa Rodríguez, junto a la mayoría de miembros de la candidatura. El poder lo tiene un partido, no una persona. Y ése, precisamente, será uno de los retos de Yolanda Díaz.

Fumanal considera que Díaz parte de un buen punto de partida en su carrera electoral, a la que habrá que dotar de solidez. "Las reglas básicas de marketing político es que nadie vota lo que no conoce, y que nadie vota lo que valora mal. Tiene premisas estupendas para hacer una carrera electoral buena, pero le falta la tercera pata: poder orgánico y una organización sólida para que 'lo de Yolanda' no sea lo de Rosa Díez, y que su éxito no se limite sólo a lo que dure su marca personal".

La organización se presenta como un elemento imprescindible, en su opinión, para elaborar un proyecto de largo recorrido, pero el hecho de que la ministra de Trabajo no forme parte de Unidas Podemos podría llegar a convertirse en un problema. "Yolanda Díaz necesita tanto la estructura de Unidas Podemos cmo Unidas Podemos necesita la candidatura y la notioriedad de Yolanda Díaz. Son dos marcas que se necesitan mutuamente".

El punto de inflexión, apunta, estará en la configuración de las listas electorales, donde puede haber un choque de "legitimidad". "Ahí es donde ella podrá decir 'o voy con una listas mías o no voy, no voy a ser un monigote'", considera. Una situación similar a la vivida por Manuela Carmena, que finalmente abandonó Podemos después de que Iglesias intentara imponerle las listas electorales del Ayuntamiento de Madrid.